Como dice el tan conocido refrán, 'mejor tarde que nunca', ahora te traemos, recien salidito de la traducción, el sexto capítulo del libro 'James Potter y la Maldición del Guardián', escrito por G. Norman Lippert, continuando la saga de Harry Potter con su hijo, James. A continuación te dejamos el sexto capítulo para que lo leas.
Capítulo 6: "El Rey de los Gatos"El jueves por la mañana, la primera clase de James y Ralph era Literatura
Mágica. El aula consistía en una galería semicircular adjunta a la parte trasera de la
biblioteca. Las ventanas estaban alineadas en la pared curva, llenando la habitación
con la luz solar de la mañana. La nueva profesora de Literatura Mágica, Juliet
Revalvier, estaba sentada en su escritorio, hojeando un gran libro mientras los
estudiantes encontraban sus asientos. Comparada con la mayoría del personal
docente de Hogwarts, la profesora Revalvier era una mujer relativamente joven y
menuda. Su cabello rubio oscuro le llegaba la altura del hombro, enmarcando un
rostro abierto y amigable. Con sus gafas de lectura puestas, James pensó que se
parecía un poco a un duendecillo listo.
—Otra vez tú, no —susurró Ralph cuando Rose se deslizó en el asiento junto al
de él.
—Pedí específicamente entrar en esta clase si podía —explicó Rose, sacando su
libro de texto de Literatura Mágica de la mochila—. Tengo todos los libros que
pide Revalvier en los clásicos de la literatura mágica. Incluso escribió ella misma
algunas novelas, hace un par de décadas, aunque en su mayoría se comercializaron
entre los muggles bajo un seudónimo. Todo fue un poco controvertido.
—Sí, creo que oí hablar de ello —dijo James, recordando a Creevey Cameron y
sus novelizaciones de las aventuras de Harry Potter–. Era ella, ¿no?
—Bueno, ella y algunas otras personas. Fue un proyecto de prueba, encabezado
por una de las grandes compañías editoriales del mundo mágico. Creo que el
problema fue, en todo caso, demasiado éxito. El Ministerio terminó involucrándose
y hubo bastante alboroto. Al parecer, publicar versiones reales del mundo mágico
como ficción en el mundo muggle es una violación a la Ley de Secretismo, aunque
el Wizengamot nunca la condenó por nada. Aunque fue despojada de la mayor
parte de sus derechos de autor, lo cual explica por qué terminó aquí, enseñando.
En ese preciso instante, la profesora Revalvier cerró su libro y se levantó,
metiendo las gafas de lectura en su túnica. Consultó el reloj de la pared trasera de
la sala y se aclaró la garganta.
—He aquí, ¿de qué manera estos mundos —dijo, sonriendo un poco y dejando
vagar su mirada cara a cara por toda la habitación—, evocan en las almas de los
hombres tan fácilmente las más primordiales piedras angulares del corazón?
¿Cómo se forjaron estos reinos que ninguna mano puede tocar, aunque laceran los
cimientos de todo lo que es más genuino? ¿Me atrevo a declarar el pedestal sobre
el que surgen estos reinos y componen los ladrillos de sus paredes? Ni piedra ni
madera ni joyas preciosas pueden soportar los juicios del tiempo, más allá de los
reinos engendrados por palabras, pensamientos y rima.
La profesora tomó un profundo aliento, y luego, con una voz diferente, dijo:
—Era una cita de una de las más antiguas y veneradas baladas del mundo
mágico, El Heraldo. No hay constancia del autor de ese trabajo, ni ninguna fecha
fiable de cuando fue escrito. No sabemos nada de la época en que se escribió: quién
era rey, en qué ciudad se originó, ni siquiera la lengua que se utilizaba. Y, sin
embargo, la balada en sí persiste. Si existe algo que pruebe el tema de la balada...
que no existe un reino más hermoso, eficaz y duradero que el reino de las
palabras... entonces esa prueba es El Heraldo mismo, que ha perdurado mucho más
tiempo que la civilización en la que se engendró.
Por el rabillo del ojo, James veía a Rose garabatear apuntes febrilmente. Este,
sabía, era justo el tipo de cosas para las que Rose vivía. Miró hacia abajo, a su
propio pergamino, que estaba todavía en blanco, y se preguntó si valía la pena el
esfuerzo de intentar tomar sus propios apuntes, o si había alguna esperanza de que
Rose le dejara copiar los suyos.
—El mundo mágico es muy antiguo, y, por tanto, tiene una muy rica historia
literaria —siguió Revalvier, gesticulando hacia los estantes de libros de la parte de
atrás de la sala—. No tenemos ninguna esperanza de explorar siquiera una décima
parte de esa historia. Sin embargo, elegiremos las principales obras representativas
de cada época, y nos sumergiremos en ellas tan profundamente como podamos,
para entender mejor los tiempos de donde provienen. Mucha gente encuentra la
literatura aburrida. Estas personas desafortunadas simplemente nunca han tenido
las historias bien abiertas a ellos. Haré todo lo posible para abrir estas historias
para vosotros, estudiantes. Con algo de suerte, veremos a estas historias cobrar
vida. Y no sólo a las de la sección especial de la biblioteca donde los libros deben ser
encadenados a los estantes para evitar que se escapen.
Hubo una breve ola de risa cortés. Revalvier la aceptó con una sonrisa de
disculpa.
—Comenzaremos nuestra exploración de la literatura del mundo mágico con un
desafío. En lugar de un clásico famoso o de una venerada balada, comencemos con
algo un poco más accesible. Pidamos algunos voluntarios. Alguien me dirá, por
favor, ¿cuál era su cuento favorito mientras crecía?
James recorrió el aula con la mirada. Una chica Ravenclaw llamada Kendra
Corner levantó la mano. Revalvier asintió hacia ella alentadoramente.
—¿La historia que sea? —Preguntó Kendra—. ¿Incluso si es corta?
Revalvier sonrió.
—Especialmente si es corta, señorita Corner.
—Bueno —dijo Kendra, sus mejillas se enrojecieron un poco—, mi historia
favorita cuando era pequeña era Las Tres Tontas y Viejas Gruñonas.
—Muy bien, señorita Corner —dijo Revalvier—. Me imagino que muchos de
nosotros hemos oído la versión de las tres ancianas llevando sus productos al
mercado. Una historia muy antigua, esa, y un excelente ejemplo. ¿A alguien más?
Graham fue el siguiente.
—La historia que más recuerdo es la del gigante y las habichuelas. Donde un
niño muggle encuentra ciertas habichuelas mágicas, y luego trepa el árbol mágico
que surge de ellas. Un gigante vive en la parte superior, y el chico muggle trata de
coger las cosas del gigante, pero el gigante captura al niño y lo hace picadillo. La
moraleja trata de cómo la magia negligente ocasiona problemas a todos.
—Otro ejemplo clásico, señor Warton —estuvo de acuerdo Revalvier—, aunque
la suya ilustra cómo las historias tienden a evolucionar con el tiempo, basadas en
los cambios culturales.
Varios otros describieron sus cuentos favoritos, terminando con Rose, cuyo
cuento favorito, no fue una sorpresa, resultó ser uno de los cuentos de Beedle el
Bardo.
—Babbitty Rabbitty y su tocón carcajeante. Mi madre me lo leía de una antigua
versión del libro que heredó de un director anterior, Albus Dumbledore —dijo con
cierto orgullo.
—Ciertamente, la mayoría de nosotros estamos muy familiarizados con Los
Cuentos de Beedle el Bardo —dijo la profesora Revalvier, apoyándose cómodamente
en su escritorio—, aunque no todos nosotros hemos sido tan afortunados como
para haberlos leído de tan ilustre fuente. De hecho, estos son todos muy buenos
ejemplos de la literatura mágica clásica. Todos ellos tienen algunas cosas muy
importantes en común. Todos son muy antiguos. Todos han sido principalmente
transmitidos de boca en boca. Y todos pretenden enseñar importantes lecciones de
la vida. No tan obviamente, estas historias nos enseñan cosas sutiles sobre los
tiempos en los que fueron creadas. Por ejemplo, los días en los que una frágil y
vieja mujer empujaba carritos de mercancías al mercado quedaron en el pasado y,
sin embargo, nos parece familiar porque todos crecimos con la historia de Las Tres
Tontas y Viejas Gruñonas. La belleza de la gran literatura, incluso en forma de
cuentos infantiles, es que nos enseña cosas sobre la vida, la historia, el mundo en
que vivimos, e incluso sobre nosotros mismos, hasta sin que nosotros lo sepamos.
