Continuamos nuestra entrega de James Potter esta vez con el quinto capítulo de la segunda historia del hijo del mago mas famoso del mundo, que ha atrapado a miles de adolescentes.
Disculpen que no haya publicado el día de ayer ningún capítulo, pero Fuerza Parsel ha estado casi todo el día en reparaciones y actualizaciones, y no tuve tiempo como para publicar un capítulo. Así que aquí se los dejo. Hacer click en "Leer Mas" para leer el capítulo entero. (Cabe aclarar que es uno de los capítulos mas largos ^^ )
Capítulo 5: "Albus y la Escoba"James se encontró con Ralph en la base de las escaleras el lunes por la mañana.
Los pasillos estaban ya llenos del clamor y barullo del comienzo de las clases, y
aunque James sabía que probablemente echaría de menos las libertades del verano
a final de la primera semana, por el momento todavía esperaba con ilusión las
clases.
—Ya tengo mi horario listo —proclamó Ralph alegremente cuando entraban en
el Gran Comedor para el desayuno—. Tengo Defensa Contra las Artes Oscuras con
Debellows a primera hora de esta mañana.
—Mira esto —dijo James—. Yo también. Qué raro que no pida un libro. Debe
saber tanto sobre el tema que no necesita uno. Esto debería ser excelente.
—Reglas de Debellows —dijo Graham mientras James y Ralph se sentaban a la
mesa—. Sabréis que una vez se ocupó de dos vampiros a la vez con uno un bate de
bateador y un lápiz muggle.
—¿Un lápiz? —Ralph frunció la frente.
—Para atravesarlos, por supuesto. Era lo más parecido que tenía a una estaca de
madera.
Ralph arrugó la cara, pensando.
—Debe haber sido un lápiz endiabladamente afilado.
Rose ya había terminado su desayuno, al haber llegado antes.
—He oído que va a ser una clase muy práctica de Defensa Contra las Artes
Oscuras, incluso para los de primero. Aparentemente, Debellows prefiere una
aproximación activa.
—Bueno, solo hay que ver al tipo —dijo Noah, girando la vista hacia el hombre
que todavía estaba terminando su desayuno en la mesa de los profesores—. Parece
listo para saltar incluso cuando todavía está inmóvil.
Sabrina se inclinó sobre la mesa y dijo con un susurro teatral.
—Creo que Noah está un poco enamorado de él.
—Oh, cállate —replicó Noah—. Tú no creciste coleccionando las cartas de acción
Debellows Harrier. No me puedo creer que vaya a enseñarnos como luchar contra
las Artes Oscuras. Espero que nos muestre como hacer la maniobra Llave-Perseus.
—Yo tenía una figura de acción que hacía eso —asintió Graham con la cabeza—.
Intenté utilizarla contra mi madre, una vez. No me dejaba ver el final de Barney.
—Yo tengo que esperar hasta el miércoles para mi primera clase con él —se
quejó Rose—. Contadme esta noche como ha ido, ¿vale?
James asintió, con la boca llena de tostada. Al otro lado de la habitación, podía
ver a Albus sentado en medio de la mesa Slytherin, sonriendo y riendo con sus
nuevos amigos. Extrañamente, sin embargo, la mayoría de los que le rodeaban
eran estudiantes mayores. Tabitha Corsica y Philia Coyle sonreían y asentían
mientras Albus hablaba.
—Vamos —dijo Ralph, tirando del cuello de la camisa de James—. Quiero llegar
a clase un poco antes. Quiero ver de qué va todo esto de Debellows.
—Espera —dijo James, recogiendo su mochila. Se levantó del banco y rodeó el
borde del pasillo, dirigiéndose hacia la mesa Slytherin.
—Oye, Al —llamó.
Albus levantó la mirada, siguiendo el sonido de la voz de James.
—¡Hola, James! No te he visto en todo el fin de semana. ¿Que tal?
—¿Puedes dedicar un minuto a hablar con tu hermano de camino a la primera
clase? Quiero oír tus aventuras en tu nueva Casa.
—Que dulce —dijo Tabitha cálidamente—. Adelante, Albus. Charlaremos de
nuevo en el almuerzo y haré los arreglos para el miércoles.
—¡Excelente! —Albus asintió alegremente—. De acuerdo, vamos, hermano
mayor. Tengo Herbología con Neville a primera hora.
Cuando se alejaban de la mesa Slytherin, Albus estaba positivamente
explotando de excitación.
—Ya tengo mi anillo, ¿ves? He pasado todo el fin de semana en un gran tour con
Colmillo y Garra. ¿Sabes que las habitaciones de los Slytherin tienen su propia aula
de práctica? Podemos practicar casi cualquier hechizo y maldición que queramos
sobre esos monigotes encantados. Si haces bien una maldición, el muñeco cae al
suelo y hace una hilarante imitación del efecto. No es que yo sea muy bueno con la
varita aún, pero Tabby dice que no debería apresurarme.
James casi se ahogó.
—¿Tabby?
—Si —asintió Albus—. Tabitha Corsica. Es la jefa extraoficial de Colmillo y
Garra. Es decir, todo el mundo tiene en realidad un cargo oficial de algo en el club.
Es una especie de broma entre los Slytherins.
James se volvió a mirar a Ralph, con las cejas arqueadas.
—Tabitha intentó meterme el año pasado, antes del debate. Creo que es una
sociedad secreta, aunque no es que sea muy secreta si eres un Slytherin.
—Tabby dice que está bien que te hable de ello, James —aseguró Albus—. Pero
yo que tú lo mantendría en secreto. Quiero decir, no queremos que todo el mundo
sepa de ella. ¿Qué gracia tendría?
