Continuamos, una vez mas, con nuestra entrega diaria de capítulos en español de la continuación de la serie de Harry Potter, James Potter y la Maldición del Guardián, creada por el estadounidense G. Norman Lippert. Ahora toca el turno a el capítulo número 8, titulado "La Audición". ¡Que lo disfrutes!.
Capítulo 8: "La Audición"La clase del día siguiente de Defensa Contra las Artes Oscuras fue más soportable
que las anteriores, solo porque tenían como invitado a un profesor ayudante. Él era
posiblemente más famoso que el propio Debellows ya que no sólo era el nuevo líder
del escuadrón de fuerzas especiales Harriers, sino también un antiguo jugador de
Quidditch de la Copa Mundial Búlgara. Viktor Krum entró a zancadas decididas en
el gimnasio mientras Debellows lo presentaba, y la asamblea de estudiantes aplaudió
sin rodeos. James conocía a Krum muy vagamente, lo había visto una o dos veces en
años anteriores. Viktor Krum había competido, por supuesto, en el Torneo de los
Tres Magos junto con el padre de James y la tía Fleur. En esos tiempos, también había
tenido una corta y romántica relación con tía Hermione, razón por la cual en las
pocas ocasiones en las que Viktor había estado en la misma habitación con la familia
Weasley, tía Hermione mantenía a menudo la mirada apartada y tío Ron sacaba
pecho y adoptaba una actitud de ruidosa amenaza.
Viktor habló a la clase con su incontenible acento, contándoles como se había
entrenado junto con Kendrick Debellows en sus primeros años como Harrier, y
asegurando a todo el mundo que no estaría donde estaba hoy si no fuera por el
liderazgo y el ejemplo de ese hombre. James se aburrió casi inmediatamente. Le
gustaba mucho Viktor, pero le desagradaba lo suficiente Debellows como para que la
simple vista del hombre absorbiendo las alabanzas de su protegido le enfermara un
poco. Lo bueno fue que no hubo carrera a través del Gauntlet ese día, aunque
Debellows desafió a Krum a una "apuesta viril" por ver cual de los dos lo atravesaba
antes. Viktor había declinado el desafío, y a James le gustaba creer que había sido
porque el hombre más joven simplemente no había querido avergonzar a su mentor.
Mientras transcurría la clase, James vio a Ralph, que solo era ligeramente más
artístico que James, garabateando un borrador de la hoja de inscripción para el nuevo
Club de Defensa.
Cuando salían en fila del gimnasio y se abrían paso hacia Historia de la Magia,
James dijo a Ralph:
—Sabes, no deberíamos poner eso hasta saber que tenemos un profesor.
—Eso es tarea tuya —se encogió de hombros Ralph—. Yo tengo que hacer mi
parte. Además, le convencerás. Eres bueno en eso.
—Si, bueno, no le he convencido aún.
—Pues mejor te pones a ello entonces —dijo Rose, encontrándose con ellos en una
intersección—. La primera reunión es mañana por la noche.
James casi dejó caer sus libros.
—¿Mañana? ¿Desde cuando?
—Desde que empecé a hacer correr la voz por el Gran Comedor en el desayuno —
replicó Rose simplemente—. Solo pretendía decírselo a Henrietta Littleby y Fiona
Fourcompass, pero ya sabes como es Fiona. Toda la mesa Ravenclaw estaba
hablando de ello cuando me fui. Había mucha excitación al respecto. A nadie le gusta
la forma en que Debellows está llevando D.C.A.O. aunque fue muy agradable ver a
Viktor por los pasillos esta mañana.
—¡Ni siquiera sabemos donde vamos a reunirnos! —exclamó James—. Creí que
hablaríamos sobre como empezar a echar a rodar las cosas el próximo fin de semana.
—Eso fue antes de que habláramos con el director y viéramos lo que vimos. Ralph
tiene razón. Las cosas parecen un poco más urgentes ahora. Además —resopló Rose,
deteniéndose en la puerta de Historia de la Magia—, estuvimos de acuerdo en que yo
estaba a cargo de la planificación.
—Si, supongo, pero... ¿toda la mesa Ravenclaw?
Rose asintió con la cabeza.
—Y Louis está corriendo la voz entre los Hufflepuffs.
—¡Louis! —chilló James, alzando la voz de nuevo—. ¿Has metido a Louis en esto?
—Me oyó, así que pensé que podía ponerle a trabajar. ¿Qué importa? Creía que
habías dicho que todo el que quería podría involucrarse.
—Si, bueno... —dijo James, bajando la voz—, todo el mundo que quisieramos que se
enterara.
—No creo que las cosas funcionen así —replicó Ralph—. Además, ahora mismo se
ha corrido la voz por toda la escuela ya.
James exhaló frustrado, pero era demasiado tarde para hacer nada al respecto.
Tendría que encontrar a Cedric esta noche si podía. Pensando en eso, se giró y abrió
paso a empujones con el hombro hacia el interior de la atestada clase donde el
profesor Binns ya estaba balbuceando de espaldas a los estudiantes, mientras tomaba
notas fantasmales sobre la ilegible pizarra.
Finalmente se le presentó la oportunidad que esperaba esa noche después de
cenar. Ralph se despidió en las escaleras y Rose estaba en la biblioteca haciendo
algún trabajo. Una vez Ralph hubo descendido a los sótanos, James dio la espalda a
las escaleras y avanzó a lo largo del vestíbulo principal hacia el pórtico. Presentía con
mucha fuerza que tenía que hacer esto por sí mismo. Giró en el pasillo que
desembocaba en la sala de trofeos, ralentizó el paso, mirando alrededor. No había
nadie y los pasillos estaban bastante silenciosos ya que la mayoría de los estudiantes
se habían retirado a sus salas comunes para pasar el resto de la tarde.
James caminó ligeramente a lo largo de las vitrinas, pasando junto a las fotos de
antiguos equipos de Quidditch y exhibiciones de pelotas, placas y trofeos. Se detuvo
por un momento delante del trofeo de Quidditch grabado con una lista de nombres.
Estaba bastante viejo y deslustrado, pero el nombre del fondo todavía era
perfectamente legible "James Potter... Buscador", se leía en una caligrafía fluida. Era
el nombre del abuelo de James al que nunca había conocido. Se sintió de repente muy
triste porque esto le recordó que ya no tenía ningún abuelo. La placa estaba bastante
polvorienta, probablemente olvidada por casi todo el mundo que se movía a diario a
través de estos salones. James sintió la fuerte urgencia de meter la mano en la vitrina
y tocar la placa, para asegurarse de que era real. Era como un ancla que le conectaba
a una persona y tiempo que nunca había conocido. James miró alrededor,
asegurándose de que nadie estaba mirando, y entonces se acercó a la vitrina. La
puerta de cristal chirrió ligeramente cuando la abrió. Extendió la mano y pasó un
dedo sobre el nombre grabado cerca del fondo, dibujando una débil línea en el polvo.