La cuestión es, que las mejores lecciones de vida son aquellas de cuyo aprendizaje
no somos conscientes. Esas son las lecciones que la literatura puede enseñarnos.
Veamos otro ejemplo, uno que no se ha mencionado hasta el momento. Cuando yo
era una niña, mi historia favorita a la hora acostarme era un cuento llamado El Rey
de los Gatos. ¿Alguno de ustedes conoce esta historia?
Tentativamente, Ralph levantó la mano.
—Creo que yo, pero mi versión podría ser un poco diferente. Yo crecí con
muggles. O eso creía.
—Muchas historias con orígenes mágicos han encontrado su camino hasta el
mito y la leyenda muggle, señor Deedle. ¿Se atrevería a contarnos la versión con la
que está familiarizado?
Ralph se lamió el labio superior por un momento, pensando.
—Bueno, está bien —estuvo de acuerdo. Tomó un profundo aliento y
comenzó—. Un hombre fue a dar un paseo por el campo un día, realmente muy
lejos de donde vivía. No había nadie más por allí y no encontró casas durante días
en cualquier dirección. De repente, vio un montón de ratones. Al principio creyó
que debía espantarlos, pero luego se dio cuenta de que no están actuando como
ratones comunes. Parecían estar caminando en una especie de procesión, y
llevaban algo. El hombre se acurrucó detrás de algunos arbustos porque no quería
asustar a los ratones, pero sentía curiosidad por lo que estaban llevando. Cuando
pasaron por delante de él, vio que llevaban a otro ratón en una camilla diminuta.
El hombre se dio cuenta de que el ratón de la camilla estaba muerto, y que esto eso
era algo así una procesión fúnebre ratonil.
>>Tan silenciosamente como pudo, siguió a la procesión a lo profundo del
bosque hasta que llegaron a un claro grande y ancho, que brillaba al sol. En el
centro del claro había una pequeña escalera de piedra que conducía a la nada. Solo
subía y se acababa. Había un gran gato sentado en la parte inferior de las escaleras,
bloqueándolas. Era dorado y parecía muy serio y solemne. El gato observaba la
procesión ratonil mientras ésta cruzaba el claro, acercándose más y más cada vez.
El hombre casi llama a los ratones porque estaba seguro de que el gato se los iba a
comer, funeral o no. Pero entonces los ratones finalmente llegaron hasta el gato y
se detuvieron justo delante de sus patas. Soltaron la pequeña camilla y
retrocedieron. El gran gato dorado estuvo observando todo el tiempo con sus
enormes ojos verdes. Por último, se inclinó y dijo algo al ratón muerto. El ratón se
levantó de un salto, vivo y bailando. Se lanzó como una flecha entre las piernas
doradas del gato y corrió hasta la pequeña escalera de piedra. El hombre miraba,
aún escondido, mientras el ratón llegaba justo al final de las escaleras de piedra,
todavía subiendo. El ratón subió hacia el cielo, como si hubiese escaleras invisibles,
hasta que quedó completamente fuera de la vista. El hombre no podía creer lo que
estaba viendo.
>>Cuando miró de nuevo hacia abajo, el resto de los ratones se habían ido. Sólo
el gran gato dorado seguía allí, y estaba mirándole directamente con sus grandes
ojos verdes. El hombre tenía miedo del gato, así que giró sobre sus talones y corrió
tan rápido como pudo saliendo del bosque. No dejó de correr hasta que estuvo de
regreso en la senda, y corrió por toda la senda todo el camino de vuelta a su propio
país y a su propia casa. Esa noche, el hombre se sentó a cenar con su familia. Les
contó todo lo que había visto ese día, y lo último que dijo fue “¡ese gato es sin duda el
Rey de los Ratones!” Justo entonces, el gran viejo gato familiar, que hasta ese
momento había estado durmiendo frente al fuego, saltó sobre sus patas y dijo,
claro como el día, “¡Entonces yo soy el rey de los Gatos!” Y se lanzó hacia arriba por la
chimenea y nunca se le volvió a ver.
Ralph terminó la historia y el cuarto quedó extrañamente en silencio. La
profesora Revalvier había cerrado los ojos, como embebida en la historia. La
brillante luz del sol de la mañana hacía que el aula pareciera extrañamente
somnolienta. Parecía zumbar con calidez, en trance, como si el tiempo se hubiese
ralentizado mientras Ralph hablaba.
—Una maravillosa narración, señor Deedle —dijo la profesora Revalvier,
abriendo los ojos lentamente—. Fue de hecho ligeramente diferente a la versión
que recuerdo de mi juventud, pero muy interesante. ¿Alguno del resto de ustedes
había oído esa historia antes?
No hubo manos en la habitación. Ralph echó un vistazo alrededor, al parecer
bastante sorprendido.
—¿Qué tiene de curioso esa historia? —preguntó Revalvier a la clase— ¿Puede
alguien señalar una diferencia específica entre este cuento y los demás que ya
hemos mencionado?
Murdock levantó la mano.
—Primero de todo, no tiene ningún sentido.
La profesora inclinó la cabeza ligeramente.
—¿Es eso cierto? ¿Alguien más está de acuerdo con la opinión del señor
Murdock?
Hubo asentimientos por toda el aula.
—No es que no me haya gustado —añadió Morgan Patonia, levantando la
mano—. Fue bonito. Pero también es un poco espeluznante.
Revalvier entrecerró los ojos.
—Y al contrario a lo que cabría esperar, lo terrorífico es algo atractivo, ¿no?
Más asentimientos, a pesar de que iban acompañados de miradas
desconcertadas.
—¿Por qué suponen que sus padres podrían no haberles contado esta historia,
aparte del señor Deedle, por supuesto?
Hubo una larga pausa. Finalmente, Rose levantó la mano.
—Todas las historias que me contaban de pequeña eran historias bonitas —
dijo—. A veces había brujas y magos en ellas, pero ninguna tenía ratones muertos
ni nada parecido. Y todas tenían un final feliz o, al menos tenían una moraleja que
los hacían parecer felices aunque los personajes principales fueran desafortunados
o hicieran lo equivocado.
Revalvier parecía pensativa.
—¿Y esta historia no es feliz? ¿No tiene alguna moraleja?
James no sabía qué responder a una pregunta tan obvia como esa. Las
respuestas obvias nunca eran las correctas. Revalvier pareció aprobar el silencio.
—La tarea de esta noche, estudiantes, es escribir la historia de El Rey de los Gatos
—dijo, colocándose detrás de su escritorio—. Preferiría que no se consultarán entre
sí sobre cómo era la historia. El objetivo de este ejercicio no es repetir
perfectamente la historia tal como la contó el señor Deedle, sino escribirla como la
recuerden. Si sus versiones son un tanto diferentes, mejor que mejor. Examinar
como las historias mágicas cambian al volverlas a contar es una muy interesante
forma de averiguar cosas sobre el narrador. En este caso, el narrador serán ustedes
mismos. Veremos después de que hayan terminado esta tarea si todavía creen que
la historia no tiene moraleja.
Revalvier se sentó detrás de su escritorio y se puso de nuevo sus gafas de
lectura.
—Usted está exento, por supuesto, señor Deedle. Una recompensa por su
deliciosa narración de la historia. Y ahora, clase, por favor diríjanse a sus libros de
texto en el capítulo uno.
El resto de la clase quedó en una conferencia sobre los antecedentes históricos
de la era dorada de la literatura mágica, a partir de la cual surgieron algunos de las
más conocidos (y menos leídos) clásicos mágicos. Revalvier aseguró a los
estudiantes que haría "todo lo necesario" para hacer que conectaran con las
historias, y James tenía cierta esperanza de que pudiera tener realmente éxito en
ese empeño. Sentía bastante curiosidad por ver cómo pretendía hacerlo, y ansiaba
averiguarlo.