—¿Eso es lo que pasa con Tabitha el miércoles? —preguntó James.
—¿Qué?
—Este miércoles —dijo James, deteniéndose cuando alcanzaron el arco que
conducía al exterior hacia los invernaderos—. Tabitha dijo que haría los arreglos
para algo.
—Oh, eso —dijo Albus, mirando hacia las edificaciones que brillaban a la luz de
la mañana—. Eso era por las pruebas de Quidditch. Dice que le encantaría verme
entrar en el equipo.
James sonrió incómodamente.
—Pero no tienes escoba ni nada. Confía en mí, esas escobas de las Casas son
inútiles. Yo ni siquiera pude volar en línea recta hasta que conseguí mi
Thunderstreak.
—Eso no va a ser problema —dijo Albus, colgándose la mochila al hombro y
sonriendo ampliamente—. Tabby dice que me dejará utilizar su escoba para la
prueba.
La boca de James se abrió de par en par, pero Albus se alejó antes de que
pudiera decir nada.
—Hasta luego, hermano mayor —gritó sobre el hombro—. ¡No puedo llegar
tarde a la primera clase! —Trotó a la luz del sol, uniéndose a sus compañeros
Slytherins de primer año que habían estado rondando cerca. James se giró hacia
Ralph, con la boca todavía abierta.
—Primera noticia que tengo —dijo Ralph, alzando las manos con las palmas
hacia arriba—. No soy parte de la panda de Tabby, ya sabes.
—Pero esa escoba —chisporroteó James—, es... ¡es maléfica!
—Vamos —dijo Ralph—. Dejémoslo por ahora. La clase empieza en cinco
minutos.
Cuando James se volvía a regañadientes para seguir a Ralph, pasó junto a
Scorpius que iba de camino a los invernaderos. Scorpius sonrió burlonamente
hacia James y le empujó con el hombro. James casi dijo algo, pero un Slytherin que
andaba se le adelantó.
—¡En verdad, me has roto el corazón, Malfoy! —gritó el chico, aferrándose el
pecho. Hubo un coro de risas. Scorpius les ignoró.
—¿Por qué Debellows no da la clase en el aula de Defensa Contra las Artes
Oscuras? —preguntó Ralph, estudiando su horario mientras se colaban a través de
los atestados pasillos—. Esto nos está llevando al otro lado del castillo.
James se encogió de hombros, distraído.
—No tengo ni idea.
Alcanzaron la habitación designada y llena del resto de los alumnos de
segundo. El aula era enorme, con un techo muy alto y ventanas altas a lo largo de
toda una pared. No había sillas ni pupitres. En vez de eso había colchonetas sobre
el suelo, anticuadas pesas colocadas en un largo estante, y una especie de
maniquíes accionados por poleas y complicados aparatos cubiertos de acolchados
y potros.
Morgan Patonia, el Hufflepuff, entró y se detuvo, observando el lugar.
—Hmph. Bienvenidos al gimnasio de Hogwarts —dijo con voz desconcertada—
. Ni siquiera sabía que teníamos uno de estos.
La clase se deslizó nerviosamente a través del lugar, sin estar muy seguros de
qué hacer consigo mismos. Kevin Murdock, el Slytherin con quien James había
tenido Tecnomancia el año anterior, agarró un par de pesas y las levantó,
fanfarroneando ante un par de chicas Ravenclaw que pusieron los ojos en blanco.
—¡Saludos, clase! —resonó una voz entusiasta. James se giró para ver al
profesor Debellows entrando a zancadas en la habitación por la puerta de atrás.
Estaba vestido con una túnica corta y sandalias y tenía una toalla colgada
alrededor del cuello—. Como sabéis, soy vuestro nuevo profesor de Defensa
Contra las Artes Oscuras, Kendrick Debellows. Odio que me llamen profesor nada,
así que sentíos libres de llamarme por mi nombre de pila. No nos molestaremos
con protocolos en esta clase. Quiero que todos penséis en mí como en vuestro
amigo y compañero. Tomad asiento, todos.
James miró alrededor como si esperara que una fila de sillas hubiera aparecido
de repente. El resto de la clase estaba haciendo lo mismo, con las caras vagamente
confusas.
—¡En las colchonetas! —rió Debellows—. Os lo juro, esto va a ser una
experiencia educativa nueva para todos vosotros, por lo que veo. Sobre las
colchonetas, estudiantes. Donde gustéis. Ese es el espíritu.
James se dejó caer con la espalda contra uno de los muñecos. Cuando se apoyó
en él, este emitió un suave chasquido y un sonido silbante. El brazo del muñeco
saltó hacia arriba junto con la mano terminada en un enorme y acolchado puño.
James lo miró con aprensión, y después a Ralph. Ralph parecía definitivamente
preocupando mientras se sentaba incómodamente sobre la colchoneta.
—No sé a qué tipo de clases habréis estado acostumbrados en el pasado,
estudiantes —dijo Debellows, cogiéndose las manos tras la espalda y meciéndose
sobre los talones—. De hecho, no he preguntado específicamente por los métodos
de anteriores profesores de Defensa. Tengo mi propia forma de hacer las cosas, una
forma que probó ser muy exitosa durante mis años como líder de los Harriers, y
tengo intención de implementar los mismos métodos aquí. Muchos de vosotros
estaréis familiarizados con mis misiones, pero déjadme tranquilizaros: esta no será
una clase teórica. No discutiremos mis aventuras detalladamente, por mucho que
estas pudieran de tanto en tanto resultar instructivas e ilustrativas. No, esta va a
ser una clase donde haremos cosas. ¡Aprender es practicar! Y practicar es lo que
haremos. Probablemente la mayoría de vosotros terminaréis magullados y
exhausto. Puede que volváis de nuestras clases con moretones, sudados y
manchados de barro. ¡Pero os haréis fuertes! Haré lo que esté en mi mano para
enseñaros todo lo que he aprendido en mis años de confrontación con las Artes
Oscuras. Ahora, solicitaré un voluntario.