A penas podía sentir el relieve de las letras.
De repente, sin ninguna razón aparente, James pensó en las palabras que su padre
le había dicho la noche del funeral del abuelo: El abuelo es en realidad el tercer padre que
he perdido... estoy de vuelta donde empecé. Este nombre en el trofeo era donde todo había
empezado. Este trofeo es de aquellos últimos años antes de que todo cambiara, pensó James,
antes que la abuela y el abuelo fueran asesinados por Voldemort; antes de que el padrino de
papá, Sirius, se perdiera en la Sala de los Misterios; antes de que el viejo Dumbledore fuera
lanzado de uno de los tejados de este mismo castillo; esto fue antes de que nada de eso
ocurriera, cuando todo el mundo era feliz y nadie había muerto aún. Si al menos... si al
menos...
—Recuerdo ver a tu padre ahí de pie de delante de esa misma placa —dijo una
voz quedamente.
James no se sorprendió. No se dio la vuelta mientras decía:
—He bajado aquí a buscarte. Tenía el presentimiento de que era aquí donde venías
cuando no sabías a donde más acudir.
—Este es el primer lugar que recuerdo después de morir —dijo la voz fantasmal
de Cedric Diggory—. Hubo un largo, largo tiempo de nada, mirando mi propia foto
junto a la Copa de los Tres Magos. Pasaba mucho tiempo haciendo eso. Era...
reconfortante en cierto modo. No podía verme en los espejos, ya sabes. Una de las
peculiaridades de ser un fantasma.
James cerró la vitrina del trofeo y se giró hacia Cedric.
—¿Viste a mi padre aquí de pie, mirando el nombre del abuelo en la placa?
Cedric sonrió ante el recuerdo.
—No solo a él. Estaban los tres. Ron, Hermione y Harry. Fue en su primer año. No
los conocía entonces, pero sabía quién era tu padre. Todo el mundo lo sabía.
James volvió a mirar de nuevo la placa. Ayudaba saber que su padre también
miraba ese nombre y sentía en cierto modo lo mismo que estaba sintiendo él.
Suspiró.
—El pasado es una trampa de acero —dijo Cedric—. Confía en mí en eso, James.
James levantó la mirada, sorprendido.
—¿Qué? —dijo Cedric—. Ha quedado muy profundo, ¿no?
James sacudió la cabeza.
—No. Quiero decir, si, supongo, pero no era en eso en lo que estaba pensando. Es
solo que estaba teniendo el más fuerte y raro de los presentimientos de que esto
había ocurrido antes. Y de repente, pensé en la historia de Ralph.
Cedric pareció asombrado. James siguió, ondeando una mano.
—Una historia que aprendimos en Literatura Mágica. La profesora Revalvier dice
que lo bueno de las historias mágicas es que tienen que ser transmitidas de boca en
boca porque las palabras escritas las enjaulan y las domestican. Las historias mágicas
tienen que estar vivas. Cambian cada vez que se cuentan porque recogen el espíritu
del narrador. No sé por qué; estaba pensando en la última frase de la historia que
Ralph nos contó en clase. Es la única frase que puedo recordar exactamente cuando
intento escribirla.
—¿Cuál es? —preguntó Cedric.
James se mostraba pensativo.
—"Entonces yo soy el Rey de los Gatos" —dijo, como saboreando las palabras.
El fantasma de Cedric se quedó en silencio. Después de un momento preguntó:
—¿Qué significa?
—Esa es justo la cuestión —dijo James, sacudiendo la cabeza—. No parece
significar nada a menos que no esté pensando en ello. Entonces, de repente, aparece
en mi cabeza, como ahora mismo, y parece realmente importante. Solo que no puedo
poner el dedo en la llaga. Parece como algo que ves por el rabillo del ojo, algo que se
desvanece tan pronto como lo miras directamente.
—Bueno, supongo que si es realmente importante, vendrá a ti cuando lo necesites
—dijo Cedric, encogiéndose de hombros—. ¿Dijiste que habías venido aquí en mi
busca?
—Oh —replicó James, sacudiéndose a sí mismo—. Si. Er... —Suspiró, y después
miró al fantasma directamente a sus semitransparentes ojos—. Necesitamos tu
ayuda, Ced. No sé de qué otra forma ponerlo. Hemos fundado este club, Ralph, Rose
y yo. En realidad, fue idea de Noah, Sabrina y Damien, pero fuimos nosotros los que
acudimos a Merlín y conseguimos el permiso y todo eso. Honestamente, ni siquiera
somos los primeros en hacerlo. Mi padre tenía un club como este en sus tiempos,
aunque eso fue después de que tú, ya sabes, er... sea como sea, necesitamos aprender
hechizos defensivos y técnicas y nuestro nuevo profesor de este año se niega a
enseñarnos nada excepto como hacer estiramientos. Tenemos permiso para empezar
oficialmente el club, y por ahora, parece que toda la escuela lo sabe ya. Nuestra
primera reunión es mañana, pero ni siquiera tenemos un profesor. Por eso venía a
buscarte. Cuando hablamos por primera vez de ello, tú fuiste la primera persona en
la que Ralph, Rose y yo pensamos para enseñarnos magia defensiva.
—No puedes hablar en serio —dijo Cedric, sonriendo un poco socarronamente—.
Soy un fantasma, por si no lo has notado. No solo no tengo ya una varita que
funcione, técnicamente, ni siquiera tengo dedos. No podría Aturdir a un conejito.
Paso un mal rato apagando las linternas en mi rutina del "Espectro del Silencio". ¿Y
tú crees que puedo enseñar técnicas de magia defensiva?
—¡Bueno, si! —dijo James, entusiasmándose con el tema—. Quiero decir, ¡tú eras
un gran mago, incluso estando en la escuela! ¡Todo el mundo lo dice! Incluso Viktor
Krum habla de como engañaste al dragón y superaste a las sirenas. ¡Tenías talento
natural! Además, tienes auténtica experiencia en batalla, habiendo pasado todo el
Torneo de los Tres Magos. Y aprendiste con Dumbledore, en la que todo el mundo
dice fue la época dorada de Hogwarts. ¡Vamos, Cedric! ¡Es perfecto!
—Yo no lo creo así, James —dijo Cedric, su sonrisa palideció—. Es genial que
hayas pensado en pedírmelo a mí y todo eso, pero...