Cuando salían de clase, James dijo a Ralph:
—Buen trabajo, hablando así en alto. Te salvaste del ensayo.
Rose preguntó:
—¿De verdad tu padre te contó esa historia cuando eras niño?
—En realidad, no —admitió Ralph—. Lo hizo mi abuela, siempre que me
quedaba con ella.
James echó un vistazo a Ralph.
—Yo también asumí que había sido tu padre. Después de todo, tenía
antecedentes mágicos, en su infancia.
Rose comentó:
—Bueno, es justo lo que la profesora Revalvier dijo. Un montón de historias
mágicas se filtran a la cultura muggle como leyendas y mitos. Obviamente, El Rey
de los Gatos es una de ella. Así fue como la abuela de Ralph la conoció.
Ralph asintió.
—Ella sabía muchas historias como esa. Todas eran un poco raras e inquietantes,
pero me gustaban como eran. Tenían… bueno, eran de tipo mágico. Tenía sueños
realmente disparatados cuando me contaba esas historias. No sueños malos
exactamente, sino… —Sacudió la cabeza, incapaz de encontrar la palabra
adecuada.
—Eso me pasaba a mí cada vez que comía el paprikas1 especial de tío Dimitri —
intervino Graham—. Lo hace cada Navidad. Dice que el ingrediente mágico es raíz
de mandrágora en polvo, pero mamá dice que el ingrediente mágico es una pinta
de ron de duende.
James esperaba que el ensayo de Literatura Mágica fuera bastante fácil, pero
cuando se sentó en la biblioteca esa noche con pluma y pergamino, se encontró
mirando por la ventana a la luna, dando golpecitos con su pluma ociosamente.
Finalmente, sacudió la cabeza como para aclararla.
—Es muy extraño —comentó a Ralph, que estaba concentrado en sus problemas
de Aritmancia–. Te puedo recordar contándonos la historia en clase.
Probablemente podría sentarme aquí y contártela de nuevo en este momento. Pero
cuando intento anotarla, todo se enturbia en mi cabeza.
Ralph se echó hacia atrás y se estiró.
—¿Qué quieres decir? Si la puedes contar, ¿por qué no la puedes escribir?
—Se me va. Quiero decir, sé que empieza con un tipo caminando por el bosque.
Anoto todo eso, y de repente, no puedo recordar si era de día o de noche cuando
caminaba. Empiezo a imaginar por donde podría estar caminando. ¿Por qué está
tan lejos de su propia casa? ¿Y cómo es que nadie más vive por allí en kilómetros y
kilómetros a la redonda? ¿Son ratones lo que ve, verdad? Justo cuando empiezo a
escribir, sigo imaginando ardillas. O campañoles.
—¿Campañoles? —repitió Ralph, haciendo una mueca—. ¿Qué demonios es un
campañol2?
—No lo sé —dijo James, alzando las manos—. Algún tipo de animal pequeño,
1 Plato caliente originario de Hungría y directamente relacionado con el gulash
2 Nota: roedor que a menudo recibe el nombre de "ratón de campo"
creo. Pero esa es la cuestión. Está historia se me escurre cada vez que intento
escribirla. Es como si quisiera convertirse en otra cosa totalmente distinta.
Ralph pensó en ello y, finalmente, sacudió la cabeza.
—Eso no tiene mucho sentido. ¿Quieres que te la cuente otra vez?
James suspiró.
—No. Revalvier dijo que se suponía que no debíamos hacerlo de esa manera. Lo
dijo como si se supusiera que debíamos escribir lo que sea que recordáramos. Solo
que no esperaba tener que esforzarme tanto. Quiero decir, es sólo un cuento.
Ralph se encogió de hombros.
—Bueno, es un cuento mágico.
—No tu versión —respondió James—. Tu abuela muggle te la contó. Me
imaginé que tenía que ser la madre de tu madre porque por lo que lo sabías, tu
padre era huérfano.
Ralph asintió, pero permaneció en silencio.
James estaba a punto de hacer otro intento en su versión de El Rey de los Gatos
cuando Petra Morganstern rodeó lentamente el extremo de una estantería cercana.
—Hola, Petra—, dijo James, intentando mantener la voz lo suficientemente baja
como para no ganarse una mirada severa de la bibliotecaria.
Petra escaneaba lánguidamente la estantería, su mochila colgaba suspendida de
una mano. Parecía no haberlo oído.
—¡He dicho "Hola, Petra"! —repitió James, enmarcando su boca con las manos.
Petra se giró y alzó la mirada. Vio a James y parpadeó, con sus grandes ojos
azules distantes.
—Oh —dijo—. Hola, James. Perdón. No te vi —Se volvió de nuevo hacia los
estantes de libros—. No estoy tan segura de lo que estoy buscando…
James observó a Petra mientras ésta recorría el pasillo, arrastrando su mochila.
—¿Qué le pasa? —susurró a Ralph, cuando Petra estuvo lo bastante lejos como
para no poder oírle.
Ralph sacudió la cabeza.
—No sé.
Rose plantó una pila de libros sobre la mesa y se sentó.
—No hace daño adelantarse en Literatura Mágica —proclamó alegremente—.
Estos son los diez libros que el libro de texto dice que deben ser leídos por todo
bruja y mago pensante. Ya había leído cuatro de ellos, pero nunca hace daño
repasar un poco.
—Oye, Rose —interrumpió James, estirándose hacia delante—. ¿Qué pasa con
Petra?
—¿Petra? —repitió Rose, distraída—. ¿Por qué debería pasar nada con ella?
—Acaba de pasar hace un minuto y parecía una lechuza muerta.
Rose pensó por un momento.
—No tengo ni idea. Parecía estar bien hoy durante el almuerzo, aunque se fue
rápido cuando le llegó el paquete.
—¿Qué paquete? —preguntó Ralph.
—Oh, vosotros dos ya os habíais ido —explicó Rose, sacando el libro que estaba
más alto en su pila y abriéndolo—. Una lechuza del Ministerio le trajo una caja. Al
parecer, era de su padre. Se marchó después de eso. Supuse que querría abrirla en
privado.
James inclinó la cabeza.
—¿Por qué iba a llegarle un paquete de su padre con una lechuza del
Ministerio?
Rose arqueó las cejas.
—Supongo que su padre trabaja allí. Mucha gente envía correo personal
utilizando el correo de la empresa. Papá lo hace a veces, aunque mamá dice que no
debería. Cosas así la ponen un poco nerviosa.
—Tal vez eran malas noticias de casa —caviló Ralph.
—Parecía algo más que una simple una carta —respondió Rose—. Supuse que
serían dulces de su madre o un regalo de cumpleaños o algo así.
James frunció el ceño, mirando en la dirección en que Petra había deambulado.
—Si los dulces de su madre la dejan así, la madre de Petra debe ser una cocinera
bastante pésima.
Rose se animó de repente. Se inclinó y susurró:
—Me topé con Fiona Fourcompass en la sección de referencias, ¡y dijo que sabía
por qué esta semana las clases de Estudios Muggles se habían aplazado tanto!
Ralph dijo:
—Creía que era sólo porque la profesora Curry no había regresado de algún tipo
de viaje de investigación. Además, por mí bien. Puede quedarse de investigación
todo el año.
—Eso tiene algo de verdad —asintió Rose—. Pero la clave es lo que ha estado
investigando. Regreso ayer, y mañana por la tarde habrá una gran asamblea de
todas las clases de Estudios Muggles de todos los cursos. Va a hacer un anuncio
sobre las clases este año, ¡y sea lo que sea nos afectará a todos!
James parecía escéptico.
—¿Fiona Fourcompass te dijo eso? ¿Cómo lo sabía?
—Vio a la profesora Curry hoy temprano, fuera de su oficina —explicó Rose con
gran seriedad—. Estaba desempaquetado tras su viaje y habló a Fiona de la
asamblea. Dijo que las clases de la tarde terminarían temprano para que todos
puedan asistir.