Los ojos penetrantes de Debellow vagaron ansiosamente sobre la multitud de
estudiantes de segundo año. Un Ravenclaw llamado Joseph Torrance alzó la mano
tentativamente.
—Excelente, eso es, nada de timidez. Ven aquí, jovencito. No sé tu nombre, pero
le llamaré Ignatious.
—Mi nombre es Joseph —dijo el chico, trotando hacia Debellows en la parte
delantera de la habitación.
—Joe entonces. Bien, bien. Lo que quiero que hagas, Joe, es fingir que eres un
hombrelobo. Quiero que me ataques.
—¿Atacarle, señor? —dijo Joseph, un poco inseguro.
—Si, si, como un hombrelobo. Simplemente lánzate sobre mí, ve a la yugular.
No temas hacerme daño.
Joseph tragó saliva, mirando al resto de la habitación, después se volvió hacia
Debellows. Animosamente, se encorvó, alzó las manos con los dedos como garras,
y cargó, haciendo una imitación bastante buena de un aullido rabioso. Justo
cuando saltó, Debellows se giró. En un borrón de movimiento, enganchó una
pierna sobre el chico, haciéndole girar hacia arriba en el aire, sacó su barita, y gritó
una orden ininteligible. Joseph se quedó congelado en medio del aire antes de
estrellarse contra la colchoneta. Su cara todavía se contorsionaba en una comedia
de gruñido.
La clase a penas había tenido tiempo de jadear antes de que se hubiera acabado.
Hubo un momento de respetuoso silencio, y después estalló un aplauso. Graham
codeó a Morgan, asintiendo excitadamente y señalando.
—Está perfectamente bien —gritó Debellows, sacudiéndose las mangas de la
túnica—. Ni siquiera está paralizado, solo suspendido. ¿No es así, Ignatious? —
palmeó al chico en el pie alzado.
—Es Joseph, señor —replicó el chico, sacudiéndose y mirando nerviosamente al
suelo.
—Joe, si, desde luego. La cuestión, por supuesto, no es hacer daño a la pobre
criatura, sino simplemente alzarla del suelo. Si no puede tocar el suelo, no puede
cargar. Si no puede cargar... bueno, el apoyo es elemental, como podéis ver.
Prepárate, Joe.
Joseph apenas tuvo tiempo de poner las manos ante él antes de que Debellows
ondeara su varita. El chico cayó sobre la colchoneta.
Debellow miró alegremente a los estudiantes.
—¿Alguna pregunta?
Graham disparó la mano al aire.
—¿Que encantamiento fue ese, señor?
—Tsk, tsk, tsk, —regañó Debellows, ondeando el dedo hacia Graham—. No nos
adelantemos, señor..., ah, jovencito. Preparación física antes que los hechizos, es mi
lema. ¿Habéis notado la maniobra que he utilizado para lanzar al hombrelobo al
aire en primer lugar? Esa es la clave de todo el asunto. Los hechizos son solamente
la guinda del pastel. No, en esta clase, nos aplicaremos en la disciplina física
preparándonos a nosotros mismos para los desafíos a los que podemos
enfrentarnos como defensores del bien. ¿Sabéis, clase, que un mago lo
suficientemente en forma puede sobreponerse incluso a la Maldición Imperious si
tiene la suficiente fuerza física y mental? Es cierto. Durante mucho tiempo, el
enfoque para civiles de la Defensa Contra las Artes Oscuras ha sido hechizos
rápidos y sucios, encantamientos protectores, y maldiciones tramposas. Aquí, no
os haré simplemente diestros en teoría. ¡Aquí, os convertiré en guerreros!
Sonrió ampliamente hacia la habitación, su mirada oscura enérgicamente
cortante. Después de un momento, Kevin Murdock empezó a aplaudir. El resto de
la clase se le unió sin mucho entusiasmo.
—Sé que probablemente no os entusiasme mucho mi aproximación —dijo
Debellows, alzando una mano—. Hay algunos que no utilizan los mismos métodos
que yo. Algunos que no respetan la importancia de la pericia física, que creen que
esos hechizos Expelliarmus y Patronus son más que suficientes para luchar contra
la mayoría de los enemigos. En los Harriers, llamamos a esa gente "aurores". —
Sonrió, y hubo una ligera oleada de risas. Kevin Murdock sonrió burlonamente a
James, mientras codeaba a un compañero Slytherin. Debellows siguió—. Pero yo
creo que encontraréis mi aproximación bastante efectiva a la larga. Y os lo
prometo: no os pediré a ninguno que hagáis nada que no esté dispuesto a hacer yo
mismo a vuestro lado. ¡Y ahora! —Batió las palmas impacientemente—. Veamos de
donde partimos. ¿Cuántos habéis oído hablar alguna vez del Gauntlet?
James recorrió la habitación con la mirada. Nadie alzó la mano esta vez.
Debellows parecía impertérrito.
—El Gauntlet es una antigua herramienta utilizada por aquellos que se entrenan
para la batalla. Es una especie de prueba de obstáculos accionada por poleas.
Concedido, siendo magos, tenemos a nuestra disposición ciertas, er, capacidades
especiales. El Gauntlet no tiene más finalidad que la de sobrepasarlo. Seguramente,
todos habréis oído la frase "pasar el gauntlet". Estoy a punto de ilustraros sobre lo
que significa realmente esa frase.
