Seguimos con nuestra entrega de la historia que ya cautivó a muchos fans: 'James Potter y la Maldición del Guardián', escrita por el estadounidense G. Norman Lippert.
Esta vez le toca al capítulo número 9 de la Historia, titulado "La Dama del lago". ¡Que lo disfrutes!
Capítulo 9: "La Dama del Lago" James se sentó con Graham y Hugo en la cena, dejando que la mayor parte de la
conversación le resbalara mientras se concentraba en la mejor forma de dirigir la
reunión del Club de Defensa. Rose había comido rápidamente e ido por delante para
asegurar que el gimnasio estuviese listo para ellos, y Ralph estaba ocupado
recogiendo los nombres de todos los que habían expresado interés en verse
implicados. La lista había crecido bastante, y la agitación de James respecto la clase
había aumentado con ella. Aunque compartía la responsabilidad con Ralph y Rose,
no podía evitar sentir que los miembros del club le verían como el líder simbólico de
la tropa. Finalmente, habiendo apenas comido, James se levantó de la mesa. No le
haría daño llegar al gimnasio un poco pronto también, y de todos modos,
probablemente sería reconfortante estar alrededor de Rose. Ella parecía
positivamente desenfadada acerca de todo el asunto. James sospechaba que su
herencia Weasley disfrutaba de la frívola incertidumbre y el desastre potencial.
Cuando abandonaba el Gran Comedor, sintió una preocupación fastidiosa y
anónima. Era como si estuviese olvidando algo importante, pero le resultaba
imposible identificar lo que podía ser. Incluso mientras se movía a través de los
vestíbulos y los pasillos, había una sensación de ansiosa expectación en el aire. Los
estudiantes se movían en grupos, obviamente absortos en animadas conversaciones,
esperando los acontecimientos de la tarde. James suspiró nerviosamente y dobló la
esquina hacia el gimnasio.
—Ahí estás —dijo Rose, como si llevara horas esperado a James.
—El gimnasio está casi listo. Ya hay personas esperando fuera en el pasillo. Sólo
tenemos que enrollar los suelos acolchados y traer una de las pizarras.
—¿Para qué necesitamos una pizarra? —preguntó James.
Rose le dirigió una mirada impaciente.
—Así podremos poner por escrito los hechizos y maleficios que practiquemos.
Será bastante más fácil para la gente concentrarse si no tienen que aprender de
memoria los conjuros en el acto. Hay una pizarra con ruedas en el aula de
Encantamientos, en el siguiente pasillo. Ve y tráela aquí dentro y estaremos listos
para comenzar.
Molesto porque le dieran órdenes pero contento por la distracción, James se dio la
vuelta y abandonó el gimnasio. Efectivamente, los estudiantes estaban reuniéndose
en el exterior del vestíbulo. Se apoyaban contra la pared y estaban sentados sobre el
suelo en grupos sueltos, todos ellos levantando la mirada cuando James salió.
—Eh, empezaremos en solo unos minutos —dijo James, intentando poner algo de
autoridad en su voz. Cerca, Cameron Creevey sonrió abiertamente y le saludó con la
mano. Una manada de primer año estaba con él, con ojos bien abiertos y excitados.
James parpadeó hacia el grupo de estudiantes. Había un buen número de ellos,
aunque no tantos como había esperado. Debería haberse sentido aliviado, pero no lo
estaba. Esa preocupación fastidiosa se cernió sigilosamente sobre él otra vez. ¿Qué
estaba olvidando?
James se abrió camino hacia el siguiente pasillo, el cual estaba más oscuro y
completamente desierto. Se acercó al aula de Encantamientos y la encontró abierta.
La pizarra estaba de pie sobre un marco de madera en la esquina. Tenía diminutas
ruedas de metal en la parte de abajo. James agarró un extremo del marco y comenzó
a empujar, pero las ruedas estaban oxidadas. Chillaron y avanzaron lentamente por
el suelo.
Desde la puerta una voz preguntó:
—¿Necesita algo de ayuda, señor Potter?
James se dio la vuelta como si hubiese sido atrapado haciendo algo ilegal. Merlín
estaba en la puerta, casi bloqueándola completamente. Su figura resultaba muy
oscura en la lóbrega habitación
—Yo… —comenzó James, sorprendido de sentirse tan nervioso. Después de todo,
estaban autorizados a realizar la reunión del club, ¿no? Y aún así sentía una fuerte
reticencia a decir al director lo que estaba haciendo—. Estoy solo tratando de mover
la pizarra. Nosotros, eh, queríamos cogerla prestada. Para tomar algunas notas.
Merlín asintió con la cabeza inescrutablemente.
—¿Cómo van las preparaciones para vuestro club de técnicas defensivas, James?
El corazón de James se aceleró.
—Ah…bueno. Bien. Hemos estado bastante ocupados, ya sabe. Pero… bien.
—¿Querrías algo de ayuda con eso? —preguntó Merlín con su baja y cavernosa
voz—. Estaría encantado de ayudarte a reacomodarla dondequiera que desees. Si
alguien se preguntara qué estabas tramando, puedo dar fe del “préstamo”.
—No, gracias —dijo James rápidamente, soltando la pizarra—. En realidad,
probablemente no lo necesitamos realmente. Era solo una idea, pero no vale la pena.
De verdad.
Merlín no se movió durante un largo rato. Finalmente, pareció relajarse y sonrió.
—Como gustes, James.
El gran hombre se giró para irse, y James sintió una enorme, extraña sensación de
alivio cuando la mirada fija de Merlín le abandonó. El club tendría que prescindir de
la pizarra, decidió James. Cruzó la oscurecida aula y estaba casi en la puerta cuándo
Merlín se giró, sus ojos brillaban intensamente en el oscuro pasillo.
—Honestamente, no esperaba verte en el interior del castillo esta noche, James —
dijo el gran mago curiosamente.
James no sabía exactamente cómo responder.
—Eh, ¿no? ¿Dónde esperaba que estuviese?
—Esta noche es una noche bastante importante para muchos estudiantes. Tengo
entendido que incluso a aquellos que no tienen intención de participar les gusta
observar los procedimientos. Les gusta tener una impresión de cómo podría
progresar la temporada.
Una repentina sensación de hundimiento llenó a James. Sus mejillas se quedaron
frías.
—Oh no… —dijo, abriendo mucho los ojos— ¡Es esta noche! ¡Por eso había menos
personas de las que esperaba en el pasillo! ¡Ya ha comenzado!
—¿Es posible que se lo olvidaras?—dijo Merlín, una extraña sonrisa recorrió
sigilosamente su cara—. Asumí que eras bastante fanático del Quidditch. Si se
apresura, espero que todavía puedas ver el final de las pruebas.
James apenas le oyó. Giró sobre sus talones y corrió a lo largo del pasillo,
maldiciendo su mala memoria. Si no hubiese estado tan obsesionado preocupándose
por el estúpido Club de Defensa, habría sabido que la primera reunión coincidía con
las pruebas de Quidditch. Ni Rose ni Ralph optaban por entrar en los equipos, así
que ni siquiera habrían considerado la coincidencia. James había estado practicando
todo el verano para tener la oportunidad de estar en el equipo de la Casa Gryffindor.
Quería compensar desesperadamente su catastrófica actuación en las pruebas del año
pasado. Además, Albus estaría allí afuera ahora mismo, optando al equipo Slytherin
en la maldita escoba de Tabitha Corsica. James sentía un impulso obsesivo de estar
allí cuando eso ocurriera, pero en realidad no sabía si era porque quería proteger a
Albus o sabotearle.
James subió a toda prisa las escaleras, gritando la contraseña para entrar en la sala
común. La Señora Gorda le regañó duramente por difundir la contraseña al pasillo
entero, pero James apenas la oyó, deslizándose a través del hueco del retrato en el
momento en que la pintura empezaba a balancearse para abrirse. Agarró su escoba
de debajo de la cama, bajó las escaleras de dos en dos hasta la sala común, y sintió
otra punzada de pánico mientras cruzaba la sala vacía. Todo el mundo estaba ya
abajo en el campo, vitoreando, observando las pruebas, apoyando al equipo. Se
suponía que James debía estar allí.
La Señora Gorda todavía le regañaba cuando James se abrió paso por el hueco del
retrato y se precipitó escalera abajo. ¿Cómo podía haberlo olvidado? Si creyese que
era posible, casi pensaría que Tabitha Corsica en cierta forma lo había planeado para
que estuviese ausente, simplemente para que no pudiese interferir con la prueba de
Albus. Al mismo tiempo, a una parte distante de él le preocupaba perderse la
primera reunión del Club de Defensa. Probablemente Rose se daría cuenta de a
dónde había ido tan pronto como reparase en su ausencia, pero aún así, sería una
decepción y un contratiempo. ¿Había aparecido Merlín en ese momento exacto justo
para sabotear la primera reunión del Club de Defensa? Después de todo, estaba claro
que el director tenía extrañas formas de saber qué ocurría en el colegio. Merlín sabría
lo importante que era el Quidditch para James. ¿Era posible que hubiese hechizado a
James para que olvidara las pruebas, sólo para recordárselo estratégicamente en el
último momento, manteniéndole así alejado de la reunión del club?
Frustrado y molesto, salió precipitadamente por la puerta principal del castillo y
cruzó velozmente el patio. Cuando giraba hacia el campo de Quidditch, oyó el
sonido enloquecedor de vítores y silbidos. Había casi anochecido, pero James podía
distinguir las figuras de los jugadores de Quidditch cerniéndose sobre el campo, sus
capas ondeando alegremente al viento. Era muy tarde, pero James no podía
resignarse a volver. Maldijo su suerte otra vez. ¿Cómo podía haber olvidado las
pruebas de Quidditch? No habría creído que fuera posible. ¿Qué les diría a su madre
y a su padre? ¿Como podría convivir con sus compañeros de Casa? Desde luego,
Scorpius Malfoy lo aprovecharía bien. Ya veo, Potter, diría, olvidaste las pruebas,
¿verdad? Extraño. Y estábamos todos esperando con expectación que nos asombraras e
impresionaras con tu actuación. Quizás te acordarás el año que viene.