—¿Le menciono de que iba la cosa? —preguntó Ralph.
Rose sacudió la cabeza.
—No se lo dijo, y Fiona no preguntó. Pero siento mucha curiosidad.
—Bueno —respondió James—, nos hizo jugar al fútbol el año pasado, y en
realidad fue bastante divertido. Tal vez sea algo así. Pero, ¿por qué toda la escuela
a la vez?
—Demasiado para un partido de fútbol —estuvo de acuerdo Ralph.
Un rato después, James, Ralph, y Rose advirtieron que se hacía bastante tarde.
La mayoría de los estudiantes se habían ido y la bibliotecaria apagaba las lámparas
cerca de las mesas desiertas. Los tres guardaron sus libros, plumas, y pergaminos
en las mochilas y se colaron entre los estantes.
—Oye, Rose —preguntó James—, ¿has empezado tus deberes de Literatura
Mágica?
—¿El ensayo de El Rey de los Gatos? Eso fue lo primero que terminé. ¿Por qué?
James la miró fijamente.
—Sólo curiosidad, eso es todo. ¿No fue… difícil?
Rose se colgó al hombro la mochila de libros.
—Hombre camina por el bosque, ve un montón de ratones en una procesión
fúnebre, los sigue, etcétera, etcétera. Fueron los deberes más fáciles de toda la
noche.
James frunció el ceño pensativamente.
—Oh. Bueno, genial.
—Quedé un poco confundida cuando llegué a la parte de la mofeta —añadió
Rose, dirigiéndose hacia las puertas de la biblioteca.
—¿La mofeta? —preguntó Ralph, parpadeando.
—Sí. No podía recordar si estaba delante de las escaleras o sentada sobre ellas.
Había olvidado también el color de sus rayas. Eran verdes, ¿verdad?
Ralph la miró fijamente, y luego miró de nuevo a James. James se encogió de
hombros y sacudió la cabeza.
Cuando abandonaban la biblioteca, James vio que había otra persona que seguía
allí. Sentada en una mesa en la sala de atrás, sola en un charco de luz de lámpara,
estaba Petra. Tenía la cabeza agachada, su largo cabello castaño le colgaba a ambos
lados de la cara como una cortina. Sobre la mesa, delante de ella, había un simple
pedazo de pergamino. James esperó a ver si levantaba la mirada, pero ni siquiera
se movió. Le dolía un poco ver a Petra tan súbitamente melancólica. Consideró
llamarla, pero decidió no hacerlo. De todos modos, lo más probable es que la viera
más tarde en la sala común. Tal vez estuviese para entonces de mejor humor.
James le dio las buenas noches a Ralph cuando se separaron en las escaleras.
Rose le acompañó a la sala común donde se sentaron junto a la chimenea y jugaron
un escandaloso partido de Winkles y Augers durante un rato. Finalmente, se
dirigieron hacia las escaleras de sus respectivos dormitorios. Scorpius ya estaba en
la cama. Estaba sentado, leyendo un libro llamado Historias Verídicas de Dragones y
Cazadores de Dragones. Tenía puestas sus gafas sin montura, y estas, de hecho, se las
arreglaban para hacerle parecer más elegante que torpe. Echó un vistazo por
encima de ellas cuando James entró en la habitación.
—Bonita historia para dormir —masculló James.
—¿Preferirías Las Tres Tontas y Viejas Gruñonas? –dijo Scorpius lánguidamente,
pasando una página—. ¿O quizás una de los viejos cuentos de Revalvier sobre tu
padre?
James echó atrás las mantas de su nueva cama. Las palabras “ESTUPIDO
POTTER LLORICA” todavía brillaban en la cabecera con un ligero color púrpura.
Los esfuerzos de James por eliminarlas habían resultado totalmente infructuosos.
Se puso su pijama y se metió bajo las mantas, lanzando una mirada descontenta a
Scorpius.
—He oído que tu hermano está intentando entrar en el equipo de Quidditch de
Slytherin —comentó Scorpius, con los ojos todavía en su libro.
James se sentó de nuevo.
—¿Mantienes estrechos lazos con la casa de tu padre, Scorpius? ¿Planea él venir
a los partidos? Me pregunto a quién apoyará. Es todo un compromiso, ¿no?
—Tengo entendido que Albus está montando la escoba de Corsica —dijo
Scorpius, mirando finalmente a James a los ojos.
James sostuvo la mirada penetrante de Scorpius, sin saber qué decir. ¿Se burlaba
Scorpius de él? ¿O era acaso una especie de advertencia?
—Sí, lo sé —admitió James finalmente—. Lo vi. ¿Algún problema?
—Estuve volando con el queridísimo Albus a principios de semana, junto con tu
prima Rose. Ha mejorado desde entonces, ¿no?
James se dio la vuelta.
—¿A ti que te importa, de todos modos?
—Nada, en realidad —dijo Scorpius—. Sólo intentaba tener algo de
conversación. Supongo que tienes pensado entrar en el equipo Gryffindor, ¿no?
—Tal vez lo haga —admitió James—. ¿Y tú?
Scorpius no respondió de inmediato. James miró por encima de su hombro.
Scorpius levantó de nuevo la mirada de su libro.
—No, Potter —dijo, suspirando—. El deporte organizado es tan… provinciano.
Digamos que utilizaré mis talentos de formas menos obvias.
James puso los ojos en blanco y rodó sobre el costado de nuevo. Scorpius sólo
intentaba fastidiarlo. Ese era su único talento y, al parecer, James era su objetivo
favorito.
No fue sino hasta justo antes de caer dormido que se le ocurrió que no había
visto a Petra aparecer por la sala común después de todo.
James apenas estaba terminando su desayuno a la mañana siguiente cuando
Nobby se abatió sobre él y dejó caer una carta en su plato. La agarró rápidamente y
saludó a Nobby, que se inclinó y aleteó subiendo entre las vigas, desapareciendo a
través de una ventana junto con el resto de las lechuzas mañaneras.
La carta era de Lucy, y era sorprendente gruesa.
—¿Qué es eso? —preguntó Rose, inclinándose hacia James.
—Una respuesta de Lucy —respondió James, metiendo rápidamente la carta en
su mochila.
—Entonces léela ya —dijo Rose, cogiendo otro pedazo de tostada.
James se levantó del banco.
—No puedo. Tengo que ir a clase. Tengo que llegar a la Torre Norte.
Adivinación esta mañana.
—Yo estoy en la misma clase, James. Tenemos tiempo suficiente.
—Yo, eh, me dejé los deberes en el dormitorio. Mejor voy a buscarlos.
Rose le miró con suspicacia, pero él se giró, trotó y se alejó antes de que ella
pudiera discutir. Tomó una muy tortuosa ruta en dirección a la Torre Norte, y se
detuvo en una escalera vacía. Se sentó en la parte inferior y rebuscó la carta de
Lucy en su mochila. La rasgó para abrirla y vio que el pergamino estaba envuelto
en un recorte de periódico doblado. Leyó la carta primero.
Querido James,
Gracias por escribir. Ahora mismo estamos en casa, lo cual me gusta mucho, pero no
viene muy bien para conseguir fotos interesantes para Rose, lo siento. Tenía un
presentimiento sobre Albus. En realidad, no creo que nadie se sorprenda de que terminara
en Slytherin. Me preguntaba si yo podría terminar allí también. ¿Sería tan horrible?
Espero que no. Papi me lo contó todo sobre tu profesor Debellows. Parece muy
impresionado por él, y está muy orgulloso de haberse encontrado con él varias veces.
Busqué información sobre el Guardián como me pediste. En realidad había bastante. Sólo
tenía que saber dónde buscar. Afortunadamente, desde que estamos en casa tengo acceso a
la biblioteca mágica de Notting Hill. Mamá me lleva allí una vez por semana, aunque se
moriría si se entera de las secciones en las que hice esta investigación. El Guardián tiene un
montón de nombres, y todos dan bastante miedo, lo cual tiene sentido una vez sabes qué es.