Debellow paseó enérgicamente a través de la habitación y se detuvo al final de
la línea de aparatos. Se puso las manos en los codos y torció la cintura unas pocas
veces, saltando de un pie a otro una docena de veces, después finalmente se
agazapó. Extendió un brazo, apuntando la varita hacia la línea de aparatos.
—¡Defendeum! —ladró .
Inmediatamente, los aparatos se pusieron en marcha, zumbaron y volvieron a la
vida. Debellows se lanzó hacia adelante, amagando y rodando bajo el primer
dispositivo cuando este meció un bate acolchado en su camino. Con un gruñido, el
hombre saltó a la fase siguiente. Se movía en una especie de ballet muscular,
abalanzándose, encorvándose y saltando a través del barullo mecánico. Capeaba
ruedas de puños acolchados, se agachaba bajo hechizos Aturdidores disparados
por un banco de varitas automáticas, saltaba sobre potros y mandíbulas
acolchadas, y finalmente se zambulló, brincó y aterrizó pulcramente sobre los pies
al final de Gauntlet.
No hubo aplauso esta vez. James miró, horrorizado, hacia la monstruosidad de
poleas que golpeaba salvajemente.
—¡Así! —gritó Debellows sobre el ruido del Gauntlet, colocándose los puños en
las caderas—. ¿Quién será el primero entonces?
—¡Es un auténtico chiflado! —exclamó Graham mientras cojeaba de camino a
Historia de la Magia—. ¡Debe haber recibido demasiados Aturdidores en el cerebro
cuando era Harrier o algo!
—Nada de hechizos hasta el cuarto año —dijo Ralph, sacudiendo la cabeza—.
¿Y qué era todo eso al final? ¿Quién es Artis Decerto?
—No es un quién, sino un qué —dijo Rose, colocándose junto a Ralph—. Es una
especie de versión mágica del karate.
James se frotaba el codo donde el Gauntlet se lo había golpeado.
—¿A dónde vas, Rose?
—Historia de la Magia —replicó remilgadamente.
Ralph la miró fijamente.
—¿Nuestra Historia de la Magia?
—No sé qué quieres decir con eso —dijo Rose, alzándose en toda su estatura,
que llegaba aproximadamente a la nuez de Adán de Ralph—. Mi horario indica
Historia de la Magia, segunda clase, Profesor Binns. No puedo evitar que mi
consejero sugiriera que saltara de nivel en algunas asignaturas ¿Entonces las cosas
no fueron bien con el profesor Debellows?
—No se le puede llamar profesor —dijo Graham agriamente—. Quiere ser
nuestro colega, ¿no lo sabías?
—La clase de colega que te obliga a hacer cincuenta flexiones si no puedes
arreglártelas para evitar ser aplastado por un puño acolchado gigante —dijo Ralph
tristemente.
—Odio decirlo, pero probablemente os haga algún bien —dijo Rose, evaluando
a los chicos de reojo.
—Espera a tener tu primera clase con él —gruñó James—. Veremos lo animada
que te muestras después.
Cuando entraron en fila al aula de Historia de la Magia, el fantasmal profesor
Binns parecía estar en medio de una lección. Su espalda estaba vuelta mientras
escribía en la pizarra con un trozo de tiza fantasmal. Extrañamente, parecía estar
escribiendo notas sobre viejas notas, creando una masa sin sentido. Daba la clara
impresión de que la pizarra contenía años de la fantasmal escritura del profesor,
capa sobre capa desvaneciéndose en la penumbra. Como James sabía, Binns tenía
solo el más ligero de los asideros en la realidad temporal. El año pasado, Ted había
contado a James que la escuela había intentado trasladar el aula de Historia de la
Magia a otra ala para hacer espacio a los visitantes de Alma Alerons.
Desafortunadamente, el profesor Binns continuaba apareciendo de improviso en la
vieja aula cada día para dar sus clases a pesar del hecho de que ésta había sido
temporalmente convertida en el dormitorio de las chicas de Alma Aleron. Ningún
tipo de persuasión logró convencer al fantasma de recolocar sus clases, y la
habitación fue pronto vuelta a convertir en un aula.
Torpemente, los estudiantes encontraron sus asientos y empezaron a sacar
pergaminos y plumas. Después de un minuto, Rose se aclaró la garganta bastante
ruidosamente y llamó al profesor por su nombre. Binns dejó de escribir en la
pizarra y se giró, mirando con vaga atención a Rose a través de los anteojos.
—¿Si, señorita Granger?
Hubo una oleada de risa y Rose enrojeció.
—No soy la señorita Granger, señor. Soy Rose Weasley, su hija. Yo, er, creo que
nos hemos perdido la primera parte de su lección.
—Otra generación ya —masculló Binns para sí mismo—. Muy bien entonces.
El fantasma extendió la mano en busca de un borrador fantasmal y empezó a
pasarlo por la pizarra, sin producir ningún efecto en absoluto.
—No tiene sentido tomar apuntes. Solo tienes que escuchar la lección —susurró
Graham confidencialmente—. Es un desafío, pero las buenas noticas son que ha
estado haciendo los mismos exámenes durante cuarenta años. Las respuestas están
grabadas en lo alto de los pupitres. ¿Ves?
James había tenido al profesor Binns el año anterior, pero no había oído esta
leyenda en particular. Bajó la mirada a los desgastados graffitis grabados en el
tablero del pupitre. Desde luego, enterrado en el centro, había una lista de temas
numerados y frases. Arriba, como encabezado, estaba la frase "CUANDO TENGAS
DUDAS, SIMPLEMENTE DI "REBELIÓN GOBLIN"".
—Eso es hacer trampa —dijo Rose sin mucha convicción—. Er, técnicamente.