La multitud ya se iba cuando James llegaba al campo. Se encontró a sí mismo
pasando trabajosamente a través de ella, sin saber realmente qué estaba buscando
pero negándose a abandonar. Consideró el subirse a su escoba y simplemente salir
volando sobre el campo, pero se resistía a atraer demasiada atención sobre sí.
Finalmente llegó a la hierba del campo y entrevió al Capitan de Quidditch de
Gryffindor, Devindar Das, recogiendo las escobas de la Casa.
—¡Dev! —llamó James, jadeando— ¡dime que no es demasiado tarde!
Devindar se detuvo y volvió la mirada atrás.
—¿Dónde estabas, James? Se acabó. Estaba deseando ver lo que podías hacer este
año.
—Lo olvidé completamente... de algún modo... —admitió James
desesperadamente— ¡Déjame hacerlo de todos modos! ¡Estoy listo!
Devindar negó con la cabeza.
—No puedo, James. Todas las posiciones están tomadas. Honestamente, tenemos
una alineación bastante fuerte. Te necesitaremos más el próximo año, una vez Hugo
y Tara se gradúen.
James se quedó sin habla. Se detuvo en el acto, respirando fatigado tras su sprint
hacia el campo. Miró alrededor impotentemente, a los estudiantes y jugadores que se
iban. Louis Weasley se estaba acercando desde la tribuna de Hufflepuff.
—¿Qué te ha pasado, James? —le dijo Louis— Albus te estaba buscando.
James se pasó una mano por el cabello, frustrado.
—No quiero ni hablar de ello. ¿Qué tal lo hizo Albus?
—Oh, estuvo absolutamente brillante —contestó Louis con entusiasmo— Victoire
dice que fue la mejor prueba de primer año que ha visto nunca. ¡Apuesto que fue el
mejor desde tu padre incluso! Va a ser el Buscador de Slytherin. Es perfecto, en cierto
modo, ¿no te parece? Quiero decir, tu padre fue Buscador para Gryffindor su
primer…
—Si, si, lo capto Louis —interrumpió James agriamente— ¿Se ha ido ya?
—Si, todo el equipo volvió junto. Albus dijo que te dijera que bajes con Ralph si
puedes. Está bastante excitado por todo esto. Iba a escribir a tu madre y tu padre
antes que nada. Apuesto a que estarán absolutamente orgullosos.
—Si —murmuró James, arrastrando su escoba y dirigiéndose a la parte de atrás
del campo— Es genial. Hasta la vista, Louis.
—Lo siento de verdad, James —dijo Rose mientras subían las escaleras hacia la
sala común— Nunca se me ocurrió comprobarlo. Y Ralph no es precisamente muy
fanático del Quidditch, así que ni se hubiese dado cuenta. Me lo figuré de inmediato
y asumí que habías ido corriendo al campo. Entonces, ¿no hubo suerte?
—Fue un absoluto fracaso —se quejó James—. Me lo perdí todo. Sin embargo,
parece como si Al hubiera dado mil vueltas a todo el mundo. Va a ser el Buscador de
Slytherin.
—Oh —contestó Rose alegremente—, bueno, eso es realmente estupendo, ¿no? Se
verá muy elegante en sus protecciones y la capa verde. Apuesto a que tu madre y tu
padre estarán muy contentos.
—Realmente desearía que la gente dejara de decir eso —dijo James sombríamente.
—No te culpo de estar enfadado por haberte perdido las pruebas, James, pero que
estés celoso de Albus…
—¡No estoy celoso, Rose! —exclamó James— ¡Todo es un truco! ¡Tiene que serlo!
¡Los Slytherins simplemente están tendiéndole una trampa!
—¿Y por qué harían eso? —preguntó Rose simplemente—. ¿Si fuesen tan
malévolos como dices, no estarían intentando enterrarle en vez de apoyarle?
—Ya no trabajan de ese modo. Ahora todos son unos mentirosos y tienen dos
caras. El club Garra y Colmillo de Tabitha es sólo la versión de este año del Elemento
Progresivo. Fueron los que apoyaron el debate donde ella dijo que mi padre era un
mentiroso y un fraude. De veras creen que Voldemort fue un gran tipo y que la gente
como nuestros padres ha mentido acerca de él todos estos años.
—Nadie cree realmente esa necedad —contestó Rose—. Simplemente queda bien
mecer la barca. De cualquier forma, Albus puede cuidar de sí mismo. No es un
maniquí.
James frunció el ceño.
—Él no conoce a Tabitha como yo.
—Bueno —dijo Rose, cambiando deliberadamente de tema— el Club de Defensa
fue bien. Tuvimos veintiséis personas, lo cual está realmente bien considerando que
las pruebas de Quidditch eran esa noche. En su mayor parte, sólo hablamos de los
objetivos del club y fijamos las reglas. Te pondré al tanto más tarde. Luego
repasamos algunos hechizos Desarmadores fundamentales, solo para que todos
empezáramos al mismo nivel.
—¿Quién dirigió la clase? ¿Tú? —preguntó James mientras se acercaban al retrato
de la Señora Gorda—. No puedo imaginarme que Ralph te dejara convencerlo de
mostrar a nadie cómo realizar el hechizo Expelliarmus. No confía mucho en su propia
varita con ese tipo de cosa, aunque es mejor de lo que solía ser.
—No —contestó Rose lentamente— Ralph no lo hizo. Y yo tampoco. Sin embargo,
fue muy bien.
Rose dijo la contraseña y el retrato se abrió. La Señora Gorda fulminó a James con
la mirada, recordando su conducta de antes. El sonido de risas estridentes y música
se derramó a través del hueco del retrato.
—¿Entonces quién? —preguntó James, repentinamente desconfiado. Siguió a Rose
a la abarrotada sala. Scorpius Malfoy holgazaneaba en el sofá cerca de la chimenea.
Levantó la mirada y sonrió socarronamente cuando James y Rose entraron.
—Qué bien que aparezcas, Potter —dijo arrastrando las palabras—. Tengo
entendido que encontraste la forma de faltar a dos citas al mismo tiempo, esta noche.
No es que te echáramos de menos, exactamente.
—Calla, Scorpius —dijo Rose, sentándose al otro extremo del sofá—. En realidad
deberíamos discutir planes para la siguiente reunión del club. Apreciaría que los dos
pudieseis encontrar la forma de ser considerados el uno con el otro.
—¿Realmente le pediste que diese la clase? —dijo James, señalando a Malfoy—
¡Tienes que estar de broma!
Malfoy sacó sus gafas de un bolsillo y se las puso.
—Ésta no es realmente tu noche, ¿eh, Potter? Ánimo. Deberías considerarte
afortunado de que no esté interesado en estar en el equipo Quidditch; de otra
manera, no habría estado disponible.
—Mirad los dos —exclamó Rose antes de que James pudiese contestar—, tenemos
asuntos más importantes que discutir que ver cuánto os podéis molestar el uno al
otro. Por si no lo habéis notado, el Club de Defensa sirve para un propósito más
importante que simplemente darnos algo que hacer una noche a la semana.
—¿Cuánto le has contado? —exigió James— ¡Por si no lo has notado, en su familia
son todos mortífagos! Podrías querer pensártelo dos veces antes de confiar en él.
—Técnicamente, mi padre nunca fue de hecho reclutado. Creí que lo sabías —dijo
Scorpius, sosteniendo la mirada de James—. Pero si te refieres a si me habló de sus
sospechas acerca del director, no, no lo hizo. Ya era bien consciente de ellas. Por muy
duro que pueda resultar para ti creerlo, estoy del mismo lado que tú, Potter.
—¡Ja! —escupió James—. ¡Ahí es donde te equivocas! No estoy de acuerdo con lo
que los dos pensáis de Merlín. Incluso si hay algún malévolo complot en marcha,
sospecharía que tu familia estaba involucrada antes de señalar a Merlín. ¡Él salvó esta
escuela el año pasado!
—Ya hemos discutido todo esto, James —dijo Rose, haciendo un gesto a James
para que mantuviese la voz baja—. Scorpius no aprueba algunas de las cosas que su
familia ha hecho en el pasado. Esa es parte de la razón por la que está aquí en
Gryffindor. Y ya sabes lo que vimos en el Espejo. No hay duda de que tenemos que
ser precavidos en cuanto al director. Por ahora, todo prueba que está aliado con…
—Todo prueba que has sospechado de él desde el principio —exclamó James—.
Pero estás equivocada. Ambos estáis equivocados, y voy a probarlo.
Scorpius entrecerró los ojos mirando a James.
—Bueno, espero que lo hagas. Sospecho que muchos de nosotros encontraríamos
cierto consuelo en esa prueba. Hasta entonces, sin embargo… —Scorpius apuntó su
varita perezosamente hacia la silla al lado del sofá—… quizá sería buena idea hacer
lo que dice Rose. Tenemos un Club de Defensa que preparar. Y parece muy
empeñada en que tú y Ralph Deedle seáis parte de él. De todos modos, si sentarte en
la misma sala con un Malfoy es demasiado para ti, por mí puedes marcharte a
cualquier otro sitio. Hay una cama arriba con tu nombre en ella.
James rechinó los dientes. Nada había ido bien en toda la noche. Y ahora no podía
ver ninguna otra opción que sentarse y planear lo que Scorpius Malfoy iba a enseñar
en la siguiente reunión del Club de Defensa. Era singularmente humillante. Casi no
podía resignarse a hacerlo. Todavía tenía su escoba con él, recordándole su segundo
fracaso en formar parte del equipo de Quidditch. Todo lo que quería hacer era
regresar arriba, meterla de vuelta bajo la cama, e intentar olvidar todo este desastre.
Pero Rose le estaba mirando suplicante, obviamente esperando que James pudiera
superar su aversión innata al chico pálido lo suficiente como para darles una
oportunidad de poner en marcha el Club de Defensa.
Suspirando resignado, James apoyó la escoba junto a la chimenea y se lanzó a la
silla.