—Mira, Cedric, esto no es solo por diversión —dijo James, acercándose más al
fantasma—. Dijiste que no creías que hubiera ya un lugar aquí para ti. Todos tus
viejos amigos y compañeros de clase se han ido. Pero hay un montón de nosotros que
realmente te necesitamos, aquí y ahora. Mi padre dice que eras absolutamente
excelente con los hechizos y técnicas. Sé que todavía lo recuerdas todo porque los
fantasmas no experimentan el tiempo como los vivos. Vamos, ¿qué dices?
El fantasma de Cedric retrocedía rápidamente, con la cara abatida mientras
sacudía la cabeza.
—No puedo, James. Parte de mí realmente querría hacerlo, pero no puedo. No lo
entenderías.
—Mira, Ced, solo inténtalo una semana o dos. ¡Será genial! Todo el mundo te
adorará y yo sé que serás capaz de enseñarnos un montón de cosas. Además...
James vaciló, inseguro de si continuar. Cedric se había detenido y le devolvía la
mirada. James tomó un profundo aliento y continuó.
—¿Recuerdas al final del curso pasado, esa noche cuando hablamos en la sala
común Gryffindor? Me dijiste que todavía sentías un rastro de Voldemort en estos
pasillos, aunque estabas muerto. Bueno, Rose, Ralph y yo vimos algo. Y... he estado
sintiendo cosas. Algo se cuece, y tiene que ver con los viejos mortifagos, la tumba de
Voldemort y una criatura realmente escalofriante con una capa que parece estar
hecha de humo y cenizas. Rose cree que el director está involucrado, aunque yo no
estoy de acuerdo. Lo que intento decir es que podría avecinarse una batalla.
Debellows no nos está enseñando nada que resulte auténticamente útil en una lucha
mágica. Solo queremos estar preparados. Queremos estar listos. Tú provienes de un
tiempo en el que Voldemort aún estaba vivo. Sabes como luchar contra esa gente.
Eres perfecto, te necesitamos.
Cedric miró a James durante un largo y tenso momento. Parecía estar luchando
consigo mismo. Finalmente, bajó la frente y apartó la mirada.
—Tienes razón en una cosa, James. Tengo experiencia en batalla. Me mataron en la
primera que viví. Duré un total de diez segundos.
James se quedó con la boca abierta.
—Ced, no puedes hablar en serio. Esa noche en el cementerio... eso no fue una
batalla. He oído a papá hablar de ello. Él estaba allí, ¿recuerdas? Pettigrew te atacó
sin advertencia. No puedes pensar en serio que...
—De verdad, James —dijo Cedric, alzando la mirada. Los ojos del fantasma eran
muy graves—. No me lo pidas de nuevo. Tengo mis razones. No puedo, ¿vale?
James sostuvo la mirada del fantasma. Después de un momento, suspiró
profundamente.
—Muy bien, Cedric. Olvídalo. Lamento haberte molestado. Ya nos veremos.
James se dio la vuelta y comenzó a alejarse con paso pesado. Llevaba recorrido
medio pasillo cuando la voz de Cedric dijo:
—¿Duele?
James se detuvo en el acto y entrecerró los ojos. Miró sobre su hombro.
—¿El qué?
Cedric no se había movido. Revoloteaba junto a la vitrina de trofeos, mirando
solemnemente a James.
—La marca de tu frente.
El corazón de James se saltó un latido. Sin pensar, se tocó el lugar en el que sentía
el picor y había sentido el dardo de dolor fuera de la oficina del director.
—¿Puedes verla? —susurró ásperamente.
Cedric asintió lentamente con la cabeza.
—¿Que... —empezó James, pero la voz le falló. Se aclaró la garganta—. ¿Qué
aspecto tiene?
La expresión de Cedric no cambió. Sabía que James lo sabía.
—Parece un relámpago, James. Justo como la de tu padre. Excepto que es verde.
Brilla un poco.
Los ojos de James se abrieron de par en par y su corazón palpitó. El punto en su
frente se sentía cálido. Cosquilleaba un poco ahora que pensaba en ello. Miró
impotentemente a Cedric de nuevo.
—No te preocupes —dijo Cedric, presintiendo la pregunta de James—. No creo
que nadie más pueda verla. Aparte de los demás fantasmas, quizás. Solo lleva ahí
una semana o así. Al principio, era muy débil, pero ahora... Por eso te pregunté si
dolía.
Los pensamientos de James eran un torbellino. ¿Qué podía significar esto? ¿Por
qué estaba ocurriendo?
—Duele a veces —admitió James—. Pero solo un poco. Mas que nada solo pica.
Excepto una vez, justo fuera de la oficina del director. Merlín me miró y... dolió. Pero
solo un segundo.
Cedric asintió una vez, solemnemente.
—Préstale atención, James. Debe estar ahí por una razón. Pero ten cuidado. Podría
no ser de fiar.
James asintió, sin oír apenas. Miró alrededor rápidamente, para asegurarse de que
nadie se había aproximado y podía oír la conversación. El pasillo seguía vacío.
Cuando miró de nuevo a Cedric, el fantasma se había desvanecido.
—¿Cedric? —susurró. No hubo respuesta. James no podía estar seguro de si el
fantasma se había marchado de verdad, o solo se había vuelto invisible—. Cedric, si
todavía estás ahí y cambias de opinión... bueno, ya sabes donde encontrarme, ¿vale?
El pasillo estaba completamente silencioso y tranquilo. James se tocó de nuevo la
frente, preguntándose y preocupándose. Finalmente, suspiró, se dio la vuelta, y
empezó a volver con paso pesado hacia las escaleras y la sala común Gryffindor.
Tan pronto como alcanzó la sala común, habló a Rose de su conversación con
Cedric. Ella se mostró sorprendentemente comprensiva ante la negativa del fantasma
a enseñar, recordando la conversación que habían sostenido en el pasillo una semana
antes.
—Probablemente aparecerá tarde o temprano —dijo, asintiendo con la cabeza—.
Solo necesitamos a algún otro entretanto. Está bien, de verdad. Ninguno de los
estudiantes con los que hablé hoy sabían nada de Cedric de todos modos.
—¿Pero quién va a enseñarnos entretanto? —se apuró James—. ¡La gente vendrá
mañana con algunas expectativas, Rose! ¡No podemos decirles sin más que abran sus
libros de texto de Defensa y empiecen con los hechizos que les apetezcan! ¡Será un
completo desastre!
Rose parecía pensativa.
—Podríamos preguntar a Viktor, quizás. Va a estar aquí hasta el próximo fin de
semana. Indudablemente sabe del tema.
—Está demasiado unido a Debellows —dijo James—. Se lo contaría desde el
principio y eso será el final de todo.
Rose estaba explorando la habitación ociosamente. De repente, sus ojos se
abrieron. Miró a James, con una sonrisa ladeada curvando sus labios.