—Recordarán —dijo Binns, quitándose las gafas y limpiándolas ausentemente
en su anticuada y fantasmal solapa—, que el año pasado, completamos nuestros
estudios con el fin de la Edad Oscura mágica, en la cual hombres y magos
finalmente separaron sus caminos después de siglos de desosiego. El mundo
mágico permitió que los reinos muggles creyeran que habían desaparecido y
finalmente se habían extinguido. Al contrario, por supuesto, el mundo mágico se
desarrolló en secreto, y así ha sido desde entonces, exceptuando las típicas
fricciones inherentes en la interacción de lo mágico y lo no-mágico. Esto nos trae a
los mismos principios de la edad moderna de la historia mágica, en la cual se dio a
luz a instituciones estrictamente mágicas. Este año, estudiaremos la historia de
estas instituciones, desde gobiernos a economía y educación. Inicialmente, casi
todos esos detalles se decidían dentro de estas paredes, y por la misma gente.
Puede que no sean conscientes de que este mismo castillo fue el centro del mundo
mágico durante bastante tiempo antes de ser exclusivamente clasificado como
lugar de aprendizaje.
Rose garabateaba notas estudiosamente sobre su pergamino. Ralph la observaba
con curiosa fascinación, ya fuera a causa de su persistencia al tomar notas o porque
su escritura era meticulosamente precisa. James deseó que Zane estuviera allí para
hacer algún dibujo divertido del profesor Binns. Ociosamente, garabateó en su
pergamino.
—Fotografía mágica —continuaba Binns—, bastante más antigua que su
equivalente muggle, estaba todavía en sus principios durante la fundación de
Hogwarts. Aquí, en lo que era, en esos tiempos, todavía un medio experimental,
vemos la única representación fotográfica que queda de los fundadores originales
de Hogwarts.
James levantó la mirada para ver al profesor señalando con su varita fantasmal a
una pequeña imagen enmarcada en la pared. James entrecerró los ojos pero no
pudo sacar nada en limpio. No sabía que hubiera fotos de los fundadores y sentía
bastante curiosidad por ver qué aspecto tenían. Miró alrededor de la habitación,
pero nadie más parecía estar teniendo ninguna dificultad en ver la antigua foto.
James apretó los labios. Iba a tener que ocurrir tarde o temprano. Tan
silenciosamente como pudo, buscó en su mochila y encontró el pequeño estuche
que contenía sus nuevas gafas. Las sacó y, tan subrepticiamente cómo fue posible,
se las puso. Inmediatamente, la foto antigua se enfocó.
—Técnicamente, no es una fotografía como las conocemos hoy en día, sino una
especie de retrato instantáneo creado con pinturas especialmente encantadas. En
cualquier caso, el resultado es una imagen fiel, aunque cruda. Aquí vemos a los
cuatro fundadores originales de pie delante de sus estatuas en la rotonda original.
Esta fue tomada bastante avanzadas sus carreras, en ocasión del nombramiento y
dedicación de Hogwarts como escuela de magia y hechicería hace diez siglos.
James estudió la antigua imagen. Era ciertamente muy granulada y solo en
blanco y negro. Aún así, podían distinguirs bien las cuatro figuras, dos brujas y
dos magos. La cara larga de Godric Gryffidor lucía su famoso mostacho y chiva.
Los rasgos de Salazar Slytherin eran fríos, con pómulos y barbilla afilados. Era
absolutamente calvo. Helga Hufflepuff era alta y de aspecto severo, con una larga
trenza. Rowena Ravenclaw llevaba el cabello grisáceo suelto, enmarcando una
hermosa cara risueña y unos ojos oscuros. Tras ellos podían verse sus estatuas,
pero solo de cintura para abajo. Las estatuas habían sido indudablemente muy
altas.
—Mirad —susurró Graham, señalando a la foto—, ¡hay un fantasma en el
pedestal! Puedes verlo en el costado, junto a la estatua más a la derecha, justo como
en el libro de Rita Skeeter!
Ralph pareció asombrado.
—¿El fantasma en el pedestal?
Rose puso una mueca dolorida.
—Es solo un mito, Ralph —susurró—. Estaba en un libro de hace unos pocos
años: El Código de los Fundadores. Decía que había secretos ocultos en un montón de
antiguas pinturas y fotos y cosas. Supuestamente, hay una cara fantasmal oculta en
las sombras del pedestal de la estatua en la foto de los fundadores.
—Está ahí mismo —jadeó Graham—. Skeeter dice que fue introducido en la foto
por una maldición del propio Salazar Slytherin como adelanto de su maldición
final. Se supone que será la cara del heredero de Slytherin. Por supuesto, ahora eso
ya es historia. La Cámara de los Secretos es bien conocida. Estaba en el tour de
Hogwarts hasta hace unos años, cuando la cerraron por resultar insegura.
Una Hufflepuff llamada Ashley Doone, en la fila de atrás de James, añadió:
—Yo también puedo verlo, parece... ¡parece que lleva gafas! Vaya, James —dijo
conspiradoramente—, creo que el fantasma en el pedestal ¡eres tú!
James se giró para fulminarla con la mirada. Ella sonrió y se cubrió la boca.
Cuando James se volvió a dar la vuelta, Rose y Ralph también estaban mirándole.
—¿Desde cuándo llevas gafas? —preguntó Ralph.
—¡No las llevo! —se quejó James—. Solo las necesito para ver... cosas. De lejos.
A veces. ¡Casi nunca!
—Son bastante monas, James —sonrió Rose—. De un cierto modo intelectual.
James se arrancó las gafas y las volvió a meter de golpe en su mochila. Rose
volvió a mirar la foto antigua mientras el profesor Binns barbotaba distraídamente.