—Bien —dijo—, ¿qué hay que hacer a continuación?
Rose aplaudió con emoción.
—¡Gracias, James! Sabía que podía confiar en ti. Scorpius es en realidad un
maestro bastante bueno, pero es difícil para algunos Gryffindors escucharle. Todavía
hay muchos prejuicios contra el que haya un Malfoy en Gryffindor, y tenerle
dirigiendo la clase sólo empeora las cosas. De todos modos, si tú estás allí, eso
realmente ayudará a dar a Scorpius la credibilidad que necesita.
—Ey, chicos, ¿estáis esperando a alguien? —dijo Graham cuando entró en la
sala—. Encontré a este tipo rondando fuera del hueco del retrato. Dice que tú le
invitaste, Rose.
Ralph sonrió tímidamente cuando Rose se levantó de un salto.
—Lo siento, Ralph. No había contado a James lo de Scorpius, y luego… bueno, de
cualquier manera, estamos todos aquí, ¡así que comencemos!
Scorpius pareció molesto cuando Ralph se apretujó en el sofá entre él y Rose. El
chico grande se quitó las zapatillas y colocó los pies en el reposapiés súper
acolchado.
—Buena reunión esta noche. Puede que aquí Scorpius sea un tipo flacucho, pero
sabe algunos trucos. Puede que algunos de vosotros, los Gryffindors, tengáis un
pequeño problema de actitud con él, pero yo necesito toda la ayuda que pueda
obtener —dijo Ralph jovialmente—. Oh, ¿James?
James levantó la mirada hacia Ralph, arqueando una ceja.
Ralph sonrió tímidamente.
—Albus quiere que te diga que serás mejor como Treus que él como Buscador de
Slytherin. Esperaba verte esta noche. Incluso Tabitha preguntó si ibas a bajar.
James no supo qué decir. Después de un momento, Scorpius rompió la tensión.
—Todo esto es muy conmovedor —dijo secamente—, pero reconozco la melosa
conversación Slytherin cuando la oigo. Soy bastante experto en el tema, como James
ya ha señalado. ¿Podemos hablar del Club de Defensa ya?
Los cuatro hablaron durante la siguiente hora. A regañadientes, James quedó
convencido de que Scorpius podía ciertamente ser capaz de enseñarles algunos
hechizos defensivos decentes. Resultó que, de hecho, había sido entrenado desde
temprana edad por su abuelo, Lucius Malfoy, que estaba recluido y no se hablaba
con la familia. Scorpius admitió que no había visto a su abuelo desde hacía más de
un año, desde que él y su padre habían tenido una pelea bastante seria.
El fuego se había reducido a carbones encendidos y los cuatro estudiantes estaban
comenzando a guardar todo para la noche cuando Deirdre Finnigan, una de los
amigas de primero de Cameron Creevey, entró como una bala de cañón en la sala
común, jadeando y con el rostro encendido. Miró salvajemente alrededor de la sala, y
luego empujó a través de la multitud, dirigiéndose directamente hacia una esquina
trasera.
—¿Qué le pasa? — masculló Scorpius.
Rose dijo:
—Se dirige a la mesa de Petra.
Toda la sala se silenció cuando el contenido del anuncio de Deirdre se supo.
—¡Es cierto! —decía— ¡Los vi conduciéndola al enfermería! ¡Apenas podía tenerse
en pie!
Petra simplemente miró a Deirdre, con la boca ligeramente abierta.
—¿Quién? —gritó Hugo desde el otro lado de la sala—. ¿Que ha pasado?
—¡Josephina Bartlett! —gritó Deirdre sin aliento, volviéndose hacia la sala—
¡Comió un caramelo de menta maldito que la dejó con un miedo terrible a las alturas!
La encontraron acurrucada en el suelo del balcón en el exterior de la sala común
Ravenclaw. ¡No podía ni ponerse de pie! Sus amigos dijeron que el caramelo de
menta había venido en una caja de chocolates de un admirador secreto, pero en lugar
de eso, era obviamente de algún enemigo. ¡Madame Curio dice que estará un poco
mejor por la mañana, pero los efectos no pasarán hasta dentro de unos meses!
—¿Un caramelo de menta de miedo a las alturas? —dijo Graham, arrugando la
cara—. ¿Los Weasleys no hacen de esos?
—Creo que no —dijo Sabrina— parece una maldición a medida.
Damien entrecerró los ojos.
—Puede suponerse quién es el “admirador secreto” de Josephina. Todos oímos
como se pusieron ella y Corsica durante la audición.
—Os estáis olvidando de lo más importante —dijo Deirdre, casi botando—
¡Josephina ha sido maldita con miedo a las alturas! ¡Apenas podrá escalar un bordillo
durante meses!
Los ojos de Sabrina se ensancharon.
—¡No puede subir al escenario en el anfiteatro! Si no puede subirse al escenario…
—No puede hacer el papel de Astra —terminó Damien, sonriendo abiertamente—
¡Por mucho que odie ver a alguien sacar provecho de la desgracia de otro, dejadme
ser el primero en felicitar a nuestra buena amiga Petra…la nueva y mejorada Astra
de Beugois!
Petra miró alrededor, con una expresión de sorpresa e incredulidad en la cara.
—Bueno, no habría querido obtener el papel de esta forma —dijo—. Pero supongo
que tampoco lo rechazaré.
Sabrina aulló de alegría. Un alborozo surgió de entre los estudiantes congregados
y James vio a Petra sonreír por primera vez en semanas. De repente, recordó que él
hacía el papel de Treus, el enamorado más joven de Astra. Su cara enrojeció
considerablemente cuando miró a través de la sala a Petra. Se fijó en que Rose le
sonreía sabedoramente.
—¿Qué? —dijo, palmeándose las mejillas—. Tengo calor. Estoy sentado justo al
lado de la chimenea.
—Mmmm —sonrió abiertamente Rose, asintiendo con la cabeza—. Oh, esto va a
ser muy divertido, primo. Supongo que será mejor que empieces a practicar. Petra va
a tener expectativas bastante altas para ese “beso de amor verdadero y eterno”.
A lo largo de la semana siguiente, al fin el otoño descendió por completo, dotando
al aire de un enérgico frescor y pintando los árboles de vibrantes naranjas, rojos y
amarillos. Hagrid dio su clase de Cuidado de las Criaturas Mágicas en el aula de
invierno: un enorme y antiguo granero con paredes de piedra y gruesas vigas
cubiertas de telarañas. Allí, había amontonado un impresionante conjunto de
criaturas fantásticas, todas organizadas por tamaños. A lo largo de la pared de la
entrada había una serie de jaulas y corrales, de los que emanaban amigables
resoplidos, gruñidos, chirridos y ladridos. En el suelo de tierra había una línea de
establos, cada uno más grande que el anterior. El más cercano contenía a un
hipogrifo cuyo nombre, según el cartel pintado en la puerta, era Flintflank. La
criatura chasqueaba el pico hacia las jaulas cercanas, aparentemente hambrienta por
lo que había allí. El establo más alejado tenía grandes y gruesos portones,
impidiendo cualquier vistazo a sus ocupantes. Las dos últimas puertas estaban
chapadas con hierro y enormes travesaños las bloqueaban. Medían fácilmente seis
metros de altura. De vez en cuando, resonaba un gruñido inquietante o una
explosión de bramidos y rugidos agitaba el granero.
James se quitó la capa de los hombros mientras atravesaba la gran puerta
principal, sorprendido por la calidez del espacio, a pesar de lo frío y vigorizante del
día.
—¿Cómo calienta Hagrid un lugar así? —preguntó Ralph, inclinando el cuello
hacia atrás para examinar el alto techo de madera—. Se está bien calientito aquí.
Los estudiantes se alinearon en el granero, examinando curiosamente las jaulas o
acercándose vacilantemente al establo del hipogrifo. La gran bestia dio una patada
con su pata delantera y lanzó un picotazo.
—Manteneos bien atrás —gritó llamó Hagrid—. Le conoceremos un poco más
adelante este curso. Hasta entonces, mejor que os vea desde el otro lado de la
habitación, en lugar de frente a él. Comencemos la estación aprendiendo algo sobre
algunas de las más pequeñas bestias de las jaulas.
Hagrid condujo a la clase hasta las jaulas más pequeñas alineadas en la pared.
Toqueteó uno de los cierres mientras hablaba.
—Hemos sido muy afortunados estos años al hacernos con tantos ejemplares de
las más inusuales criaturas del mundo mágico. Una ex alumna mía se ha convertido
en algo así como en una experta siguiendo la pista a bestias y animales, y me trae
cualquier criatura que considere que ha resultado herida o está enferma. Yo hago lo
que puedo por atenderlas para que se recuperen, pero pocas vuelven a ser capaces de
sobrevivir en libertad de nuevo. Por supuesto, les doy el mejor hogar que puedo. El
resultado final ha sido que ahora somos reconocidos en todo el mundo mágico por
nuestra colección de animales salvajes. —Hagrid se giró, acunando un pequeño bulto
de pelaje marrón que respiraba en su brazo—. Vaya, vienen expertos de todo el
mundo a conocer y estudiar nuestra pequeña familia. ¿Estás bien, Punkin?
Ralph se inclinó hacia James y le susurró:
—Hablé con Rose esta mañana. Cree que ha descubierto algo importante sobre
Merlín.
James le susurró a él.
—Sea lo que sea, no quiero oírlo. Siempre está escarbando nueva basura de alguna
vieja leyenda o de un polvoriento libro de historia. Sabemos que la mayoría de esas
cosas no son ciertas.
—No sé si son ciertas —murmuró Ralph—. Sólo sé que él ya no parece ser así. De
todas formas, dijo que querrías oírlo. Explica un poco de dónde provienen las
historias sobre por qué no amaba al mundo muggle. Dijo que “lo pondrá todo en
contexto”, sea lo que sea lo que signifique eso.