—Hay una persona que ya está entre nosotros y que parece saber bastante de
magia defensiva.
—Los mayores no quieren hacerlo —suspiró James—. Ya lo hemos intentado,
Rose.
—En realidad —dijo Rose, mirando de reojo otra vez—, la persona en la que
estaba pensando es un año menor que tú.
James siguió la mirada de su prima. Scorpius Malfoy estaba sentado a una mesa al
otro lado de la habitación, pasando las páginas de un libro de texto distraídamente.
Levantó la mirada, consciente de la mirada de James, y resopló ligeramente.
—Ni en un millón de años, Rose —dijo James rotundamente, dándose la vuelta y
cruzando los brazos—. Ni en un trillón de años.
—Solo hablaba por hablar —dijo Rose inocentemente—, dijiste que intentó
utilizar hechizos Aturdidores con Albus en el tren. Y los demás de segundo han
estado hablando lo de que hizo con el cabecero de tu cama, lo cual fue, tienes que
admitirlo, bastante impresionante. Ya sabe levitación, y...
—¡No, Rose! —siseó James, interrumpiéndola—. ¡Prefiero todo un curso con
Debellows y el Gauntlet antes de perdirle a él que me enseñe nada!
—¿Estás dispuesto a hablar por el resto de los miembros del club también?
—¡No es un profesor! ¡Es un imbécil creído! ¡Probablemente no lo haga aunque se
lo pidamos! La gente como él no es precisamente del tipo de los que le gusta
compartir.
Rose se alisó la túnica remilgadamente.
—Bueno, no puedes saberlo a menos que lo intentes. De verdad, James.
¿Queremos aprender o no?
James sacudió la cabeza.
—Queremos un profesor, no un pequeño estúpido engreído que nos enseñe unos
pocos trucos. Si quieres que enseñe, pídeselo tú.
—Puede que lo haga —replicó Rose alegremente. Recogió su mochila y se marchó.
James la observó, pero ella simplemente subió las escaleras hacia el dormitorio de las
chicas. Si pretendía pedir a Scorpius que enseñara en el nuevo Club de Defensa, al
parecer no planeaba hacerlo esa noche. Después de un rato, James subió las escaleras
del lado opuesto de la habitación.
Cuando se preparaba para ir a la cama, pensó cuidadosamente en la conversación
que había tenido con el fantasma de Cedric. Debería haber sabido que Cedric se
negaría a liderar el club, y aun así había parecido que parte de Cedric realmente
quería hacerlo. ¿Y que podía significar que Cedric viera un relámpago verde en su
frente? Cuando terminó de cepillarse los dientes en el baño, se inclinó hacia delante,
examinándose en el espejo. Por lo que podía ver, su frente estaba completamente lisa.
Y aún así, incluso ahora, podía sentir ese diminuto y revelador hormigueo. Con
frecuencia, James había visto a gente señalando a su padre, reconociéndole por la
famosa cicatriz, y había creído que sería genial tener una marca así. Por aquel
entonces, James no entendía el precio que su padre había tenido que pagar por esa
cicatriz. Incluso ahora, no podía entenderlo completamente, pero entendía lo
suficiente. Sabía lo bastante como para no desear algo así para sí mismo. En el
transcurso del año pasado, James había luchado con las expectativas de seguir las
pisadas de su famoso padre. Ahora, sabía que esas pisadas eran demasiado grandes
para él. Y lo que era más importante, James tenía su propio camino que recorrer, y
ese era únicamente para él. No era sólo una repetición de lo que su padre había
hecho. Había aprendido la lección, ¿no? ¿Entonces qué pasaba con la cicatriz
fantasmal? ¿Qué estaba intentando decirle? ¿Podía confiar en ella?
No tenía sentido preocuparse por ello. Y aún así era difícil dejarlo correr.
Finalmente, cuando se subía a la cama, James se distrajo intentando pensar en algún
otro que pudiera servir como profesor para el Club de Defensa. No se le ocurría
nadie, y estaba claro que no iba a pedírselo a Scorpius, pero eso apartó de su mente el
misterioso picor de su frente. Finalmente, se quedó dormido.
Había voces, resonando confusamente, o tal vez era solo una voz, pero el eco hacía
que parecieran más. James no podía entender ninguna de las palabras reales, pero el
sonido de la voz era a la vez consolador y enloquecedor, como rascarse un sarpullido
de hiedra venenosa. Estaba oscuro, pero había destellos de algo, como fogonazos de
luz sobre el filo de una hoja cortando el aire. Bajo la voz había un estruendo y
retumbar de maquinaria antigua y un goteo de agua, todo haciendo eco hasta
desorientar. Se oyó ruido de pasos sobre piedra y la voz se acercó más. James pudo
oír las palabras, pero estas estaban desconectadas y resultaban extrañas. La luz
floreció, titilando como a través de agua. Era verde, y había caras en ella. Un hombre
y una mujer, haciendo señas, sonriendo tristemente, esperanzadoramente.
—James, estás soñando, imbécil. ¡Despierta!
Una bolsa de colada golpeó la cabeza de James y éste se sentó de golpe,
parpadeando.
—Ya era hora —masculló Graham adormilado—. Llevo un minuto entero
intentando despertarte. ¿Siempre hablas en sueños?
James miró adormilado a Graham.
—¿Cómo voy a saberlo —masculló gruñonamente—, si lo hago cuando estoy
dormido? —El sueño rondaba su cabeza como un enjambre de mosquitos, pero no
podía recordar mucho de él. La luz del amanecer entró lentamente en la habitación
mientras Graham salía de la cama.
—Bueno, ya que estamos podemos levantarnos —dijo Graham—. Puedo oler el
beicon desde aquí. Vamos a por un plato antes de que Hugo se nos adelante y acabe
con todo.
El sol iluminaba un maravillosamente cálido día de otoño. Las clases de la mañana
pasaron y James apenas lo notó, distraído dando vuelta a los restos del extraño sueño
de la noche anterior, apurado por como liderar la primera reunión del Club de
Defensa de esa tarde, y por las preocupantes palabras de Cedric sobre la cicatriz
fantasmal de su frente. En ese punto, James conectaba el sueño con la cicatriz,
recordando que la cicatriz de su padre había sido una vez una especie de portal a los
pensamientos de Voldemort. Pero Voldemort llevaba muerto mucho tiempo. La
cicatriz de su padre no le había dolido en dos décadas. Fuera lo que fuera lo que
significaba la señal fantasmal en la frente de James, no podía estar conectada con
ningún resurgir del Señor Tenebroso, porque su padre seguramente lo sentiría antes
que nadie.