De acuerdo con los mitos antiguos, el Guardián es el vigía entre el mundo de los vivos y el
de los muertos. Vive en algo llamado el Transitus Nihilo –el vacío entre los mundos– y es
un ser puramente mágico. Básicamente, es solo una enorme entidad al acecho porque no
tiene cuerpo ni fronteras ya que vive en la pura nada. Supuestamente, no conoce aún la
Tierra o a los seres humanos porque es demasiado arrogante para asumir que pueda haber
alguna cosa viva aparte de él mismo. Pero lo que da más miedo es algo llamado “La
Maldición del Guardián”. Salazar Slytherin hablaba mucho de ello. Dijo que sería el “Juicio
Final” para aquellos que le habían traicionado. Básicamente, la maldición dice que algún
día el Guardián será convocado por una persona llamada el Embajador, que es un mago lo
suficientemente poderoso como para viajar en el vacío. El Guardián sigue al Embajador en
su retorno, y su aparición será un augurio de muerte y destrucción total. Una vez que esté
aquí, el Guardián se alimentará de horror y dolor, succionándolo de las personas como un
vampiro chupa la sangre. Las leyendas dicen que estudiará a los seres humanos,
aprendiendo la mejor manera de aterrorizarlos, y en el mayor número posible. Aunque al
parecer, tendrá que asociarse con un huésped humano que este dispuesto, un huésped que
estará dispuesto a matar para demostrar su coraje. Todas las profecías dicen que este
huésped humano será un niño de la tragedia... probablemente quiera decir un huérfano,
alguien sin nada que perder. Cosa muy, muy horripilante.
Siento bastante curiosidad, James: ¿por qué preguntas por esto? Me sorprendería que
estuvieras estudiando algo así en la escuela. ¿Por qué necesitas mantenerlo un secreto?
Esto es una seria y antigua magia tenebrosa. El libro en el que lo leí casi me mordió el dedo
pulgar. Dime algo, ¿vale?
Con amor
Lucy
P.S. Esto es un recorte de un periódico muggle que vi cuando iba de camino a casa desde
la biblioteca. Probablemente no sea nada, pero no pude evitar reparar en él después de lo que
acababa de leer. No está conectado, ¿verdad?
James dobló lentamente la carta, con los ojos bien abiertos. Un sudor frío había
empapado su frente. Las palabras de Lucy eran inquietantemente similares a
algunas de las cosas que Farrigan, el esqueleto de la cueva, había dicho. Pero, sin
duda, Merlín no podía ser realmente el Embajador de esa horrible criatura, ¿no? Al
menos no intencionadamente. Pero de cualquier modo, ¿y si su larga caminata por
el Vacío había convocado a esa cosa llamada el Guardián? James sacudió la cabeza
preocupado. El recorte de periódico resbaló de su regazo y cayó al suelo. James lo
miró. Podría ver por los colores y el tipo de letra que era de un periódico
sensacionalista muggle. A regañadientes, lo recogió y desplegó. Leyó el titular,
hizo una mueca y, a continuación, se sumergió en el artículo.
Familia entera aterrorizada por "Demonio Alienígena Fantasma"; Dos se vuelven locos.
El pintoresco pueblo costero de Kensington Flats se ha visto estremecido este verano por
rumores de una criatura fantasmal a la que los residentes han venido a llamar "criatura de
humo y ceniza". Reconocida por su fantástica aparición, la entidad se mostró en varias
ocasiones a lo largo de la tercera semana de mayo. En una de estas instancias, no menos de
una docenas de aldeanos reclamaron haber visto a la entidad en el Colt and Cokerel, un
pequeño pub a las afueras del pueblo. Aunque nadie estuvo dispuesto a hablar directamente
con Desde Dentro, informes previos reclaman que la entidad exudaba un "palpable aire de
horror y pánico, dando como resultado la sensación de extender e incluso contagiar la
locura".
Estas visitas culminaron la noche del 17 de mayo cuando el hogar de Herbert Bleeker fue
aterrorizado durante tres largas horas por la entidad. Los vecinos reclaman haber oído
sonidos sobrenaturales provenientes de la casa al igual que todo tipo de gritos y extrañas
luces. El señor Bleeker, un tendero de ultramarinos, junto con su esposa y un hijo adulto,
Charlie, estaban dentro de la casa en ese momento, aunque los vecinos estaban al parecer
demasiado asustados para ir a comprobarlo.
A la mañana siguiente, los tres Bleekers fueron encontrados en su césped delantero, con
aspecto, como describió uno de los testigos "de tener los cerebros hechos papilla". Después
de ser examinados en el manicomio vecino de Dunfield, los Bleekers fueron declarados
insensibles y delirantes.
Veinticuatro horas después, Charlie Bleeker, empezó a responder a los médicos. Describió
la visita de la entidad como una noche de terror absoluto. "Fue como si estuviera
diseccionando nuestros cerebros desde dentro", se oyó decir a Bleeker. "¡Era como si
nosotros fuéramos radios, y estuviera sintonizándonos, intentando hacernos sentir los
peores horrores imaginables! ¡Fue monstruoso! ¡Terrible! ¡Como si ni siquiera supiera lo
que éramos pero no fuera a parar hasta averiguarlo!
El señor Bleeker volvió a deslizarse hasta la incoherencia después de este corto acceso,
aunque parece estar respondiendo moderadamente bien a los tratamientos. Sus padres, sin
embargo, permanecen virtualmente comatosos. El profesor Liam Kirkwood del
Departamento de Investigación Paranormal de la Universidad del Norte de Heatherdown
dice que tales manifestaciones van en aumento. "Informes similares han surgido por todo el
país, y más allá. Principalmente, parece ser una especie de alienígena, investigando a la
humanidad por sus propias razones insondables. Solo podemos esperar que sea cual sea su
meta, no sea tan aterradora como inicialmente parece.
Desde Dentro seguirá estos sucesos, proporcionando actualizaciones cuando los
acontecimientos las avalen.
Lentamente, James dobló el recorte. Metió eso y la carta de Lucy de nuevo en el
sobre. No puede haber una conexión, se dijo a sí mismo. Es solo una historia.
Muchas de ellas son bastante sensacionalistas, ¿no? Extraterrestres, monstruos y
caras de santos en tostadas. Aun así, la idea de la “criatura de humo y cenizas” le
hizo estremecer. ¿Y si era el Guardián? ¿Y si ya andaba suelto sobre la tierra y
Merlín ni siquiera lo sabía? O peor, ¿y si lo sabía y era el responsable de ello?
Simplemente no podía ser. Era demasiado horrible. James decidió que, de una
manera u otra, tendría que averiguarlo. No sabía como hacerlo, pero encontraría
un modo. Habiendo decidido eso, se sintió un poquito mejor. Metió la carta de
nuevo en su mochila, se la colgó al hombro, y corrió el resto del camino hasta la
Torre Norte.
—¡Vamos, vamos, estudiantes! —gritaba Kendrick Debellows entusiastamente,
paseándose a lo largo del embarcadero que daba al lago—. ¡No es octubre aún! El
agua todavía está tibia. Mejor si saltáis directamente. Hacedlo de sopetón y os
acostumbraréis enseguida.
James estaba de pie entre Ralph y Graham, con los dedos de los pies encogidos
sobre el borde del embarcadero. El agua de abajo parecía fría y lodosa. Su cara
reflejada le devolvía la mirada, tensa y preocupada.
—No sé que es peor —masculló Graham a través de los dientes apretados—, la
idea de saltar a ese agua, o que me vean vestido con este estúpido traje.
Ninguno de los estudiantes había traído bañador a la escuela, por supuesto.
Debellows, siendo insufriblemente persistente en sus metas, había localizado de
algún modo un armario con trajes de baño muy viejos utilizados cierta vez para un
equipo de lucha libre acuática oficial de Hogwarts. El traje de una pieza se extendía
de los codos a las rodillas y era a rayas descoloridas borgoña y gris. Tenía un
escudo de Hogwarts bordado en el centro del pecho.
—¿Quién ha oído hablar alguna vez de lucha libre acuática, ya que estamos? —
dijo Ralph.