—Y Ashley tiene razón —susurró Rose, sonriendo juguetonamente—. El
fantasma del pedestal se parece bastante a ti. No me había fijado al principio.
—Anda y piérdete —refunfuñó James, volviendo a sus garabateos.
Esa noche, después de la cena, James y Rose se sentaron entre una pila de libros
y pergaminos en una esquina de la sala común Gryffindor.
—Es solo nuestro cuarto día —se quejó James—. No puedo creer que ya esté
hasta las cejas de deberes.
Rose mojó su pluma.
—Si dejaras de quejarte y lo hicieras sin más, no parecería tanto trabajo.
—Gracias por los ánimos —gruñó James, pasando al azar las hojas de un
enorme libro polvoriento—. ¿Cuántas clases voy a compartir contigo este año, por
cierto? Quiero decir, aparte de Historia de la Magia y Transformaciones. Es un
poco embarazoso, sabes.
—No puedo imaginarme por qué —dijo Rose sin levantar la mirada de su
pergamino—, a ti no te afecta para nada que haya heredado la facilidad de mi
madre con los principios básicos de la magia. Tú, por otra parte, has heredado la
tendencia de tu padre a postergar tus estudios hasta el último minuto. Simple
genética.
James se sentó erguido.
—¿Ya has hecho los deberes de Transformaciones entonces? Tal vez podrías
echarme una mano con los míos ya que eres tan lista. Después de todo, somos
familia.
—Obviamente me has confundido con alguna otra —dijo Rose, metiendo sus
libros en la mochila y cerrando la cremallera—. Puede que eso funcionara con mi
madre en los viejos tiempos, pero solo porque ella tenía una sentido de la
responsabilidad muy desarrollado. Mi herencia Weasley contrarresta eso
perfectamente. Por cierto, ¿no deberías ponerte las gafas para hacer los deberes?
James le lanzó una mirada apagada.
—Solo las necesito para ver de lejos, muchas gracias. Apreciaría que
mantuvieras todo el asunto de las gafas en privado.
—No es para tanto. Mucha gente lleva gafas.
—Muchos perfectos perdedores —se quejó James tristemente.
—Damien las lleva —señaló Rose—. Y la profesora McGonagall. Fiera Hutchins
las lleva y le quedan muy monas, aunque sea una Slytherin. Y Clarence Templeton,
y Scorpius...
James casi tiró sus libros de la mesa.
—¿Scorpius lleva gafas? ¿Cómo lo sabes?
Rose parpadeó hacia James.
—Se las vi en Herbología. Las necesita para leer, supongo. Al contrario que tú,
parece perfectamente cómodo llevándolas en clase. Son bastante informales, de
hecho. Sin montura, con patillas de carey...
—Vale, vale —dijo James, ondeando la mano despectivamente—. Eso no lo hace
mejor.
—A pesar de lo que puedas pensar —dijo Rose, inclinándose y bajando la voz—,
no es estúpido. Puede que no sea el chico más agradable de la escuela, pero sabe lo
que se hace.
—Sabe como lanzar unos pocos hechizos, que bien —dijo James, cruzando los
brazos—. Sus padres probablemente contrataran a uno de esos tutores goblins para
asegurarse de que podía lucirse ante el resto de nosotros.
Rose se encogió de hombros y miró mordazmente al otro lado de la habitación.
—Parece que él ya ha hecho sus deberes, en cualquier caso.
James siguió la mirada de su prima. Scorpius estaba recostado en una silla de
respaldo alto junto al hogar. Sacudía ociosamente su varita, haciendo flotar un
pedazo de papel plegado para que pareciera un murciélago. Oscilaba y bajaba
fácilmente.
—Bonito alarde —gruñó James por lo bajo.
Cameron Creevey vio a James mirando. Se levantó y se aproximó a la mesa
tentativamente.
—¡Oye, James! ¿Qué tal fue tu primer día!
—Asqueroso —se quejó James—. ¿Te fue bien en Transformaciones, Cameron?
Cameron sacudió la cabeza.
—Ni siquiera he tenido mi primera clase, lo siento. Solo quería preguntarte: ¿es
cierto lo del año pasado? Lo de la alineación de los planetas y como estabas allí
cuando volvió Merlín y todo ese asunto de como burlasteis a ese reportero
muggle?
—Bueno —empezó James, y después se encogió de hombros cansado—, si,
claro, supongo. Probablemente todo sea cierto, pero no fue como suena. Yo estaba
intentando detener el retorno de Merlín, ya sabes. Así que en realidad, fue un
rotundo fracaso.
Cameron sonrió abiertamente, mostrando un montón de chicle rosa.
—¡Eso es absolutamente brutal! —exclamó—. Mi padre es Dennis Creevey, fue a
la escuela con tu padre, Harry Potter, ¿no?
—Claro, si tú lo dices —estuvo de acuerdo James, sonriendo. El entusiasmo del
chico era bastante contagioso—. Pero no me parezco a él, Cameron, de verdad. Soy
solo un crío. ¿Ves? Ninguna cicatriz. Además, tuve un montón de ayuda.
—Si, lo sé —asintió Cameron—. Ralph Deedle, ¡cuyo padre es en realidad un
Dolohov! Nadie vio venir esa, ¿no? Aún así tiene sentido en retrospectiva. Al
menos eso es lo que dice mi padre.
Rose sonreía burlonamente y fingía leer uno de los libros de James. James
sacudió la cabeza maravillado.
—¿De dónde has sacado todo eso, Cameron?
—Oh, todos los de primero han estado hablando de ello. ¡No podemos esperar a
ver con que sales este año!
James frunció el ceño.
—¿Este año?