A menos, pensó James con un sobresalto, que estuviera relacionado con el Linaje,
el sucesor secreto de Voldemort sobre el que ese espíritu del árbol le había hablado el
año pasado. James se estremeció arrodillado en la hierba durante la clase de Cuidado
de las Criaturas Mágicas de Hagrid. ¿Cómo podía estar él conectado con el Linaje? Su
padre, Harry Potter, era el de la cicatriz, no James. ¿Por qué él?
La batalla de tu padre ha terminado, había dicho el espíritu del árbol, la tuya comienza.
—James —dijo Hagrid, mirándole por encima de los demás estudiantes—, ¿pasa
algo malo con la madriguera de la anguila?
James bajó la mirada al resbaladizo lodo amarillo ante sus rodillas. Hundió una
mano en él, tanteando en busca de la Anguila Mucosa que acababa de plantar.
—No, no, está genial, Hagrid. Resbaladiza como debe estar. De verdad, está
genial.
—Esto es absolutamente repulsivo —dijo Ralph, metiendo la mano en su propia
excavación. Salpicó y succionó asquerosamente. De repente, se abalanzó hacia
delante y tiró, sacando la cola de su Anguila Mucosa del barro.
—¡Muy bien! —gritó Hagrid alegremente—. Ralph consiguió poner la suya en
posición vertical. Tan pronto como la anguila está bocabajo en su guarida, se vuelve
torpe. Sólo frótale la barriga agradable y lentamente. Eso la hará hibernar. Entonces
podremos cosechar el limo de anguila. Algo muy útil, el limo de Anguila Mucosa.
Graham hizo una mueca y se sacudió hebras de limo de los dedos.
—¿Esta cosa es planta o animal, Hagrid?
—Bueno, ¿de qué trata esta clase, señor Warton? —preguntó Hagrid en respuesta.
—Cuidado de las Criaturas Mágicas —respondió Graham con monotonía.
—Entonces, ya que no es la clase de Herbología del profesor Longbottom —dijo
Hagrid, sonriendo—, supongo que podemos asumir que la Anguila de Barro es una
criatura mágica con ciertas tendencias vegetales inusuales, ¿no?
—¡Hagrid! —llamó de repente Morgan Patonia, luchando por mantener la voz
firme—. ¡Creo que he tirado demasiado fuerte de mi anguila!
Todo el mundo miró. Morgan se había puesto en pie de un salto y estaba
sujetando su Anguila Mucosa a un brazo de distancia, encogida de miedo a la
contoneante criatura de un metro de largo. Colgajos de limo verdoso caían de la
anguila, salpicando la túnica de Morgan y el suelo bajo ella.
—¡No la sueltes! —gritó Hagrid, lanzando las manos—. ¡Vuelve a bajarla a su
madriguera, pero no la sueltes! ¡Se arrastrará hasta el lago y nunca volveremos a
verla, y estas anguilas son realmente valiosas! Bájala con cuidado, la cabeza primero
en la madriguera, así, señorita Patonia.
Ralph observó a Morgan hundir la anguila contoneante de vuelta al amasijo de
resbaladizo lodo. Su cara era una máscara de asco absoluto. La cabeza con forma de
flecha de la anguila tocó el barro, el cuerpo se lanzó hacia adelante, intentando
enterrarse en su madriguera.
—Ahí está —suspiró Hagrid, relajándose—. Ningún daño. Una buena lección para
todos nosotros, de hecho. Mantener la cabeza en la madriguera. Mejor prevenir que
lamentar, ¿eh, señorita Patonia?
Morgan sonrió animosamente, con aspecto, de hecho, de lamentarlo bastante. El
limo brillaba en salpicaduras largas por su túnica.
—Antes de averiguar que era mago —dijo Ralph melancólicamente, mirando a la
túnica de Morgan—, planeaba asistir a la Escuela Byron Bruggman para Chicos.
Apuesto a que allí no tienen nada parecido a las Anguilas Mucosas.
—Piensa en lo que te habrías perdido —dijo Graham, sonriendo compasivamente.
Salpicó limo con los dedos hacia Ralph.
Más tarde ese día, James se abría paso a través de los atestados pasillos, mirando
subrepticiamente alrededor, preocupado porque le estuvieran siguiendo. La hora
libre de la tarde había sido elegida por la profesora Curry para las audiciones, y
James iba de camino a la clase de Estudios Muggles. A medio pasillo, se encontró con
Rose y Ralph, que charlaban animadamente.
—¿Qué estáis haciendo vosotros dos? —preguntó James, mirándolos por turnos.
—Bueno, yo iba a presenciar la audición de Petra para el papel de Astra —replicó
Rose—, si te parece bien, primo.
—Y yo solo me apunté porque la alternativa era ir a empezar mis deberes de
Encantamientos —replicó Ralph—. Rose dice que me ayudará con ellos si espero
hasta esta noche. Una elección fácil. ¿Qué hay de ti?
—¿Yo? —dijo James, su voz chillando culpablemente—. Nada. En realidad. Solo...
la misma razón. Vamos, entremos.
Cuando entraron en la clase de Estudios Muggles, la cara de James estaba rojo
remolacha. Caminó rápidamente hasta la parte delantera de la clase, esperando que
Ralph y Rose no le siguieran. Entró de lado en la fila delantera, y le molestó ver que
los dos se colocaban tras él.
—¿Qué pasa contigo, James? —preguntó Rose, sentándose y frunciéndole el ceño
con curiosidad.
—¿Encontraste un lugar para la reunión del Club de Defensa? —replicó James,
cambiando de tema.
—Siiii —dijo Rose lentamente, todavía estudiando la cara de James—. El gimnasio
no se utiliza por las tardes, así que conseguimos permiso para reunirnos allí. Todo
está arreglado.
—¿El gimnasio? —gimió Ralph—. Odio ese lugar. Ahí es donde Debellows da su
clase. ¿Eso fue todo lo que pudiste encontrar?
—Es el lugar de reunión perfecto —replicó Rose rígidamente—. No hay mesas ni
sillas que apartar y hay ya bastantes blancos para practicar hechizos. Y tarde o
temprano, si empezamos a realizar duelos de práctica, el suelo acolchado será muy
útil.
—¿Estás segura de que los duelos son buena idea? —preguntó Ralph—. Quiero
decir, James dijo al director que no practicaríamos unos con otros.
—Los duelos son esenciales para la técnica defensiva apropiada, Ralph —dijo
Rose, poniendo los ojos en blanco—. No puedes obtener buenos hechizos sobre
blancos inmóviles. Además, yo preferiría que el director no estuviera al corriente de
la extensión de nuestro entrenamiento. Podría cerrarnos el club.
James frunció el ceño.
—Rose, eso es ridículo. Probablemente Merlín se alegraría de que estuviéramos
aprendiendo auténticas técnicas de batalla.