—Oh, estuvo de moda un tiempo, allá en los viejos tiempos —replicó Graham—
. Las sirenas tenían un equipo. Cualquiera pensaría que no serían muy fuertes,
viéndolas, pero supongo que en realidad son enjutas.
—¿Los estudiantes se ponían esto para luchar contra las sirenas? —dijo James,
bajando la mirada a su traje de baño dos tallas demasiado grande.
—Si, pero las sirenas hacían trampa a veces —explicó Graham—. Todo el evento
fue descartado cuando encontraron al capitán de las sirenas con un Grindylow en
el cinturón. Al parecer lo utilizaba para azuzarlo contra sus oponentes y librarse de
ellos.
Sobre la hierba que bordeaba el lago, las chicas de segundo supuestamente
estaban haciendo flexiones, ondeando lanzas de punta roma unas contra otras. La
mayoría parecían haber abandonado la actividad, escogiendo en vez de eso
agruparse y observar a los chicos, sonriendo burlonamente o aburridas. Debellows
las ignoraba.
—Esto es muy simple, estudiantes —gritó Debellows—. Saltar, nadar hasta la
boya, rodearla, y volver nadando al embarcadero. Puede parecer lejos, pero os
aseguro que podéis con ello. Yo mismo lo hice seis veces esta misma mañana.
¡Energizante, ya lo creo! Ahora, ¿hay alguien más que no sepa nadar?
Los chicos se miraron seriamente, nadie se atrevió a levantar la mano. Unos
pocos minutos antes el amigo de Ralph, Trenton Bloch, había admitido que aún no
había aprendido a nadar. Esta le había parecido a James una forma potencialmente
inspirada de librarse de zambullirse en el sombrío lago. En vez de excusar a
Trenton, sin embargo, Debellows había conjurado un par de manguitos de goma
para los brazos. Para horror de Trenton, el propio Debellows había inflado los
flotadores, y después los habían embutido en los brazos del chico. Trenton tenía un
aspecto miserable al final del embarcadero, con los brazos en jarras. Un par de
chicas de la orilla se burlaban de él.
—¡Esto es una prueba de voluntad, amigos míos! —ladró Debellows—. En los
Harriers, no solo teníamos que aprender a nadar grandes distancias, sino que se
nos entrenaba para combatir en el agua, enfrentándonos a todo tipo de bestias
acuáticas, desde Esnarracudas hasta Anguilas Gritonas. Vosotros no os
enfrentaréis a ningún combate en este caso, pero puede que introduzcamos una
Marshweed maldita más avanzada la primavera si el profesor Longbotton puede
producir un híbrido lo suficientemente domesticado. Por ahora, considerarlo
natación por placer. Y ahora, a la una... dos... —Debellows alzó su varita,
apuntando al cielo. Sonrió alegremente—. ¡Tres! —gritó, disparando un ruidoso
estampido de su varita.
Desorganizadamente, los chicos reptaron y se descolgaron hasta el agua por
medio de métodos de lo más variados. Sus salpicaduras iban acompañadas por
coros de gemidos y quejas.
—¿Todavía hay sirenas aquí? —siseó Ralph entredientes, bajándose al agua fría
y negra.
James asintió con la cabeza.
—Pero mi padre dice que las sirenas son lo que menos debe preocuparte.
—Maravilloso —jadeó Ralph, descendiendo hasta la barbilla e intentando no
salpicar. Animosamente, se entregó a una espasmódica brazada de pecho,
dirigiéndose a la boya naranja a unos cincuenta metros de distancia. James le
siguió.
Ralph era un nadador sorprendentemente bueno. Para cuando James estaba
rodeando la boya, finalmente habiéndose acostumbrado más o menos al agua,
Ralph ya estaba subiendo la escalera del embarcadero. Debellows le cogió la mano
y tiró de él hacia arriba, asintiendo aprobadoramente con la cabeza.
James completó su vuelta y agarró la resbaladiza escalerilla cubierta de algas
marinas. Tragó accidentalmente un sorbo de agua del lago y esta se revolvió
nauseabundamente en su estómago mientras salía. Se tambaleó sobre el
embarcadero y se unió a Ralph y Graham. Los tres se quedaron de pie temblando,
chorreando agua de sus trajes demasiado grandes.
—¡Paso ligero, Bloch! —bramó Debellows, formando una bocina con las manos
en la boca—. Fingue que te persigue un Slagbelly. ¡Además puede que sea cierto!
He oído que se los ha visto en el otro extremo del lago. Y tengo entendido que
atacan a las salpicaduras.
—Profesor Debellows —llamó una voz. James se giró, castañeando los dientes.
La profesora McGonagall estaba de pie en dirección al castillo al final del
embarcadero. Miró rápidamente alrededor pero mantuvo la cara neutral—. Se
espera a los estudiantes en el anfiteatro en quince minutos. Recuerde que hoy las
clases terminan antes.
—Casi hemos terminado, Madame —gritó Debellows, palmeando a Ralph en el
hombro—. Me atrevería a decir que la adelantaremos de camino asamblea si no se
da prisa. —Se giró, dirigiéndose a los chicos del embarcadero— ¡Ya habéis oído a
la profesora! Coger vuestros zapatos y formad en fila. Os secaré al pasar, después
disfrutaréis de un agradable trote hasta el anfiteatro. Podéis cambiaros después.
Debellows sacó su varita y apuntó a James, que era el más cercano. Una ráfaga
de aire caliente hizo erupción de la punta, empujando a James hacia atrás un paso.
Un momento después, estaba casi seco. Tenía el cabello de punta en la cabeza,
como si fuera una corona.
—¿Tenemos que ir con estos estúpidos trajes de baño a la asamblea? —preguntó
James incrédulamente.
—Son perfectamente decentes, señor Potter —replicó Debellows
despectivamente—. Incluso elegantes, en mi opinión. No tenemos un momento
que perder, estudiantes. El anfiteatro se encuentra al otro lado de la muralla este.
Mostrémonos ejemplares y precedamos al resto de las clases hasta allí, ¿de
acuerdo? ¡Ahora, a correr, amigos míos! ¡Y señor Bloch, ¿terminará su vuelta este
año, o tendré que enviar al señor Deedle a buscarle?!
Para cuando James llegó al exterior de la entrada del anfiteatro, estaba sudando
y sin aliento. La mayoría de las otras clases estaban ya reunidas y sus voces
resonaban en la acústica natural del espacio. James hizo una mueca, viendo las
cientos de figuras vestidas con túnicas arremolinándose. Era casi imposible no
notar los enormes trajes de baño a rayas. James y Ralph se acurrucaron en la parte
de atrás, intentando sin éxito ocultarse uno detrás del otro. Scorpius fue el primero
en reparar en ellos. Pasó caminando con un grupo de alumnos de primero de
Gryffindor, sonriendo burlonamente. Cameron vio a James y le sonrió y saludó con
la mano. Su sonrisa se volvió ligeramente asombrada cuando vio el atuendo de
James.
—Veo que ninguna de las chicas de segundo lleva traje de baño —comentó Rose,
deslizándose junto a James—. Defensa Contra las Artes Oscuras, asumo.
James asintió con la cabeza.
—Buena suposición. Debellows dice que en realidad son bastante elegantes.
Vamos, busquemos un asiento.
La última vez que James había estado en el anfiteatro había sido el curso
anterior, la noche del primer debate estudiantil. Había sido una ocasión bastante
desagradable, en la cual Tabitha Corsica había proclamado desde el escenario que
Harry Potter era un fraude y un mentiroso. Se había evitado por poco un disturbio
masivo gracias a la oportuna interrupción de los absurdos fuegos artificiales de
Ted Lupin y los Gremlins. Ahora, de día, el anfiteatro resultaba bastante alegre. El
enorme escenario estaba casi vacío; mientras James miraba, un par de chicos
mayores Ravenclaw treparon a él desde el foso de la orquesta. Hicieron una
profunda reverencia en el borde del escenario, y empezaron a poner caras y soltar
pedorretas a la multitud. Hubo algunos aplausos espaciados y aullidos hasta que
la profesora McGonagall los ahuyentó de vuelta a sus asientos.