James apretó los labios dubitativamente. Les había dicho a Rose y Scorpius que
tenía intención de demostrar que Merlín no estaba involucrado en la conspiración
que habían presenciado en el Espejo, pero aún no lo había hecho. De hecho, la idea
de hacerlo le asustaba bastante. No era que no tuviera un plan. Lo tenía, y era
bastante simple. Se requeriría algo de valentía y la ayuda del fantasma de Cedric, y
podría meterse en muchos problemas si lo pillaban, pero ninguna de esas cosas eran
lo que le preocupaba. Sentía una extraña y opresiva reluctancia a seguir adelante con
ello, sobre todo porque secretamente temía lo que podría descubrir. Si tenía razón,
entonces Merlín no estaba involucrado, y James podría demostrárselo a Rose y a
todos los demás. ¿Pero y si estaba equivocado? A pesar de su negativa, James estaba
preocupado. ¿Y si seguía adelante con su plan y descubría que el director estaba, de
hecho, aliado con el antiguo mortífago y esa horrible entidad? Peor aún, ¿y si la
entidad era esa cosa de la que el esqueleto de la cueva, Farrigan, había hablado: el
Guardián, de cuya venida al mundo supuestamente Merlín era responsable? El
director había estado actuando de forma secreta y sospechosa. Había prohibido a
James contar a nadie lo que el esqueleto de Farrigan había dicho, y eso en sí mismo
ya era preocupante. Si lo que el esqueleto había dicho no era cierto, ¿por qué iba a
importarle que James lo contara?
Sacudió la cabeza. Sin duda alguna, Merlín tendría sus razones. Merlín tenía que
ser bueno. Había regresado para ayudar cuando la escuela se había visto amenazada
por el reportero muggle, ¿no? Y todo porque James se lo había pedido.
Y esa, comprendió James con una vacía frialdad, era la razón por la que no podía
enfrentarse a la idea de que Merlín podría no ser quien alegaba ser. Porque James
había sido el responsable, en dos oportunidades, de haber traído al gran mago aquí:
primero, al dejarse manipular por Madame Delacroix para facilitar el retorno de
Merlín a nuestros días; y segundo, al enviar un mensaje de ayuda a Merlín a través
de los espíritus de los árboles, con quienes Merlín estaba en comunión. Incluso había
sido el consejo de James el que había conducido a su padre y su tío a la campaña para
que Merlín se convirtiera en el nuevo director de la escuela. Si Merlín estaba
involucrado en algo malo, entonces James sería el culpable. Sería el responsable en
última instancia de todo lo que sucediera. Reconociendo eso, James sabía que tenía
que descubrir cuáles eran las verdaderas intenciones de Merlín, pasara lo que pasara.
Y si, por alguna horrible casualidad, Merlín estaba aliado con el mal, entonces James
tendría de frustrar sus planes, costara lo que costara.
—Ahora bien, —estaba diciendo Hagrid, irradiando alegría hacia los
estudiantes—. ¿Quién quiere acercarse y echarme una mano alimentando al Punkin
de Gargantaprofunda?
Trenton Bloch levantó la mano y Hagrid le hizo señas para que se adelantara.
—Vamos, señor Bloch. Sólo sostén este pedacito de Lempweed en el aire, pero no
demasiado cerca. Mantenlo arriba y déjame acercarme al Punkin.
Trenton parecía molesto por las precauciones que Hagrid estaba tomando con la
pequeña bola de pelo jadeante. Se parecía bastante a un gatito, pero sin una cabeza,
cola o extremidades aparentes.
—¿Qué va a hacer, Hagrid? —preguntó Trenton, sosteniendo en alto el pedazo de
planta correosa—. ¿Ronronearme hasta morir?
La última palabra de Trenton se convirtió en un pequeño grito de sorpresa cuando
algo enorme y peludo surgió de la bola entre los brazos de Hagrid. Era una enorme y
babeante boca sin dientes y se cerró sobre la mano entera de Trenton. Con un sonido
de succión, sorbió del pedazo de Lempweed de la mano de Trenton y se retiró,
desapareciendo en el interior de la pequeña y jadeante bola de pelo en brazos de
Hagrid. Trenton retiró la mano, sacudiéndola y estremeciéndose visiblemente.
—Muy bien hecho, señor Bloch —exclamó Hagrid, riendo—. ¡Le gustas al Punkin!
O bien piensa que eres una rana con un poco más de Lempweed en el trasero.
Normalmente, Los Gargantaprofunda viven en el pantano donde succionan a las
pequeñas criaturas anfibias y luego las vuelven a escupir, alimentándose de las
plantas adheridas a ellas. No muy agradable para las ranas, pero si totalmente
inofensivo.
Trenton observó fijamente su mano, que estaba recubierta de una baba viscosa.
Miró indefenso a Hagrid.
—Puede que quieras lavarte eso, señor Bloch. La piel de rana es inmune a los jugos
digestivos del Tripthroat, pero a ti podría darte comezón si te la dejas allí. Hay una
bomba y un cuenco junto a los establos grandes. Buen chico.
Hagrid colocó al Punkin de vuelta en su jaula y la cerró. Ya estaba explicando el
ciclo de vida del Gargantaprofunda cuando un gran rugido sacudió los cimientos de
la construcción. James miró hacia el rugido, con los ojos muy abiertos y el corazón de
repente palpitante. Trenton se alejaba rápidamente de la enorme puerta de hierro,
sus manos todavía goteaban agua del cuenco.
—Oh, ¡captó tu olor, señor Bloch! Qué tonto, lo olvidé, le encanta un buen
aperitivo de Garganta Profunda. Hazte a un lado ahora, así está bien. ¡Está a punto
de estornudar!
De repente, un ruido enorme llenó el granero. Para James, sonó un poco como un
tren de mercancías mezclado con un ciclón. El granero se calentó considerablemente
y el centro de la puerta de hierro comenzó a brillar de un pálido rojo.
—Perdóname, señor Bloch —dijo Hagrid—. La vieja Norberta no consigue muchos
Gargantaprofunda estos días, pero puede oler cuando hay uno cerca. Debería haberte
advertido.
—Entonces es así como mantiene el granero caliente —dijo Ralph nerviosamente,
con los ojos bien abiertos—. ¡Guarda un dragón! ¡Uno de verdad, un dragón vivo!
—Ese no es cualquier dragón —dijo James, sonriendo—, es una vieja amiga de la
familia. El tío Charlie la estuvo cuidando durante años. Se hirió un ala hace unos
años y ahora no puede volar. El no ser capaz de volar es una sentencia de muerte en
el mundo los dragones. Se comen entre ellos, ya sabes.
—En realidad es una chica muy dulce —dijo Hagrid cariñosamente—. La conozco
desde que era una cría. Aún así, no hay que quedarse muy cerca de sus puertas
cuando está de un humor flameante. La conoceremos este invierno, le
proporcionaremos un poco de ejercicio. Le gusta un buen revolcón en la nieve, dulce
viejecita.
—¡Excelente! —dijo Ashley Doone detrás de James—. ¡Tal vez Trenton se ofrezca
para alimentarla también! Se supone que los Slytherins y los dragones están muy
bien relacionados.
—Ni hablar —dijo Trenton mientras se unía al resto de los estudiantes, su cara se
mostraba enrojecida y airada—. Me pregunto si mis padres saben que este gran
zoquete guarda un dragón en los terrenos de la escuela. Ha sido un maniático
durante años, pero esto ya es una absoluta locura.
—Cállate, Trenton —dijo James amigablemente—, Norberta es inofensiva. Más
inofensiva que tú con un Gargantaprofunda al menos.
—Ya veremos —masculló Trenton malhumoradamente.
James pasó la mayor parte de Estudios Muggles soportando el proceso bastante
incómodo de que le tomaran medidas para el traje de Treus. La propia Gennifer
Tellus, encargada del departamento de vestuario, llevó a cabo la tarea, con una
pluma detrás de la oreja y un par de alfileres apretados entre los labios.
—Estate quieto —dijo por entre los alfileres—. No me estás dejando medir la parte
interna de la pernera como debe ser. ¿Quieres que tus calzas queden holgadas?
—¡Hace cosquillas! —respondió James, y luego preguntó con suspicacia— ¿Qué
son unas calzas?
—No me pidas que te lo explique. Mejor no pensar en ello. Confórmate con saber
que tienes suerte comparado con lo que Petra tiene que ponerse.
James quería preguntar, pero decidió no hacerlo. No había hablado con Petra
desde el incidente del caramelo de Josephina. Estaba un poco aturdido y
entusiasmado por la idea de representar a Treus con Petra haciendo de Astra, pero
intentaba muy duramente no dejarlo entrever.
Gennifer puso la cinta métrica alrededor de la cintura de James.
—¿Ya has leído todo el libreto? —preguntó.
—No —admitió James—. Aunque conozco un poco la historia. Chico se enamora
de chica. Un tipo más viejo se enamora de la misma chica. El tipo viejo envía al chico
a una misión suicida para deshacerse de él. El chico regresa y se baten a duelo. Y
todos fueron felices y comieron perdices. Fin.
Gennifer miró a James sarcásticamente.
—Creo que más te vale leer el guión —dijo entre sus alfileres.
—Lo haré —dijo James, molesto—. Tengo que aprenderme mis frases, ¿no?
—Sí, pero también deberías saber que no “fueron felices y comieron perdices”. El
Triunvirato es una tragedia, estúpido.
James se miró a sí mismo en un espejo cercano.
—¿Y eso qué significa?
—Bueno —murmuró Jennifer—, generalmente, significa que todo el mundo acaba
muerto.
Cuando James salía de Estudios Muggles, Rose le alcanzó.
—¿Te contó Ralph lo que averigüé ayer por la noche? —preguntó en voz baja.
—Me dijo que descubriste por qué algunas personas creían que Merlín odiaba a
los muggles —respondió James—, pero no me dio ningún otro detalle.
—Te interesará esto —dijo Rose ansiosamente—. ¿Alguna vez oíste hablar de la
Dama del Lago?
James pensó por un momento. Le sonaba vagamente familiar, pero no podía
ubicarlo. Se encogió de hombros y sacudió la cabeza.