—¿Oh? ¿Entonces por qué contrató a Debellows en primer lugar? —preguntó
Rose, alzando las cejas.
—Merlín no está al cargo de ese tipo de decisiones —replicó James, pero no estaba
seguro de eso.
—Mi madre y mi padre trabajan los dos en el Ministerio, James. Ambos sabemos
que el director tiene la última palabra en cuanto al profesorado. Además, Merlín no
es el tipo de hombre que deja que otros tomen decisiones por él. Debellows está aquí
porque Merlín le quiere aquí.
Ralph dijo:
—Eso no significa que esté intentando impedirnos aprender nada útil.
—No —estuvo de acuerdo Rose fácilmente—. Pero si lo estuviera haciendo,
Debellows sería una forma genial de asegurarse de ello. Y después de lo que vimos
en el espejo, no voy a arriesgarme.
James abrió la boca para discutir con Rose, pero en ese momento, la profesora
Curry se levantó y se aclaró la garganta.
—Gracias a todos por venir —pronunció con una vibración—. Estas audiciones no
son en horario de clase obligatorio, así que me tomaré como señal de sano interés en
nuestra producción el que tantos hayáis venido a observar. Por supuesto, no es así
exactamente como se conducen las audiciones en el teatro muggle, pero en interés de
la educación, hemos escogido un formato de elección más público. Hoy,
completaremos las audiciones para los papeles de Astra, Treus, Rey Julian y Vieja
Marsh. Las decisiones finales serán tomadas por mí y los representantes electos de
los mayores departamentos teatrales. Mostremos algo de reconocimiento por el jefe
del departamento de atrezo, el señor Jason Smith, la directora de vestuario, señorita
Gennifer Tellus, el jefe de tramoyistas, señor Hugo Paulson, y finalmente, mi
ayudante de producción oficial y directora asociada, la señorita Tabitha Corsica.
Los cuatro representantes estaban sentados a una larga mesa en una esquina
delantera, colocada en ángulo a fin de que estuvieran de frente a la clase y a la zona
designada como escenario para las audiciones a la vez. Los cuatro estudiantes
aceptaron la ronda de aplausos poco entusiasmados, asintiendo con la cabeza y
sonriendo. Hugo se levantó y abrió los brazos de par en par, como si estuviera
aceptando un premio. Hizo una profunda reverencia y Gennifer Tellus tiró de él de
vuelta a su asiento, poniendo los ojos en blanco. En el extremo de la mesa, Tabitha
sonreía inescrutablemente. Brevemente, hizo contacto ocultar con James y le guiñó
un ojo. James le frunció el ceño.
—Primero —dijo la profesora Curry, consultando un manojo de pergamino que
tenía en la mano—, terminaremos de ver a las dos candidatas finales para el papel de
Astra. La señorita Josephina Bartlett, de séptimo curso, Ravenclaw, leerá primero.
Por favor, como siempre, se apreciaría silencio en la galería. Eso significa nada de
aplausos, gracias. Señorita Bartlett, cuando esté lista.
Josephina Barllet saltó virtualmente al frente de la habitación, con la túnica
rebotando a su alrededor y su largo cabello rubio captando la luz del sol de las
ventanas.
—Gracias a todos, y particularmente, a los miembros del comité —dijo Josephina,
sonriendo triunfalmente—. Escojan a quien escojan, esta ha sido una maravillosa
oportunidad para mí y todos los demás candidatos.
—Solo lee, Josephina —dijo Gennifer, arqueando una ceja.
Josephina apretó su sonrisa una muesca más, fulminó a Gennifer con la mirada, y
de repente dejó caer los brazos y la cabeza como si hubiera sido apagada. Tomó un
profundo aliento, aparentemente mirando al suelo entre sus pies. Entonces,
lentamente, alzó la cabeza. Sus ojos brillaban. Miraba más allá de la asamblea de
estudiantes, con una expresión de beática angustia grabada en la cara.
—¡En verdad! —exclamó, alzando los brazos tan rápido que su manga revoloteó.
Señaló directamente adelante. Sentado a la mesa del comité, Hugo realmente miró
para ver qué estaba señalando Josephina. Gennifer le dio un codazo. Josephina tomó
un enorme y estremecido aliento—. ¿Será eso que ilumina el sol poniente la vela de
mi amor que retorna, o mis ojos se dejan engañar por el deseo de mi corazón? Si yace
ahora en la tumba del más profundo de los océanos, entonces no permitáis que mi
alma despierte, que los fervientes sueños no pasen; ¡mejor yacer en una cripta de
sueño que caminar por una muerte en vida, el mundo, mi infierno, sin mi querido
Treus! ¡Escucha, corazón mío, apunto de romperse, debes hacerlo! Oh, Treus, ¿es
cierto? ¡Declara tu llegada ahora, o déjame unirme a ti y dormir en la lúgubre
muerte! ¡Pero no te atrevas a mantener mi alma en esta angustiosa espera! Treus,
hazme saber tu respuesta o permite a mi alma partir... ¡partir!... para escapar al sueño
eterno... de la muerte.
Josephina se quedó en silencio, una sola lágrima bajaba por su mejilla. Su labio se
estremecía temblorosamente. Entonces, súbitamente, su cara se despejó. Se limpió la
lágrima con la manga y sonrió a la galería. Hubo un jadeo colectivo. Incluso James
había estado conteniendo el aliento. Rose le miró fijamente, molesta. James se
encogió de hombros y Rose puso los ojos en blanco.
—Muy bien, señorita Bartlett —dijo Curry desde su asiento a la mesa—. Tal vez
un poco, er, melodramático pero indudablemente bastante evocativo. ¿Algún
comentario de la mesa?
La cara de Hugo estaba arrugada de concentración.
—¿Qué significa "fervientes"?
Gennifer suspiró, y después se giró hacia Josephina.
—Obviamente has practicado, Jo, y eso se ve. Buena preparación.
—Dime —dijo Tabitha, bajando los ojos al tablero de la mesa y frunciendo la
frente—, ¿intentabas representar a Astra tan triste y desamparada, o tenemos que
creer que simplemente ha experimentado una lobotomía frontal completa?
La sonrisa de Josephia se volvió quebradiza.
—Tómatelo como quieras, Tabitha. No creo que nadie más comparta tu, ah,
interpretación profesional.
—No estoy segura de que eso sea así exactamente —dijo Tabitha dulcemente,
sosteniendo la mirada de Josephina.
—Si querías el papel —dijo Josephina, abandonando su sonrisa—, deberías haber
hecho la audición. De otro modo, deja que los pocos que sabemos actuar hagamos
nuestro trabajo.