Cuando James, Ralph y Rose avanzaron hasta una fila de asientos, Noah
Metzker los llamo desde cerca.
—Interesante elección de uniforme, vosotros dos. Las rayas dicen "Azkaban"
pero el corte grita "patio de ejercicios".
—Ja, ja —se quejó James—. Tú serás el siguiente, Metzker.
—En realidad, ya hemos hecho el recorrido del lago —replicó Noah
seriamente—. Espera hasta sexto curso. Debellows dispara Hechizos Lacerantes
hacia ti desde la orilla. Se supone que eso te enseña "disciplina mental para
sobreponerte al dolor".
Damien asintió gravemente con la cabeza.
—A todo lo que pude sobreponerme yo fue al ardiente deseo de recortarle la
parte superior de la oreja.
James notó que Petra no estaba sentada con el resto de los Gremlins. Estaba en
vez de eso al final del pasillo, varias filas más abajo. Clavaba la mirada
inexpresivamente en el escenario.
Finalmente, la profesora Tina Curry subió los escalones hasta el escenario.
Vestía una capa azul de sport sobre la túnica. Su cabello crespo había sido domado
en un moño suelto.
—Saludos, estudiantes —llamó, alzando la mano hacia su garganta. Su voz
amplificada resonó por el anfiteatro. El balbuceo de voces se apaciguó.
—Gracias por asistir a esta bastante inusual primera clase —continuó Curry—.
Ya que casi todo estáis dando Estudios Muggles este año, siguiendo el nuevo plan
de estudios específico de este curso, pensé que sería bastante interesante para
todos comenzar el curso juntos. Como la mayoría ya sabéis, soy Tina Curry,
profesora de Estudios Muggles, y el objetivo de esta clase es enseñarnos a entender
los métodos y costumbres del mundo muggle. Hacemos esto por una variedad de
razones, pero primordialmente porque, siendo brujas y magos, tenemos el
beneficio de conocer el mundo muggle, mientras ellos no saben nada de nosotros.
Nos incumbe a nosotros, por tanto, estudiar el mundo muggle, entenderlo tan bien
como sea posible, para poder, si fuera necesario, mezclarnos en ese mundo y
trabajar cómodamente dentro de él. Además, debemos recordar que compartimos
una humanidad, apreciando nuestras diferencias sin crear prejuicios acerca de
ellas. Así, como ejercicio, esta clase nos anima a sumergirnos en el mundo muggle,
utilizando algunas de las ingeniosas herramientas y métodos que han desarrollado
para compensar su naturaleza no-mágica. El año pasado, muchos de vosotros
recordaréis que jugamos a un deporte muggle llamado "futbol", utilizando solo los
pies y una simple pelota no-encantada. Este curso, intentaremos algo a una escala
mucho mayor. Esta empresa requerirá la cooperación de todas las clases. Cada uno
de nosotros tendrá una tarea específica y acometeremos estas tareas sin utilizar
hechizos, pociones, o encantamientos. Este curso, estudiantes, llevaremos a cabo
una representación teatral de la famosa obra mágica, El Triunvirato.
Una oleada de charla atravesó la asamblea. James no podía decir si la respuesta
general era positiva o negativa.
—¿De que trata? —preguntó Ralph.
Rose susurró:
—Es una historia sobre un triángulo amoroso entre una joven princesa bruja
llamada Astra y dos magos, Treus y Donovan. Donovan en más viejo y más rico,
Treus es joven, un capitán del ejército del rey. La vi con mi madre una vez cuando
era pequeña. Tiene un enorme elenco. Debería ser interesante.
Cerca de la parte delantera de la asamblea, Havelock Baumgarten, uno de los
golpeadores de Slytherin, se levantó, alzando la mano perentoriamente.
—Profesora Curry, El Triunvirato es una producción clásicamente mágica —dijo
con su voz culta y bastante zalamera—. A causa de su naturaleza, depende de
elementos mágicos cruciales. La secuencia del sueño, por ejemplo, requiere que la
heroína vuele, imaginando ejércitos fantasma, y que presencie la predicción del
hundimiento del galeón de Treus en un huracán. ¿Cómo podemos esperar ser
fieles a la historia si se insiste en métodos estrictamente muggles?
—Una preocupación legítima, señor Baumgarten —replicó Curry—. Sin
embargo, acabo de volver de una gira por algunas de las mejores producciones
teatrales muggles, y debo decir que la pura ingeniosidad e inventiva de estas
representaciones me han asombrado. De hecho, puede que les interese saber que
incluso los muggles se refieren a ello como la "magia" del teatro.
Desde la multitud, Victoire habló.
—¿Pero cómo puede volar Astra sin levitación?
—Le sorprendería lo que puede lograrse con cuerdas y poleas, señorita Weasley
—dijo Curry, sonriendo—. De hecho, creo que todos quedarán bastante
impresionados por la cantidad de "magia" mundana que puede hacerse
simplemente con pintura, vestuario, soportes, luces, y un aparentemente
interminable número de personal tras el escenario. Por eso he pedido a toda la
escuela que involucre a todas sus clases en esta producción bastante extensa. El
gran número de equipos y habilidades requeridas asegura que todos nosotros
tendremos un papel vital en la producción. Yo serviré de directora, por supuesto.
La producción se representará una sola noche, en este mismo anfiteatro, la última
semana del curso. Sus padres y familias serán todos invitados a asistir. Será, estoy
bastante segura, una noche que nunca olvidaremos.
La asamblea irrumpió en un balbuceo apagado otra vez, mientras todo el
mundo consideraba este plan bastante inusual. La profesora Curry se aclaró la
garganta.
—Para terminar —dijo, alzando la voz sobre la charla de la multitud—, he
pegado varias hojas de inscripción en el pasillo inmediatamente adyacente al
anfiteatro. Todo el que lo desee puede solicitar un papel. Las audiciones serán en
horario de clase, y los papeles serán otorgados al final de la próxima semana.
Aquellos que no deseen actuar sobre el escenario puede apuntarse para la
orquesta, el departamento de tramoyistas, vestuario, el equipo de luces, el equipo
de utilleros, etcétera. Estoy segura de que todo el mundo encontrará un área en la
que disfrutar trabajando. Y ahora, ¡permitidme ser la primera en daros a todos la
bienvenida al mundo del teatro! La asamblea concluirá ahora, permitiendo que
todos tengáis tiempo suficiente para considerar vuestras opciones y apuntaros en
lo que deseéis. Gracias, estudiantes, y buenas noches.
Mientras la asamblea se dispersaba y goteaba hacia el enorme arco abovedado
que daba al castillo, Rose dijo:
—Deberías apuntarte para un papel, James. Eres alto para tu edad. Apuesto a
que podrías hacer de Treus.
James hizo una mueca.
—Ni hablar.
—¿Por qué no? —insistió Rose—. No me digas que te da miedo subirte a un
escenario delante de todo el mundo.
—No —dijo James, mientras su cara enrojecía un poco—. Simplemente es una
tontería. Quiero decir, si hiciéramos El último asalto a Keirkengard, podría
apuntarme. Al menos en esa historia hay luchas de espadas y explosiones. Estaba
pensando en apuntarme en el equipo de utilleros.
—Si —estuvo de acuerdo Ralph—. Yo voy a apuntarme en ese o en el
departamento de tramoyistas. Hasta podría ser divertido. Vi una obra en Londres
cuando era niño. Fue genial. Siempre creí que estaría bien trabajar tras el escenario.
—Yo me apunto para Donovan —proclamó Noah—. Ya me veo como esa
apariencia de granuja mayor y misterioso. Debería encajarme bien.
—Que pena que no esté Ted este año —comentó Sabrina—. Esto le encantaría.
Me pregunto como le va con su entrenamiento.
Damien dijo:
—Le vimos en Hogsmeade el fin de semana. Tenemos planeado encontrarnos
con él en las Tres Escobas.
—Mientras sigua trabajando con los Weasleys —intervino Noah—. He oído que
George le hace trabajar como a un perro. Aunque Ted no se queja. Le pagan a
comisión, y está hecho un anuncio ambulante? ¿Verdad?