—Bien, según todas las leyendas, se suponía que ella había estado implicada en la
caída de Merlín. La mayoría de las historias la retratan como una ninfa, una dríada o
un hada, pero casi todas son sólo fantasías y probablemente no más que
exageraciones de la verdad. La Profesora Revalvier habló de ello en la última clase de
Literatura Mágica, ¿recuerdas? Dijo que si las leyendas hubieran sido ciertas,
evidentemente Merlín no estaría aquí como director.
—Sí —dijo James, recordando esa clase—. Dijo que las historias de la Dama del
Lago daban a entender que era una especie de criatura mágica que pretendía ser muy
inocente y demás. Hace que Merlín se enamore de ella, y luego, cuando él le enseña
todo lo que sabe, lo atrapa con su propia magia. Obviamente, son sólo historias.
Probablemente, fue solo una forma de explicar la desaparición de Merlín. Sin
embargo nosotros sabemos la verdad, como ella dijo.
—Sabemos un poco más de la verdad ahora —dijo Rose enigmáticamente—. La
Dama del Lago no fue una invención, pero no era lo que las leyendas decían que era.
Era una muggle, y casi fue la esposa de Merlín.
—¿Qué? —dijo James, deteniéndose en el pasillo—. ¿De dónde sacaste eso?
—Del Libro de Austramaddux —dijo Rose, alzando las cejas—. El mismo libro en
el que Zane encontró la explicación de la Desaparición de Merlín el año pasado.
Morgan Patonia me dejó tomarlo prestado de la biblioteca Ravenclaw.
Austramaddux conocía mejor que nadie a Merlín, aunque me parece que a Merlín él
no le gusta mucho.
—Desde luego Merlín no malgastó tiempo con él cuando Reapareció —dijo James,
asintiendo—. Era el fantasma de Austramaddux el que se suponía que buscaría el
momento apropiado para el retorno de Merlín. Estaba atado a esa tarea para siempre.
Me dio la impresión de que Merlín creyó que Austramaddux había apresurado su
retorno solo para terminar con sus obligaciones. Las cosas no le fueron muy bien
después de eso.
—¿Qué hizo Merlín? —preguntó Rose ansiosamente—. ¿Cómo castigas a un
fantasma?
James sacudió la cabeza.
—Qué sé yo, pero Austramaddux estaba aterrorizado de lo que fuera. Gritó como
una banshee, pero Merlín simplemente le… le hizo explotar.
—Bastante espeluznante —dijo Rose, pensando.
—Sí, lo que sea. Eso ya es historia. ¿Qué pasa con la Dama del Lago?
—Bueno, según Austramaddux, era una campesina muggle llamada Judith. Vivía
en una pequeña granja con un pequeño lago primaveral en ella. De ahí es donde
viene su nombre. La granja era administrada por Judith y su madre hasta que ésta
murió. El señor del feudo era un tipo llamado Hadyn. Él tenía planeado desterrar a
Judith de la granja porque no podía administrarla por sí sola, pero Merlín la protegió
por alguna razón. Alejó a los matones que venían a echarla. Al parecer, les puso
orejas de burro y les dijo que si regresaban, terminaría el trabajo.
—¿Lo ves? —dijo James—. Esos no parecen los actos de un mago que odia a los
muggles. La estaba ayudando, ¿no es así?
—Sí, pero sólo porque la amaba. El libro dice que Judith era realmente hermosa, y
Merlín estaba locamente enamorado de ella. La verdad es que Austramaddux dice
que Merlín estaba “bajo su hechizo”. Palabras muy fuertes para que las utilice un
mago describiendo a una mujer muggle.
—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó James—. Sabemos que no acabaron juntos por
alguna razón. Tal vez ella lo traicionó. De ahí es de donde salen las leyendas sobre
ella atrapándolo de algún modo.
Rose sacudió su cabeza, sus ojos centelleaban.
—¡No! ¡Austramaddux creía que ella lo amaba también! Eso fue suficiente para
poner fin al trato de Merlín con los reinos muggles. Dejó de ser asesor mágico y
abandonó su trono como Mediador entre los reinos muggle y mágico. Mucha gente
se enfadó por ello, y otros estaban deseosos de ocupar el lugar de Merlín. Mientras
tanto, Merlín protegía la granja en la que vivía Judith. Hizo crecer auténticos espinos
y espesas zarzas por todo el perímetro, manteniendo alejados a los matones de
Hadyn. Merlín incluso pagó por la propiedad, diez veces más de lo que la granja
habría costado. Y luego, sólo para asegurarse, comenzó a enseñar a Judith algo de
magia.
—No puedes enseñar magia a un muggle así sin más, Rose —interrumpió James—
. O naces con ella o no.
Rose sacudió la cabeza.
—La magia de Merlín es diferente, ¿no? La consigue tanto de la naturaleza como
de su linaje mágico. No podía enseñarle cómo hallar la magia en su interior porque
allí no había nada. Judith no era bruja de sangre. Pero podía enseñarle cómo usar la
magia de la naturaleza. Al menos un poco. Lo único que necesitaba era saber lo
suficiente como para poder protegerse a sí misma, así que Merlín le enseñó cómo
alterar su apariencia. De esta forma, podía acudir inadvertidamente al mercado.
Tenía que hacerlo así, ya que Hadyn había puesto precio a su cabeza. Las cosas
parecían ir bastante bien, y al parecer Merlín se iba a casar con ella. Pero entonces…
bueno, en realidad, fue realmente horrible.
—¿Qué? —insistió James, cautivado por la historia.
—Bueno, la cogieron, por supuesto —dijo Rose sin aliento—. Se descuidó. El
disfraz mágico era perfecto. Nadie sabía que estaba en el mercado del feudo. Pero
alguien la vio utilizar un poco de la magia de Merlín. Arregló la rueda rota del
carrito de un niño, sólo sujetando unidas las piezas y pronunciando un conjuro que
Merlín le había enseñado. La madera se soldó de nuevo, arreglando la rueda, pero
alguien la vio hacerlo. Se lo contaron a los matones, que se encontraban en el
mercado ese día. Capturaron a Judith y la llevaron ante Hadyn en su castillo.
—Apuesto a que Merlín quería matarlos a todos —dijo James taxativamente—.
Quiero decir, ella sólo estaba tratando de ayudar. ¿Y él qué hizo?
—Al principio no sabía dónde estaba, pero la localizó. Aparentemente era muy
bueno en eso, siendo capaz de hablar con los pájaros, los animales y los árboles.
Hadyn sabía que Merlín aparecería. Y les dijo a los guardias que le dejaran pasar,
justo hasta el salón del señor. Aunque Merlín ni siquiera perdió el tiempo con los
guardias. Los puso a todos a dormir y se dirigió directamente hasta Hadyn,
exigiendo la liberación de Judith. Hadyn era muy escurridizo. Le dijo a Merlín que
tenía intención de devolvérsela, pero sólo si Merlín estaba de acuerdo en devolver la
granja, eliminar el muro de espino, y como muestra de respeto, doblar las tierras del
feudo.
James arrugó la frente.
—¿Doblar sus tierras?
—Todo se trataba de tierras por aquel entonces. Cuanto mayor fuera el feudo del
señor, más acaudalado era él. El plan de Hadyn era utilizar a Merlín para robar la
tierra de los feudos vecinos. También hizo prometer a Merlín que abandonaría el
feudo para siempre y otorgaría su protección al castillo, ¡lo que incluía protección
contra el mismísimo Merlín! Hadyn era realmente malvado y astuto. Él sabía que tan
pronto como Merlín se hiciera con Judith, probablemente destruiría el castillo y a
todo el que estuviera en él. Pero con el hechizo de protección de Merlín, no sólo el
castillo nunca podría ser conquistado, ni el mismo Merlín podría tocar un solo
ladrillo ni dañar un sólo pelo de ninguna persona que hubiera dentro.
—No lo hizo, ¿verdad? —preguntó James.
Rose asintió.
—Lo hizo. Estaba locamente enamorado de Judith. Se marchó y acudió a los
feudos vecinos. No hay ningún registro de cómo lo hizo, pero cuando regresó, se
presentó ante Hadyn con las escrituras de suficientes tierras para duplicar su feudo.
Me da escalofrío de pensar en cómo Merlín consiguió todas esas tierras, pero tuvo
que haber sido escalofriante. Los lores no entregarían a sus tierras sin luchar.
James frunció el ceño pensativamente.
—¿Pero liberó a Judith?
—Bueno, ahí es donde la historia se pierde —dijo Rose incómodamente—
Austramaddux escribe como si sus lectores conocieran el resto de la historia ya. Me
imagino que todo lo que ocurrió era leyenda en esa parte del mundo desde hacía
tiempo. Lamentablemente, la leyenda se perdió entre todos esos mitos y
exageraciones durante el transcurso de los siglos. De cualquier manera, parece que
terminó mal. Quiero decir que, como la profesora Revalvier dijo, Merlín está aquí con
nosotros ahora, pero no la Dama del Lago. Lo importante es que esto podría explicar
por qué la gente siempre creyó que Merlín podría estar resentido contra el mundo
muggle. Fue engañado por ese lord muggle, Hadyn, humillado por él, y ni siquiera
pudo vengarse. Para un mago como Merlín, eso tiene que ser suficiente para
ahogarse de odio.
—Sí, no podría culpársele por estar tan enojado —estuvo de acuerdo James—,
pero eso no quiere decir que odiara a todo el mundo muggle. Solo porque conoció a
un muggle imbécil, esa no es razón para ir a la guerra contra todos ellos.
—Bueno, eso es lo que creyeron algunos —dijo Rose, encogiéndose de hombros—.
Pero el propio Merlín nunca lo dijo. A decir verdad, nunca volvió a decir nada.
Nunca volvió a ser visto en público, y fue justo después de eso que Austramaddux
habló de Merlinus “abandonando la sociedad de los hombres hasta que llegara su
momento”. Y por eso no es de extrañar que la gente haya desconfiado durante todos
estos siglos.
—Y todavía hoy en día —dijo James con mordacidad.