—Observación anotada, señorita Bartlett —dijo Curry rápidamente—. Por favor
siéntase libre de volver a su asiento. Ahora, también leyendo el papel de Astra,
tenemos a Petra Morganstern, séptimo curso, Gryffindor. Señorita Morganstern,
¿preparada para su lectura?
Petra se levantó de su asiento en la parte de atrás de la habitación. James se giró
para observarla aproximarse al área del escenario. Llevaba el libreto con ella, y
cuando se giró de cara a la galería, lo consultó. Sus labios se movieron mientras leía
las primeras líneas.
—Intenté practicar con ella —susurró Rose a James—, pero dijo que quería
improvisar, sin practicar. Te lo juro, apenas leyó el libreto entero ayer.
Petra bajó el libreto otra vez y tosió en su puño. Finalmente, miró sobre la
multitud de estudiantes, con la cara casi en blanco excepto por un ligero ceño en la
frente. Hubo casi diez segundos de silencio, y a James le preocupó que Petra pudiera
haberse olvidado de las frases. Finalmente, casi en un susurro, Petra dijo las primeras
palabras del discurso: "En verdad".
La habitación entera pareció inclinarse hacia delante mientras Petra recitaba las
líneas tranquila y pensativamente, como para sí misma. Su voz solo alcanzó el
volumen normal de conversación cuando alcanzaba el final.
—Oh, Treus, ¿es cierto? —dijo, y su voz estaba llena de duda, como si supiera que
la esperanza de Astra eran tan frágil como el papel—. Declara tu llegada ahora o
déjame unirme a ti y dormir en la lúgubre muerte... —Hizo una pausa, y su voz cayó
de nuevo, justo por encima de un susurro—. Treus, hazme saber tu respuesta, o
permite a mi alma partir... escapar al sueño eterno... de la muerte.
Petra se detuvo, su cara todavía mostraba la misma expresión que al empezar.
Parecía estar mirando a través de la pared trasera hacia algo muy lejano, como un
espejismo. Entonces, sin una mirada a la mesa del comité, se metió el libreto bajo el
brazo y volvió a recorrer el pasillo central. James la observó hasta que volvió a su
asiento.
—Muy bien, señorita Morganstern —dijo la profesora Curry—. Un poco suave
para el escenario, pero podemos trabajar en el histrionismo cuando llegue el
momento.
—Se comió el segundo "partir" —masculló Josephina desde su asiento.
No parecía haber ningún otro comentario de la mesa. Curry se levantó, sacando su
manojo de pergaminos de nuevo y ajustándose las gafas.
—A continuación, las lecturas para el papel de Treus. Hemos reducido los
candidatos a algunos de los de primeros años ya que Treus debe ser el más joven de
los dos pretendientes de Astra.
La cara de James ardió. No había contado a Ralph y Rose que se había apuntado
para el papel de Treus. Su primera lectura había ido bastante bien, aunque habían
estado presente solo la profesora Curry y unos pocos de primero en esa audición
inicial. Ni siquiera sabía quien más era candidato al papel. Miró a Rose y Ralph.
—Tengo que deciros algo —susurró urgentemente.
—¡Shh! —siseó Rose.
—Solo quedan dos candidatos para el papel de Treus —estaba diciendo Curry—.
Uno de Slytherin y otro de Gryffindor, pero irónicamente, ambos de la misma
familia. Primero, el primero por orden alfabético de nombre propio ya que ambos
tienen el mismo apellido. —Curry sonrió indulgentemente y se quitó las gafas—.
Primer curso, Slytherin, Albus Potter.
Simultáneamente, las bocas de James, Ralph y Rose se abrieron de par en par. Rose
y Ralph se volvieron hacia James, pero James se giró en su asiento, buscando a su
hermano. Albus se levantó de un salto y trotó hasta la parte delantera de la
habitación, lanzando una sonrisa y un encogimiento de hombros en dirección de
James. James no podía creérselo. ¿Albus, en una obra? Por supuesto, no era más
sorprendente que ver al propio James intentando actuar, pero aún así. Así que eso
era lo que significaba el guiño astuto de Tabitha desde la mesa del comité.
Probablemente ella le había metido a Albus la idea en la cabeza, solo para provocar
desavenencias entre los dos hermanos. Y Albus la estaba dejando tener éxito en el
intento. James humeó furiosamente en su asiento.
—¡Pequeño imbécil! —jadeó Rose, codeando a James—. ¿Por qué no nos lo dijiste?
—¡Lo intenté! —replicó James, todavía observando a su hermano saltar al
escenario—. Er, hace diez segundos.
Al parecer Albus había memorizado sus líneas. Se aclaró la garganta, y después
miró de reojo a la mesa del comité.
—¿Se supone que tengo que decir algo? —preguntó alegremente—. Esta es solo mi
segunda vez intentando actuar en una obra. ¿Se supone que debo dar las gracias a la
academia o algo primero?
—Eso viene bastante después, señor Potter —dijo Curry, sonriendo
indulgentemente—. Solo lea las frases, por favor. Cuando quiera.
Albus asintió con la cabeza. A los ojos de James, su hermano no parecía nervioso
en lo más mínimo. Saltó sobre las puntas de los pies un poco, y después extendió las
manos, como abarcando el cuarto.
—¡Maldito Donovan! —gritó, su cara oscurecida—. ¡Traidor malcontento! Si
hubiera habido espacio entre mis pensamientos para algo más que los hechizos de
Eros y la vanidad, podría haber visto el malvado complot que se avecinaba. Mi
orgullo siniestro y estúpido me hizo dejarme embaucar por esa lengua aceitosa, y mis
sueños de fama aceptar su ruinosa empresa; y ahora es demasiado tarde para frustrar
su vil y viciosa victoria. Oh, Astra, esposa de mi corazón, revierte mis velas y envía
viento del norte; ¡todavía podemos derrotar a la tormenta de este villano! A las
armas, en pie, oh, hombres, para defender la causa de la justa verdad: ¡la lanza para
perforar su corazón mentiroso! ¡Pero mirad, sus nubes han bloqueado el sol, y se
convierten en enemigos! Magos y hombres, empuñad las varitas y armas para luchar
contra los mares violentos esta noche, con la mañana llegará nuestra victoria, o
yaceremos en camas de arena oceánica; ¡la morada de nuestra malograda gloria!
Albus terminó su conmovedor discurso con un grito triunfante, sacudiendo una
varita invisible hacia el cielo. Hubo unas pocas risas y unos pocos aullidos de ánimo.
Este discurso era, después de todo, un clásico grito de batalla en el mundo mágico.
Unos pocos observadores valientes habían recitado la última frase junto con Albus,
sonriendo y sacudiendo sus propias varitas invisibles.
—Gracias, señor Potter —gritó Curry ruidosamente, ahogando los estallidos—.