—¡Claro! —se entusiasmó Cameron—. Quiero decir, ¡es justo como en los días
de tu padre! Cada año, él tenía una gran aventura, ¿no? Tenemos todos los viejos
artículos de El Profeta en casa al igual que las novelizaciones. Sé que son un poco
exagerados, pero mi padre estuvo allí algunas veces y dice que los libros ni
siquiera hacen justicia a las auténticas historias. ¡Mi favorita es la del Torneo de los
Tres Magos, especialmente la parte del dragón!
James alzó las manos, deteniendo a Cameron.
—Mira, ese fue mi padre. No yo. Las cosas son diferentes ahora, ¿no? Ya no hay
ningún Voldemort, nada de grandes sociedades maléficas y espeluznantes
dispuestas a dominar el mundo. Lo del año pasado fue una casualidad, ¿verdad?
Además, no fui un héroe como mi padre. Si no hubiera sido por Ralph y Zane...
—¿Zane? —interrumpió Cameron—. ¿El americano?
—Si —rió James, exasperado—. Él...
James saltó cuando algo golpeó la ventana junto a él. Se giró, con los ojos muy
abiertos. La ventana estaba perfectamente vacía. Miraba hacia su reflejo en el viejo
cristal—. ¿Qué...?
El golpeteo llegó de nuevo, más alto, sacudiendo la ventana en su panel. Algún
pequeño objeto se había lanzado contra ella desde el exterior. Parecía una gran
polilla, pero con brillantes alas azules. James enfocó la mirada, frunciendo el
entrecejo.
—¿Qué es eso? —preguntó Rose, rodeando la mesa para unirse a James.
James sacudió la cabeza. La polilla volvió a lanzarse contra la ventana,
golpeando el cristal con sus alas. Era notablemente fuerte considerando su tamaño.
—Es una alevilla —dijo Rose, reconociendo la forma voladora—. Déjala entrar
antes de que rompa la ventana. Son inofensivas.
James desatrancó la ventana y la abrió justo cuando la alevilla se lanzaba de
nuevo hacia ella. Atravesó disparada la ventana y pasó junto a James. Cameron se
agachó mientras la centelleante polilla recorría la habitación. Se zambulló
salvajemente, esquivando a los estudiantes esparcidos por la habitación, dejando
un rastro de débil brillo tras ella. Scorpius se sentó erguido y observó a la polilla
entrecerrando los ojos, mientras esta viraba y se arqueaba, dibujando líneas
polvorientas en el aire. Finalmente, como si estuviera exausta, la polilla se agitó
hasta aterrizar en la mesa, sobre la pila de libros de James. Plegó las alas y sacudió
las antenas hacia James.
—¡Guau! —dijo Cameron excitado. James alzó los ojos.
Las líneas de brillante polvo se habían condensado hasta tomar forma. Ésta
flotaba en medio del aire, vagando muy lentamente hasta el suelo. James reconoció
la figura. Sonrió abiertamente.
—Cameron, te presento a Zane —dijo James, gesticulando hacia la cara familiar
formada por el polvo brillante—. Zane, justo estábamos hablando de ti. ¿Cómo lo
has sabido?
La polvorienta representación de la cara de Zane sonrió.
—¡Funciona! ¡Hola, James! Espera un segundo. Raphael, Anna, decid al profesor
Franklyn que funciona. ¡He llegado! ¡Pueden verme! De acuerdo, como sea. Hola
todo el mundo. ¡Hola, Rose! ¿Dónde está Ralphinator?
—Él y Albus están abajo con los Slytherins —replicó James—. ¿Qué es esto,
Zane?
La cara trémula de Zane hizo una mueca como diciendo "es una larga historia".
—¿Habéis oído hablar del Efecto Mariposa? Una de esas bate las alas en Paris y
causa un huracán en Los Ángeles? Bueno, esta es esa mariposa. Es una polilla, en
realidad, pero la cuestión es que no causa huracanes, solo saben cuándo van a
ocurrir. Franklyn dice que es una especie de conexión psíquica con el cosmos. Sea
como sea, puede sintonizar con cosas a miles de millas de distancia. El truco está
en coger la frecuencia justa en el momento adecuado. Por el momento, está
sintonizando con mi cara aquí en Alma Aleron. ¿Qué aspecto tengo?
James se inclinó hacia adelante, estudiando el extraño y brillante fenómeno.
—Como un fantasma mareado.
—Eso es lo más que consigue, por ahora —asintió Zane—. Aún así, es un gran
salto para el Departamento de Comunicaciones Mágicas Experimentales. Raphael
dice que probablemente consigamos una subvención por esto. De todas formas,
solo tengo un minuto antes de que el polvo se asiente. ¿Cómo os va todo?
—Bien —replicó James—. Dile aquí a Cameron que no vamos a tener ninguna
excitante aventura este año.
—Será mejor que no —estuvo de acuerdo Zane—. James me juró que se habían
acabado el año pasado, Cam. Esa es la única razón por la que dejé que mis padres
me arrastraran de vuelta a América. Vaya, estoy desapareciendo, puedo sentirlo.
Estaré en contacto, chicos. Tenemos algunas otras técnicas que probar. ¡Será
divertido!
—Muy bien, Zane —dijo James mientras la cara brillante empezaba a
desintegrarse—. ¡Nos vemos!
—¡Espera! —chilló la voz de Zane mientras se hacía más débil—. ¿Te he oído
decir que tu hermano estaba con los Slyth...? —Su voz se apagó cuando el brillante
polvo de la polilla se desvaneció en el aire. Sobre la mesa delante de James, la
polilla flexionó las alas. Las desplegó otra vez y voló silenciosamente a través de la
ventana abierta. James la cerró.
—¡Eso fue totalmente brillante! —exclamó de repente Cameron. James sonrió,
sacudió la cabeza, y ahuyentó al chico con un ademán. El resto de los Gryffindors
de la sala común volvió a sus asuntos.