—Esto no significa que esté de acuerdo con todo lo que la gente ha dicho de él —
respondió Rose tranquilamente—. Pero sin duda le hace a uno entender cómo Merlín
podría haber desarrollado algo de su gran rencor. El amor hace que la gente cometa
locuras.
James suspiró.
—Tengo un plan, Rose —admitió en voz baja—. No estaba seguro de si lo iba a
hacer, pero ahora lo estoy. Necesito limpiar el nombre de Merlín, si puedo. Voy a
averiguar la verdad sobre si está involucrado o no con la gente que vimos, y esa
horrible, er, cosa de la capa llena de humo.
Rose entrecerró los ojos hacia James.
—Sabes algo de esa cosa, ¿no? —preguntó—. Estás ocultando algo. ¿Tiene que ver
con ese extraño dolor que tienes en la frente a veces?
—¿Qué? —dijo James, sobresaltado—. ¡No! Yo…. er, ya no lo siento.
—Claro —asintió Rose—. Te tocaste la frente y gritaste de dolor ese día, fuera de la
oficina del director porque de repente recordaste la respuesta a la pregunta de
puntos extra de tu examen de Aritmancia.
James se desinfló.
—Mira, sí, todavía lo siento a veces. No sé de dónde proviene. Pero no tiene nada
que ver con Merlín, ¿vale?
—Scorpius dice que tienes pesadillas —dijo Rose, examinando atentamente a
James.
—¡Maldita sea, Rose! ¿Qué está haciendo, acaso se queda levantado todas las
noches tomando notas?
—Dijo que has estado hablando en sueños y que los despiertas a todos. No puede
oír lo que dices, pero siempre parece ser lo mismo. Y te pasa un par de veces por
semana.
James fulminó a Rose con la mirada, y luego miró a otra parte.
—Sí, ¿y qué? Casi nunca puedo recordar esos sueños. Y aún cuando lo hago, no
tienen ningún sentido. Siempre hay una voz hablando, espadas centelleando, y el
sonido de alguna maquinaria vieja. Alguien camina y yo lo sigo, pero nunca puedo
ver de quién se trata. Y luego hay agua y muchas caras extrañas. ¿Qué hay de malo
en eso? Es solo un sueño. No significa nada.
Rose puso los ojos en blanco.
—Te conozco lo suficientemente bien como para saber que no lo crees así.
James sacudió la cabeza.
—Mira, no sé de qué va todo esto. Quizás tenga algo que ver con el extraño dolor
que tengo en la frente a veces. Cedric… Cedric dice que puede ver una cicatriz allí.
Dice que brilla de color verde.
—¡No! —exclamó Rose, como si pensara que eso era lo más genial que había oído
nunca. Se inclinó hacia delante, estudiando la frente de James—. ¿La puedes ver
cuando te miras en el espejo? ¿Brilla cuando apagas las luces?
—¡No tiene gracia, Rose! —dijo James, echándose hacia atrás—. Pero, al menos,
significa que no estoy desquiciado. Si Cedric la ve, entonces no está solo en mi
cabeza.
—Sí —estuvo de acuerdo Rose—. Técnicamente está en tu cabeza.
James hizo una mueca a su prima.
—Pero la cuestión es que no tiene nada que ver con mi intención de averiguar la
verdad sobre Merlín.
—¿Cómo, James? —preguntó Rose seriamente—. Quiero decir, Ralph tiene razón
en una cosa: si Merlín está involucrado en ese malvado complot, es un personaje
aterrador con el que enfrentarse. No dudaría en quitarte de su camino. Al menos,
deja que Ralph y yo te ayudemos…
James sacudió la cabeza.
—No necesito ayuda, Rose. Lo siento. Solo os metería a los dos también en
problemas si nos llegaran a pillar.
Rose siempre había sido muy práctica. Asintió solemnemente.
—¿Cuándo lo vas a hacer?
La cara de James mostró resolución
—Esta noche, si puedo. Si todo va bien, sabremos la verdad mañana por la
mañana. Deséame suerte.
—Necesitarás algo más que suerte, atontado —dijo Rose—. Desde luego espero
que sepas lo que estás haciendo.
James pensó en la forma en que Merlín le había encontrado en los pasillos, tanto
cuando había permanecido de guardia para los Gremlins, como cuando había ido a
buscar la pizarra. Merlín sabía todo lo que sucedía en la escuela, y sabría lo que
James estaba tramando si no era muy cuidadoso.
—También yo, Rose —estuvo de acuerdo mientras él y su prima bajaban por el
pasillo hacia el Gran Comedor—, también yo.
James tenía un plan simple. Había pedido ayuda al fantasma de Cedric, a pesar de
que había sido muy sucinto. A Cedric no le gustaba entrar en la oficina del director,
ahora que Merlín la ocupaba, y había algún tipo de límite que impedía que fantasmas
entraran al despacho personal del director. Aún así, Cedric podría cernirse afuera de
las ventanas y ver cuándo se apagaban las luces. Presumiblemente, Merlín dormía en
algún momento. Cuando las luces de sus aposentos llevaran apagadas una hora,
Cedric acudiría a despertar a James.
James se había ido a la cama esa noche con la certeza de que no pegaría ojo. Estaba
nervioso por su plan, en parte porque pensaba que podría ser capturado sin importar
lo astuto que fuera y en parte porque tenía miedo de lo que podría descubrir si el
plan tenía éxito. Cada vez que empezaba a conciliar el sueño, se imaginaba estar
oyendo a Cedric que venía a despertarle. Era ridículo, porque el fantasma no hacia el
menor de los ruidos a no ser que quisiera hacerlo, así que James nunca oiría si se
acercaba. Sin embargo, cada movimiento y crujido captaba la atención de James hasta
que, finalmente, había conciliado un sueño intermitente.
Tuvo el sueño de nuevo, pero esta vez fue diferente. Como siempre, comenzaba
con el crujido y la luz trémula sobre hojas de metal, terriblemente cercanas, y el
estruendo de una antigua maquinaria. Había una voz, sedosa y alta, un poco
exasperante. Había tanto eco que James no podía entender, excepto por alguna frase
ocasional. “Aún no ha llegado la hora…”, decía la voz, y “La tarea colocada ante
nosotros…” y “…portador de redención...” En el sueño, James se estremeció.
Había una figura caminando con él, pero todo lo que James podía ver en la
oscuridad era una silueta sin rostro. James parecía flotar con la figura, como si esta lo
transportara de alguna manera. Sentía la cicatriz en su cabeza como un peso. Y
entonces, por primera vez, floreció una luz en ese extraño espacio. Emanaba del
estanque, verde y parpadeante, lanzando ondas danzantes sobre toda la superficie.
Las paredes eran de piedra, viejas y repletas de musgo. James tenía el presentimiento
de estar bajo tierra, lejos de la luz del día. La voz continuó hablando mientras se
movían figuras en el agua radiante y trémula, como si fueran reflejos de otro mundo.
La voz provenía de una figura en el oscuro rincón, vestida de negro. Mientras
hablaba, las dos caras se formaron en el agua una vez más, las dos tenían expresiones
tristes, esperanzadas y suplicantes. Eran más claras esta vez, ondulando justo debajo
de la superficie del agua: un hombre y una mujer, más jóvenes que los padres de
James. El compañero de James soltó un grito ahogado y se dejó caer de rodillas,
arrastrándose hacia la orilla del agua, estirando la mano para tocar la ondulante
superficie.
—Alto —ordenó la voz—. La hora aún no ha llegado. Te unirías a ellos en ese
mundo, no volverías a éste. Su sangre servirá de pago. Sólo entonces podrán cruzar.
Pero tú puedes efectuar ese pago. Eres aquél que trae la redención, no sólo para ellos,
sino para todos los que han resistido la voluntad de los opresores. Eres la mano del
equilibrio. Tu deber es duro y tu carga pesada, pero no quedará sin recompensa.
Vivirás para ver el día del cambio. Si lo deseas.
—Lo deseo —susurró la voz del compañero de James, y James susurró también,
incapaz de no hacerlo. Su voz no produjo ningún sonido en absoluto.
Despertó, sobresaltado por algún ruido. El sueño se mantenía vívido en su
memoria de tal manera que sentía casi como si estuviera todavía soñando. Se sentó
en la cama y pudo ver, por la luz de la luna, que era muy entrada la noche. Cerca de
allí, Graham dormía con un brazo colgando de la cama. La habitación estaba llena del
silencio del sueño profundo.
—¿Cedric? —susurró James muy quedamente, teniendo cuidado de no despertar a
nadie.
Se quitó las mantas de encima y se deslizó fuera de la cama. No había ni rastro del
fantasma. Tal vez estaba abajo en la sala común. James sacó la varita y las gafas de su
cartera y se abrió paso hacia las escaleras. Se detuvo cerca de la entrada, notando
algo extraño. La cama de Scorpius estaba arrugada pero vacía. James entrecerró los
ojos. ¿Dónde estaba esa pequeña víbora? Pensó en Scorpius contándole a Rose que
había oído hablar a James en sueños. ¿Por qué estaba Scorpius despierto a esas
horas? Sin duda estaba levantado por algo. A regañadientes, James decidió que
pensaría en ello después. Tenía cosas más importantes que hacer ahora. Se giró y bajó
las escaleras sigilosamente hasta la sala común.
La sala estaba completamente vacía y oscura, excepto por el pálido brillo rojo de la
chimenea. Todavía no había ninguna señal del fantasma de Cedric. James susurró su
nombre de nuevo, un poco más alto esta vez, pero no hubo respuesta. Suspiró y se
acercó a la chimenea. Cuando se dejaba caer en la silla de respaldo alto, una voz
habló alegremente fuerte, dándole un susto.
—¡Ey, James! —dijo la voz—. ¿Dónde están todos?
James resopló, mirando alrededor.
—¿Qué? ¿!Quién… Zane!?
Zane estaba de pie junto a la chimenea, apoyado en la repisa. Sonreía
maliciosamente.
—¿Quién más iba a ser? Tienes mi pato, por lo que veo.
—Tu... —comenzó James, todavía recuperándose del susto—. No. ¿Qué? ¿Tu pato?