Muy animoso pero no exactamente tan grave como podría esperarse. Los soldados
no se están embarcando en un partido de Quidditch; se enfrentan a la probabilidad
de su propia destrucción. Uno podría esperar que su líder fuera un poco menos
frívolo. Aún así, una actuación muy entusiasta. Por favor, vuelva a su asiento.
Curry no necesitó consultar sus pergaminos. Cuando Albus se retiró a su asiento,
sonriendo y chocando los cinco con algunos de sus amigos, Curry miró directamente
a James.
—Y ahora, también leyendo el papel de Treus, el mayor de los Potter, James.
Segundo curso, Gryffindor. Cuando quiera, señor Potter, el escenario es todo suyo.
James se sentía pegado a su asiento. Se obligó a sí mismo a levantarse, y después
pasó rápidamente junto a Rose y Ralph. Para cuando alcanzó el escenario, su mente
estaba completamente en blanco. Había memorizado las frases de la audición, pero
ahora, distraído por la sorprendente actuación de Albus, ni siquiera podía pensar en
la primera palabra. Miró a la mesa del comité y sonrió tímidamente. La profesora
Curry asintió animosamente. Tabitha sonreía presuntuosa, obviamente disfrutando
de la incomodidad de James. Una chispa de furia se encendió en James cuando vio
esa sonrisa, y con esa furia, recordó las dos primeras palabras del papel.
—Maldito Donovan —dijo James, intentando mirar a la galería. Sus ojos se
encontraron con los de Albus y su furia se incrementó. Quemaba a fuego lento en sus
palabras mientras las pronunciaba entre los dientes parcialmente apretados—.
¡Traidor malcontento! Si hubiera habido espacio entre mis pensamientos para algo
más que los hechizos de Eros y la vanidad, podría haber visto el malvado complot
que se avecinaba... —A medidad que las palabras llegaban, James permitió que su
propio resentimiento las alimentara. Alzó la voz, e incluso se permitió mirar de reojo
a Tabitha. Quedó sombríamente complacido al ver que ya no sonreía—. Magos y
hombres, empuñad varitas y armas para luchar contra los mares violentos esta
noche, con la mañana llegará nuestra victoria, o yaceremos en camas de arena
oceánica; ¡la morada de nuestra malograda gloria!
Rose estalló en un aplauso. Ralph y algunos otros se le unieron, pero fueron
rápidamente acallados por una mirada de advertencia de la profesora Curry.
—Muy apasionado, debo admitirlo, señor Potter —dijo Curry apreciativamente—.
No estoy segura de donde ha encontrado su motivación, pero me atrevo a decir que
fue bastante efectiva. Ejem. Puede tomar asiento. A continuación, tenemos a la
señorita Ashley Doone, segundo año, Gryffindor, leyendo el papel de la Vieja Marsh.
Señorita Doone, el escenario es suyo.
Ashley se aproximó al escenario en su papel, encorvada y tambaleándose. Alcanzó
el escenario, se detuvo, y después se giró, chillando roncamente y doblando los
dedos como garras. James, se sentó bastante triunfante en la fila delantera, tuvo que
suprimir una sonrisa.
—Eso estuvo espectacular —susurró Rose a su oído—. ¡No lo había creído de ti!
—Fuiste tú la que me dijo que intentara conseguir el papel —susurró James en
respuesta.
—Si, bueno, solo estaba siendo amable —admitió Rose—. Pero me alegro de que lo
hicieras. Estuviste realmente asombroso. Tengo la carne de gallina.
Veinte minutos después, la asamblea salía en fila de la clase de Estudios Muggles.
James siguió a Rose y Ralph al pasillo y se detuvo, con los ojos muy abiertos.
—No parezcas tan sorprendido —dijo Rose, palmeándole el hombro—. Estuviste
brillante. Te mereces el papel.
—Pero yo no soy actor —dijo James, mirándola.
—Un poco tarde para preocuparse por ese detallito —sonrió Ralph.
Albus se abrió paso entre la multitud y se aproximó a su hermano.
—Si, bueno, en realidad no quería estar sobre el escenario —dijo, extendiendo los
brazos—. Lo divertido era hacerle ojitos a Josephina.
—No me lo recuerdes —dijo Rose enfáticamente—. No puedo creer que la
escogieran en vez de a Petra.
—Yo creo que lo hizo muy bien —comentó Ralph, mirando al techo.
—Tu crees que se veía muy bien, eso es todo —replicó Rose, sacudiendo la
cabeza—. Puedo ver directamente a través de ti, Ralph Deedle.
—Eso no es cierto —dijo Ralph a la defensiva—. Bueno, quiero decir, es cierto,
pero no solo por eso creo que merezca el papel.
Tabitha salió de la clase y miró de reojo a Albus. Sonrió y se acercó al grupo.
—Felicidades, James. Inspirada actuación. Es bueno ver que tú y Albus no sois
demasiado competitivos en cosas así.
—Esfúmate, Corsica —dijo James, dándole la espalda—. No intentes que parezca
como si te alegrara que no nos estemos tirando uno a la garganta del otro.
Tabitha miró tristemente a James, pero la cara de Albus se oscureció.
—¿Qué demonios pasa contigo, James? Actúas como si Tabitha tuviera algo contra
nosotros. ¡Apuesto a que ni siquiera sabes que votó para que tú consiguieras el papel!
¡Y estoy de acuerdo con ella! Así que por qué no te contienes un poco, ¿eh?
James se giraba hacia su hermano, pero otra voz habló antes de que pudiera
responder.
—Tabitha no votó por mí, pero aún así tengo el papel —dijo Josephina. Sonrió a
Tabitha desde donde estaba de pie, rodeada por una pandilla de chicas Ravenclaw—.
"Lobotomía frontal completa" uno, "interpretación profesional de Tabitha” cero.
Las chicas rieron y Josephina batió las pestañas, y después se alejó. Tabitha parecía
tan serena como siempre, pero también se había olvidado de James. Se deslizó entre
la multitud sin mirar atrás, aparentemente siguiendo a Josephina y su cortejo. Albus
lanzó una mirada irritada a James y se alejó a su vez.
—Voy a buscar a Petra —dijo Rose, sacudiendo la cabeza con pesar—. Seguro que
estará disgustada por no conseguir el papel. Os veré en el gimnasio después de la
cena. No lo olvidéis.
—No lo haremos —replicó Ralph, molesto.
—Durante la última media hora, he olvidado por completo esa condenada reunión
—se quejó James, girando para seguir al resto de los estudiantes hacia la cena en el
Gran Comedor.
—No te preocupes por eso —dijo Ralph felizmente—. ¿Qué es un pequeño Club
de Defensa para el gran Treus, Conquistador del Mar Caspio?
jueves, septiembre 11, 2008
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