La multitud de estudiantes se atascó cerca del arco mientras todo el mundo se
arremolinaba alrededor de las hojas de inscripción. Rose se alejó, presionando
hacia el final del pasillo.
—Voy a apuntarme para Astra —gritó—. Probablemente sea un tiro a la
desesperada, pero siempre puedo acabar en vestuario si eso no me sale.
Ralph también se abrió paso a empujones entre la multitud, dirigiéndose hacia
la hoja de inscripción de los tramoyistas. James observó marchar a su amigo, y
después estudió las hojas cercanas. La multitud finalmente había disminuido un
poco ya que la mayoría de los estudiantes habían encontrado felizmente su camino
hacia una cena temprana. James miró alrededor, todavía remoloneando junto a las
hojas de inscripción. Convencido de que nadie estaba mirando, se deslizó
rápidamente hacia las hojas de los actores. Las repasó, encontrando la que estaba
buscando. Agarrando la pluma que colgaba de un trozo de cadena, puso su
nombre en el pergamino titulado TREUS.
Era una completa estupidez, se tranquilizó a sí mismo. Nunca conseguiría el
papel. Solo era un capricho, un desafío personal. Aun así, había algo excitante y
frívolo en la idea de actual como el elegante protagonista masculino. No se
resignaba a admitirlo ante Rose o Ralph. Si por pura suerte conseguía el papel,
probablemente reconocería que en el fondo deseaba actuar. De otro modo, nadie lo
sabría nunca, y eso sería todo. Antes de alejarse, James leyó el resto de los nombres
de la hoja de inscripción. Había estado casi seguro de que el nombre de Scorpius
estaría en la lista. No lo estaba, y se sintió un poco tonto por buscarlo.
James se paseó tan casualmente como fue posible hasta el grupo todavía
reunido alrededor de la hoja de utilleros. Ralph estaba justo terminando de poner
su nombre en ella.
—Estoy en utilleros y tramoyistas —dijo Ralph—. Espero poder entrar en
ambos. ¿Tú en qué te has apuntado, James?
James terminó de poner su nombre en la hoja de utilleros. Se giró, y mantuvo la
cara inexpresiva, y gesticuló con la pluma antes de dejarla caer de vuelta en su
cadena.
Ralph asintió y sonrió.
—Tal vez trabajemos juntos. Trenton se ha apuntado en utilleros también, y
Beetlebrick. Él no es tan malo si esquivas el tema del Quidditch. ¿Has visto en qué
se ha apuntado Albus?
James sacudió la cabeza. De hecho, no había visto a su hermano en toda la
asamblea.
—Podemos preguntarle en la cena —replicó James—, vamos.
No era la primera vez que James se sentaba en la mesa Slytherin. El año anterior,
se había unido frecuentemente a Ralph y Zane para las comidas en la mesa bajo el
estandarte verde y plata. Solo ahora, sin embargo, comprendió James lo
reconfortante que había sido tener a su travieso amigo americano, que había sido
un Ravenclaw, junto a él en estos casos. No había asientos cerca de Albus, que
insistía en ser un personaje bastante popular en su nueva Casa. James se sentó a
regañadientes con Ralph y Trenton Bloch cerca del final de la mesa.
James estuvo distraído durante la comida. Estaba molesto por tener que ir tan
lejos para atraer la atención de su hermano pequeño. Se suponía que tenía que ser
al contrario, ¿no? Albus estaba siendo simplemente ingenuo. Creía que los
Slyterins se sentían atraídos por él por su ingenio y personalidad, pero James sabía
que solo estaban utilizándole. Tener a un Potter entre los Slytherins era una especie
de victoria moral para Tabitha Corsica y su estúpido club Garra y Colmillo. James
quería advertir a Albus que las amistades Slytherins no eran sinceras, pero también
estaba un poco enfadado con él por dejarse engañar tan fácilmente.
Finalmente Albus se levantó de la mesa junto con el grupo de Slytherins
mayores que siempre parecían acompañarle. James apartó su plato y se levantó
también, con intención de alcanzar a Albus cerca de la puerta. Quería advertirle
sobre la escoba de Tabitha, pero no era eso todo lo que quería decirle. Albus estaba
aceptando todo esto de la asignación a Slytherin demasiado fácilmente, y James no
podía evitar sentir que eso suponía una traición a su familia. Apretó la mandíbula
mientras se giraba para alcanzar a los Slytherins junto a la puerta.
—James —sonó una voz. James miró a su espalda y se detuvo. Tabitha Corsica
se aproximaba a él desde detrás, sonriendo encantadoramente. Aparentemente se
había separado del perseverante cortejo de Albus. James simplemente la miró.
—Me alegra ver que todavía te sientes cómodo cenando en la mesa Slytherin —
dijo Tabitha, con una calida sonrisa—. Sé que hubo algunos... desacuerdos el año
pasado. Me alegro de ver que eso no ha supuesto tiranteces en las relaciones entre
las Casas.
James sacudió la cabeza, su furia se alzaba.
—Déjalo ya, Corsica. No hay "relaciones entre las Casas". Solo porque Ralph sea
mi amigo eso no significa que vaya a mostrarme todo sonrisas contigo y tu panda.
No he olvidado lo del debate.
—Ni yo te perdono que intentaras robar mi escoba antes del partido del
campeonato el año pasado —dijo Tabitha, batiendo las pestañas coquetamente—.
Pero he decidido dejar lo pasado en el pasado. He creído que tú podrías sentirte
igual, considerándolo todo.
—¿Considerando que Albus terminó yendo a Slytherins en vez de Scorpius? —
Espetó James—. No sabe lo que está haciendo. Y tú te aprovechas de él.
Tabitha frunció ligeramente el ceño.
—Lamento que te sientas así, James. Ocurre que creemos que Albus encaja muy
bien con nosotros. Me contó que presenciaste su notable práctica de vuelo la otra
noche, y quería que supieras que me alegro mucho de que lo hicieras. No hubo
trampa allí. Albus tiene talento. Será una valiosa adición al equipo de Quiddtich de
Slytherin. Y ya que mencionas a Scorpius Malfoy, yo creía que su Selección te
probaría precisamente lo que he estado diciendo todo el tiempo.
James miró hacia la puerta. Albus se marchaba sin poco más que una mirada
atrás.
—¿Qué tiene que ver Scorpius con todo esto? —preguntó.
—Bueno —replicó Tabitha, arqueando las cejas—. Scorpius ha roto también con
la tradición de su padre, escogiendo el valor y la lealtad sobre la ambición, eso
prueba su valía como Gryffindor. O los Slytherins han cambiado, ya no son la casa
de la avaricia y la corrupción, como era el caso en los días del padre de Malfoy. De
cualquier modo... —sonrió, esperando a que James le dedicara toda su atención—,
eso prueba que el Sombrero Seleccionador sabe lo que hace. Tu hermano es un
Slytherin porque, James, es allí donde pertenece. De verdad espero que no sientas
la continua necesidad de interferir en eso.
—Es mi hermano —replicó James—. Interferiré siempre que lo considere
oportuno.
—No te estoy amenazando, James —dijo Tabitha, la sonrisa desapareció de su
voz—. Te estoy haciendo el favor de advertirte. Tu hermano es especial. Bien
podría ser que nosotros los Slytherins fuéramos la única Casa que pueda reconocer
eso. Albus tiene un destino. Te digo esto como amiga: si alguien intenta
interponerse en el camino de ese destino, aunque seas tú, lo hará por su propio
riesgo y cuidado.
James estudió la cara de Tabitha. Parecía notablemente sincera, aunque era
difícil confiar en nada que ella dijera.
—¿Qué crees saber tú sobre el destino de Albus?
Tabitha le sonrió un poco de nuevo.
—Eso tendrá que contártelo él si quiere. Aunque sospecho que tampoco él lo ha
comprendido aún. Mi consejo, James, es: observar y esperar. Y disfruta del éxito de
tu hermano. Eso es lo que él haría por ti.
Con eso, Tabitha se giró, con su túnica balanceándose delicadamente, y
abandonó el Gran Comedor.
lunes, septiembre 08, 2008
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