¿Qué haces aquí?
—Te envié un mensaje por el pato hace unos minutos —dijo Zane, refiriéndose a
los patos protéicos de goma que solían usar para enviarse mensajes unos a otros.
James había olvidado por completo el suyo—. Asumí que habías recibido el mensaje.
Os dije a ti y a Ralph que nos veíamos en la chimenea en cinco minutos. ¿Así que
dónde están los demás? Este lugar está tan muerto como un cementerio.
James puso sus ojos en blanco.
—¡Así que eso fue lo que me despertó! Zane, estamos en mitad de la noche —
exclamó, conteniendo una sonrisa. El descaro total de Zane siempre le asombraba—.
Ralph está durmiendo en los dormitorios Slytherin. ¡Olvidaste la diferencia horaria
otra vez!
—Oh, sí —dijo Zane, haciendo una mueca—. Apenas son las ocho aquí. Quiero
decir, allá. Donde realmente estoy. Entonces, ¿qué te parece? Mucho mejor que el
polvo de polilla ¿Me veo bien?
James entrecerró los ojos.
—Bueno, hace un minuto. Estás empezando a desteñirte un poco por los bordes.
¿Cómo lo haces?
—Está bastante bien, ¿eh? —respondió Zane—. Otro disparate del profesor
Franklyn. La belleza de esto es su simplicidad. ¿Alguna vez has oído hablar de un
Doppelganger?
James frunció el ceño.
—Er, de hecho sí. Es un mítico doble de ti mismo. Parece advertirte de tu propia
muerte, ¿no es así?
Zane asintió alegremente.
—Sí, exactamente. Franklyn se figuró que si fingíamos las circunstancias de una
muerte prematura, el Doppelganger podría aparecer. Entonces, cuando lo hiciera,
podríamos aprovecharlo y enviarlo a transmitir mensajes personales, como éste.
—¿Así que estás en peligro mortal por allá? —preguntó James, arrugando la
frente.
—Sí y no. El Doppelganger tiene que pensar eso, pero el profesor Franklyn lo tiene
todo calculado. Hay un montón de sistemas de seguridad. Sólo estoy técnicamente en
peligro mortal. Cuando terminemos de hablar, estaré fuera de peligro de nuevo.
Todo es un poco complicado, pero el Departamento ha resuelto la mayoría de los
problemas. ¿Traes tu varita contigo?
—Er, sí —respondió James.
—Dispárame con ella, ¿quieres? No importa cómo. Una maldición Punzante o algo
así. Estoy empezando desvanecerme.
—¿Qué? Quiero decir, ¿estás seguro?
—Totalmente. Hazlo rápido. Verás, el problema con este método de comunicación
es mantener la magia a largas distancias. Necesitamos un impulso en tu extremo para
continuar, de lo contrario, me desvaneceré.
James sacó su varita y, de mala gana, apuntó a la figura que se desvanecía de
Zane.
—Acervespa —pronunció. Un delgado destello afilado salió disparado de su varita.
La figura de Zane pareció absorber el rayo lanzado. Se tornó repentinamente sólida
de nuevo.
—En el blanco —dijo Zane—. ¿Entonces, cómo van las cosas al otro lado del
charco?
—¡Uf! —dijo James, derrumbándose en la silla—. Complicado. Albus es un
Slytherin, yo estoy recibiendo emisiones fantasmales a través de alguna especie de
cicatriz fantasma, el hijo del enemigo mortal de papá me robó mi cama, y todo el
mundo está preocupado de que Merlín se haya vuelto malvado.
Zane hizo una mueca.
—¡Guau! Demasiado. Una cosa a la vez. Tú no crees que el gran tipo se haya
vuelto malvado, ¿no?
James sacudió la cabeza con fatiga.
—No, pero algunas personas sí. La misma Rose lo cree. Especialmente después de
la otra noche.
James contó a Zane la escena en el Espejo Mágico. Zane escuchaba críticamente,
una esquina de su boca tensada hacia arriba en su característica expresión pensativa.
—¿Y qué pasó después? —preguntó Zane una vez James hubo terminado.
—¿Qué quieres decir? Eso fue todo. ¿No es suficiente?
—Quiero decir, ¿cómo regresó Merlín si le cerraste el Libro de Concentración?
—No lo sé —meditó James. Sinceramente no había pensado en eso—. Pero sí que
regresó. Supongo que tiene otros medios para viajar. Si era realmente él.
—Era él —dijo Zane, asintiendo con la cabeza—. Solo que no quieres admitirlo.
James frunció el ceño, pero antes de poder objetar, Zane siguió.
—Pero la buena noticia es que debe haber estado allí por la razón correcta. De lo
contrario, estarías frito, ¿no?
—¿Qué quieres decir? —preguntó James cautelosamente.
—Quiero decir que te vio, ¿no? Dijiste que ese tipo pálido del Espejo señaló
directamente hacia ti, y todos se giraron a ver. Eso significa que Merlín te vio. Si
estuviera relacionado con esos tipos, tendría que haber ido a por vosotros tres en el
instante en que regresó. Estarías completamente desterrado en el Mundo de las
Tinieblas, o lo que sea que un tipo como Merlín haga a sus enemigos.
James arrugó la frente.
—No lo había pensado de esa manera.
—Por supuesto que no —Zane se encogió de hombros—. Yo siempre fui el cerebro
del equipo.
James hizo una mueca.
—Bueno, de cualquier forma, sabré más después de esta noche. De hecho, creí que
eras mi despertador. Tengo que escabullirme por ahí un poco y estoy algo nervioso
por ello. Ni siquiera tengo la Capa de Invisibilidad esta vez. Bueno, pues... ¿Qué hay
de ti? ¿Cómo van las cosas en Alma Aleron?
—No lo creerías —dijo Zane, sacudiendo la cabeza—. Las aulas son
verdaderamente enormes, y la comunidad mágica aquí es muy diferente. Hay
auténticos Sasquatches en algunas de mis clases. ¡Bigfoot! Y déjame que te diga que
son mucho más inteligentes de lo que aparentan, incluso aunque solo hablen en
gruñidos. Por otra parte, el Elemento Progresivo está por todos lados aquí, sólo que
no se llaman así. Simplemente hablan mucho acerca de cómo la antigua elite
gobernante siempre ha interrumpido el cambio y reprimido el progreso, cosa que
suena genial hasta que recuerdas que el cambio y el progreso es lo mismo que hace
que la leche se agrie. De todas formas, muchos de ellos me miran con desprecio
porque creen que saben lo que pasó ahí el año pasado. Madame Delacroix está en la
cárcel, sabes. Muchísimas personas hablan de ella como si fuera una heroína, en una
especie de exilio político. Para mí es completamente quantum.
—¿La reina vudú en la cárcel? —preguntó James, sus ojos se abrieron de par en
par—. ¿Tenéis prisiones mágicas?
—Bueno, es más bien un hospital psiquiátrico, pero está totalmente encerrada. En
realidad nunca volvió a ser la misma después de esa noche en el Santuario Oculto. Se
le aflojaron un poco los tornillos, si sabes a qué me refiero. Técnicamente, está sólo en
observación. De hecho, está aquí mismo en el campus, en el edificio médico. Ey,
Cedric. ¿Cómo te va, chico fantasmal?
James levantó la mirada y vio a Cedric desplazándose a través de la sala,
sonriendo sin mucho entusiasmo.
—Es la hora —dijo el fantasma, dirigiéndose a James.
—Qué bien —dijo Zane—, tu gran plan es espiar al director. Mira, ¿estás seguro
que eso es buena idea? Ese tipo debe tener trampas anti-espía por todo el lugar. No
puedes colarte sin más en su oficina, incluso si tuvieras la Capa de Invisibilidad.
—Tengo un plan —dijo James, tensando la mandíbula.
—Oh —respondió Zane, poniendo los ojos en blanco—. Bueno, si es tan sólido
como los planes que se nos ocurrieron el año pasado, entonces me siento mucho
mejor.
—Te estás desvaneciendo de nuevo, colega —dijo James, saltando de la silla y
uniéndose a Cedric—. Aparécete por aquí cuando quieras.
—Puedes contar con ello. Buena suerte. Y ¿James?
James se detuvo y se giró. Zane casi había desaparecido por completo. Parecía
incluso más fantasmal que Cedric.
—Mantenme al tanto de todo, ¿vale? Yo estaba allí cuando Merlín apareció. Si se
ha pasado al lado oscuro, quiero saberlo. Quizás pueda ayudar.
—No está del lado oscuro —dijo James—. No te preocupes por eso.
Zane sonrió abiertamente.
—No he dicho que estuviera preocupado.
Un momento después, la figura de Zane se evaporó como una nube de humo.
Mientras se deslizaban a través del agujero de retrato, Cedric preguntó:
—¿De qué iba todo eso?
James sacudió la cabeza.
—Simplemente era Zane siendo Zane. Vamos, acabemos con esto
—Entonces, ¿qué necesitas que haga?
James tomó un profundo aliento y miró hacia el inmensamente silencioso y oscuro
pasillo.
—Sólo llévame a la oficina del director —susurró—. Después de eso, como diría
Zane, será puro quantum.
James tenía la esperanza de que la contraseña a la escalera del director no hubiera
cambiado desde que él, Ralph, y Rose habían ido a pedir permiso para iniciar el Club
de Defensa. Para cuando llegó a la gárgola que custodiaba la entrada, casi había
olvidado la antigua frase en galés, pero cuando la recordó y la pronunció en voz alta,
la gárgola se hizo a un lado cansinamente.
—Nada bueno trae una vista tan tardía como esta —musitó la gárgola mientras
James y Cedric pasaban—. Pero una vez más, ¿qué voy a saber yo? Mi cabeza está
hecha de mármol.
En la parte superior de la escalera, Cedric atravesó silenciosamente la puerta de la
oficina. Poco rato después, el cerrojo giró desde el interior y la puerta chirrió
abriéndose lentamente.
—Están todos dormidos —susurró Cedric, señalando a los retratos de los
directores—. Incluso Dumbledore y Snape.
James asintió y entró sigilosamente en la habitación. La oficina estaba muy oscura
y amenazante a pesar del sonido de la mezcla de ronquidos de los retratos. Un único
rayo de luz de luna tendía una raya por el suelo hasta la parte delantera del macizo y
enorme escritorio, y sobre el Libro de Concentración de Merlín. James se arrastró
lentamente hasta el escritorio, no deseando mirar al Espejo Mágico pero incapaz de
evitarlo. La superficie del cristal estaba densa con un humo plateado y ondulante,
proyectando su propia luz pálida a los muebles cercanos.
—Ne-necesito sólo unos m-minutos —susurró James castañeteando los dientes. La
oficina del director estaba inusualmente fría. James podía ver su aliento formando
una nube mientras hablaba—. Sólo te necesito p-para cerrar la puerta después de
que...
No hubo respuesta. Cedric ya había salido al pasillo a esperar. Le había dicho a
James que odiaba estar en la oficina de Merlín. "Demasiadas trampas", había
explicado simplemente, "incluso para un fantasma".
Algo blanco y revoloteante se extendió perezosamente hacia James. James saltó, y
el corazón le subió a la garganta, palpitando salvajemente. Sólo eran las cortinas de
lino que colgaban de la ventana, susurrando y ondeando con una repentina brisa. No
era de extrañar que la oficina estuviera tan fría. Merlín había dejado la ventana
abierta, permitiendo que el frío viento nocturno jugara con las cortinas. A través de la
ventana, James sólo podía ver el arco de la luna. Colgaba en el cielo como una
guadaña de color hueso. Se estremeció y obligó a su corazón a dejar de palpitar.
Temblando, se giró hacia el escritorio.
El Libro de Concentración parecía brillar en el haz de luz de luna. La cubierta
cerrada era muy gruesa, encuadernada con madera pulida y bisagras de bronce.
Había un cerrojo, pero no tenía pestillo. James tocó el libro, y luego lo abrió
rápidamente, deseando acabar con su misión tan pronto como fuera posible. Las
páginas eran pesadas, hechas de un rico y cremoso papel que se deslizaba fácilmente
bajo las yemas de los dedos de James. Cada página estaba casi totalmente blanco,
excepto por una sola línea escrita a mano con tinta: eran un lugar y una fecha. James
hojeó tan rápida y cuidadosamente como le fue posible, leyendo cada una de las
líneas. Después de unos minutos, se le ocurrió de golpe una idea. Hojeó el final del
libro y encontró páginas en blanco. Rápidamente, retrocedió, pasando las pesadas
páginas en blanco hasta que llegó a la última escrita. Se detuvo, apuntó con el dedo y
leyó: “LA TUMBA DEL ANFITRIÓN, OCTUBRE”
Eso era. Esperaba que funcionara y aún así, incluso ahora, parte de él también
esperaba que no. Se alejó del libro con los ojos bien abiertos y el corazón todavía
martilleando. Podía ver por el cambio en la iluminación de la habitación que el espejo
se había enfocado. Oía el sonido del viento susurrando en los árboles y alborotando
las hojas. Despacio, James sacó las gafas del bolsillo de su pijama y se las puso. No
quería perderse nada esta vez. Finalmente, se dio la vuelta.
La escena estaba exactamente como recordaba. Allí estaba la tumba de Tom
Riddle, cubierta de hiedra y coronada por la sonriente y apuesta estatua. La luz del
día se filtraba gris y brumosa a través de los árboles. Ahora que James sabía lo que
buscaba, pudo ver a la criatura de humo y ceniza de pie delante de la tumba. Como
antes, el borde harapiento de la capa volaba al viento sin pies saliendo de ella. Algo
en la figura desafiaba al ojo, lo repelía, pero James se obligó a mirar. ¿Era este el
Guardián del que Farrigan había hablado? James sentía la vaga certeza de que lo era.
Al igual que antes, parecía cada vez menos una figura encubierta por una capa y más
un agujero cortado en el espacio, mostrando alguna terrible infinidad de
hormigueante negrura y un enjambre de cenizas.
James aguardaba y observaba, temblando por el frío de la oficina del director.
Afuera, el viento parecía estar aumentando. Empujaba a través de la ventana
inquietantemente, ondulando las cortinas. Finalmente, mientras James observaba, el
Guardián alzó el brazo, dejando que la manga se replegara. Su mano era delgada y
pálida, como lo había sido la primera vez que James la había visto, y James pensó
que se podría decir que no era realmente una mano humana, sino simplemente algo
destinado a parecer una. Esta vez, la mano no hizo señas. Se mantuvo levantada en lo
alto durante un largo rato. Y entonces la figura giró la cabeza. La caperuza de la capa
estaba vacía, pero evidentemente, miraba a James a través del Espejo. James jadeó y
se echó hacia atrás.
Varias cosas sucedieron a la vez: una ráfaga de viento rugió a través de la ventana,
haciendo ondear las cortinas y sacudiendo las páginas del Libro de Concentración, la
puerta de la oficina del director se abrió de par en par, golpeando contra la pared
interior, y una luz inundó la habitación desde el pasillo, revelando una gran silueta al
acecho. James se dejo caer hacia adelante bruscamente, intentando ocultarse a la
sombra del Espejo Mágico.
Ante la cara de James, la superficie del espejo cambiaba a medida que las páginas
del Libro de Concentración revoloteaban. Las escenas se sucedían en un abrir y
cerrar de ojos, alzándose y desvaneciéndose en el humo plateado. En algún otro
lugar de la oficina, los retratos de los anteriores directores estaban ahora despiertos,
aunque ninguno hablaba. La silueta escudriñaba la habitación, buscando. James
había sido descubierto. Quienquiera que fuera le vería en cualquier momento. James
se acurrucó, presionando las manos contra el cristal, jadeante y aterrado. Deseó
poder estar en cualquier otro lugar en ese momento.
Y entonces, repentinamente, lo estaba.
Hubo una horrible y desorientadora sensación de giro, como si todo su cuerpo
hubiese sido puesto del revés. Estaba allí casi antes de saber lo que estaba
sucediendo. De repente, la escena del espejo ya no era humo plateado, era la oficina
del director, pero alejada, de algún modo. James podía ver claramente la sombra de
un gran hombre moviéndose sobre el suelo al otro lado del Espejo y entonces, el
hombre quedó a la vista, muy de cerca. Era Merlín, con sus ojos muy abiertos y
penetrantes.
Sin pensarlo, James se agachó bajo el Espejo. Desesperadamente, se asomó,
estirando el cuello para ver si había sido descubierto. Desde esta nueva perspectiva,
la escena del espejo parecía distinta. De hecho, el espejo en sí era diferente. Era
bastante más pequeño, con marco plateado, y colgaba en una pared de piedra en vez
de sobre un marco de madera. James frunció el ceño, confundido y asustado. Ahora
que miraba a su alrededor, pudo ver que estaba en un lugar totalmente diferente. De
alguna manera, había atravesado el espejo. Cuando había deseado estar en otro lugar,
había estado tocando el Espejo Mágico, y el Espejo aparentemente había convertido
su deseo en realidad. ¿Cómo podía haber sido tan descuidado? Las páginas del libro
de Concentración habían estado revoloteando con el viento, así que no había manera
de saber a qué página del libro había sido enviado.
James intentó tomar nota de los alrededores. Todavía estaba acurrucado por
debajo del nuevo espejo, agachado en un estrecho espacio entre la pared y una
especie de enorme bloque de piedra. Había voces cerca. Con mucho cuidado, James
alzó la cabeza. El bloque era de alrededor de un metro de alto con una enorme y
complicada forma que surgía de él. Con un sobresalto, James comprendió que era
una estatua. Parecía vagamente familiar, aunque era difícil saberlo desde esa
perspectiva. Se asomó alrededor del monstruoso pie tallado, intentando con todas
sus fuerzas no respirar. Las voces estaban muy cerca, y cuando miró detenidamente,
al fin vio a sus propietarios. Había cuatro personas, todas vestidas con túnicas y
capas de varios colores. Daban la espalda a James, formando una línea desigual. De
repente, se produjo un destello cegador y una ráfaga de humo acre.
—Una para la posteridad, creo yo —gritó una voz animada—. Es una pena que no
será en color.
—El color llegará pronto, Godric —trinó felizmente la voz de una mujer—. Y tal
vez incluso movimiento, como pequeñas pinturas vivas.
—Ya tenemos pinturas en movimiento —dijo una segunda voz de hombre con un
deje despectivo—. No se me ocurre cómo este proceso pueda ser de alguna manera
superior.
—Siempre tan escéptico, Salazar —comentó una voz diferente de mujer—. La
inventiva de Rowena debería ser alabada, no criticada. Deja que los aprendices que
trabajan en ello perfeccionen su técnica.
Los ojos de James casi se salían de sus órbitas. Ahora que la fotografía había sido
tomada, los cuatro individuos gravitaban hacia la rotonda de entrada. Cerca de allí,
un pequeño y canoso duende estaba apagando el mecanismo del flash mientras otro
duende desmontaba una gigantesca y antigua cámara. Mientras las dos mujeres y los
dos hombres salían al pasillo iluminado por el sol, James miró hacia el alto corredor
abovedado. Allí, en la parte alta del arco, cuidadosamente talladas en piedra, con
letras tan definidas como el cincel con el que habían sido talladas, se leían las
palabras:
« SCHOLA HOGVARTENSIS ARTIUM MAGICARUM ET FASCINATIONUS »
James se derrumbó contra la pared mientas las voces se desvanecían. No cabía
duda. De alguna forma, increíblemente, había sido lanzado de vuelta a los tiempos
de la fundación de Hogwarts. Estaba en la antigua rotonda, escondido bajo la estatua
intacta de los fundadores, mientras los mismísimos fundadores salían a la luz de una
puesta de sol de mil años atrás. Pero lo que asombró a James fue que lo más absurdo
de todo era que Ashley Doone había tenido razón aquel día en Historia de la Magia.
James era el fantasma del pedestal.
domingo, septiembre 14, 2008
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