—Eso es una completa estupidez —dijo Rose, volviendo a su asiento—. No
existe nada parecido al Efecto Mariposa. Es solo una metáfora.
James sonrió satisfecho a Rose.
—¡Estás loca por él!
Rose le frunció el ceño.
—¿Por qué demonios dices algo así?
—Porque —dijo James simplemente—, esperaste hasta que se fuera para decir
eso.
Rose se ruborizó y apartó la mirada, echando humo.
—¿Ves? —dijo James, codeándola—. No soy un imbécil en todo, ¿verdad?
Rose se aclaró la garganta y recogió su mochila.
—Disfruta de tus deberes de Transformaciones —dijo, poniéndose en pie—. Y
por cierto, vi las respuestas de tus deberes de Historia de la Magia. Tres están mal,
y no voy a decirte cuales son. —Batió las pestañas y sonrió dulcemente—. ¡Buenas
noches!
James se derrumbó en su silla, observándola subir las escaleras del dormitorio
de las chicas. Al otro lado de la habitación, Cameron le sonrió.
Nada de aventuras este año, pensó James. Eso era bueno, ¿no? Por supuesto que
lo era. Además, el trío se había roto. Zane ya no estaba, estaba al otro lado del
océano en una franja horaria completamente diferente. Eso no le había ocurrido
nunca a Harry Potter. Siempre habían sido Harry, Ron y Hermione, el trío mágico,
inseparables incluso hoy en día. No era así para James, y eso, se dijo a sí mismo,
estaba bien. Dejemos que Albus tenga una aventura si no es una muy mala.
Después de todo, era él el que según todo el mundo se parecía a su padre cuando
era joven.
Le picaba la frente. Sin pensarlo, se la rascó, levantándose el pelo revoltoso.
Justo como le había dicho a Cameron, no había ningún relámpago allí. James no
era su padre.
Cuando bajó la mano, vio a Scorpius Malfoy mirándole fijamente a través de la
habitación. Su cara era inescrutable. Después de un momento, Scorpius apartó la
mirada, como aburrido. Si había alguna prueba de que la era de las aventuras al
estilo Harry Potter se había acabado, estaba sentada justo allí: Scorpius Malfoy con
un emblema Gryffindor bordado en la túnica.
James suspiró, abrió su libro de Transformaciones, y empezó sus deberes.
Los primeros días de colegio pasaron en un borrón. James asistió a sus clases e
hizo un esfuerzo concentrado por tomar notas y acometer sus deberes. Su
diligencia surgía parcialmente de su propia determinación a no quedarse atrás
desde principio de curso, pero también debido a la presencia de Rose en muchas
de sus clases. Ella servía como una constante y desagradable fuente de ánimo ya
que James estaba decidido a no permitir que su prima de primero le superara a
pesar de su inteligencia natural.
Una clase que Rose no compartía con James era Cuidado de las Criaturas
Mágicas, que todavía era impartida por Hagrid. Hagrid avergonzó a James
saludándole con un enorme abrazo de oso que le aplastó los huesos al principio de
la clase.
—No tuve oportunidad de decírtelo en el funeral, James —dijo Hagrid en lo que
él pensaba era un tono confidencial—, pero lamento mucho lo de tu abuelo
Weasley. Arthur era un gran hombre, sí señor.
James asintió con la cabeza, un poco molesto porque se le recordara la muerte
de su abuelo. Habían pasado algunos días desde la última vez que pensara en ello.
Hagrid invitó a la clase a sentarse sobre la multitud de calabazas que maduraban
en su jardín. Pasó la hora explicando de qué trataba la clase y describiendo a los
animales que presentaría a los estudiantes durante el año. James no escuchaba
particularmente atento, miraba en vez de eso al lago, sus pensamientos vagando
melancólicos.
Durante su hora libre del miércoles, James se sentó con Ralph y Rose en una
mesa en la biblioteca. Aprovechó la oportunidad para escribir una breve carta a sus
padres. Cuando terminó, también se le ocurrió escribir una nota a su prima Lucy,
como había prometido. Mojó su pluma y escribió lo primero que le vino a la
cabeza.
Querida Lucy,
¡Hola! Espero que tío P. y tía A. no te estén arrastrando demasiado de un lugar a otro,
pero si lo hacen, ojalá te estés divirtiendo mucho y viendo algunas cosas guays. El curso ha
empezado bien. El nuevo profesor de Defensa es Kendrick Debellows, el famoso Harrier.
Pregunta a tu padre si no sabes quién es. Un tipo bastante duro, y no tiene nada bueno que
decir de los aurores, así que esa clase va a ser un ladrillo. Al te saludaría si supiera que te
estoy escribiendo. ¡Terminó en Slytherin después de todo! Prometí que dejaría que fuera él
quien se lo contara a mamá y papá, pero no dijo que no pudiera contártelo a ti. Rose está
sentada aquí mismo y te dice hola y que saques una foto de cualquier cosa guay que veas si
estás en algún lugar interesante, incluso si estás ya harta de ver cosas así. Dile a Mol que
todos le enviamos recuerdos. Envía una carta y alguna foto en respuesta con Nobby, ¿vale?
Sinceramente,
James
James dejó que Rose firmara la carta a Lucy también. Cuando lo hubo hecho,
recuperó la carta y la releyó. Después, pensativamente, añadió:
Posdata: Si te aburres, ¿podrías hacerme un favor?
Busca lo que puedas encontrar sobre algo llamado el Guardián o el Centinela de los
Mundos. Podría ser un poco difícil de encontrar, pero sé que te las arreglaras, y sería de
gran ayuda. Pero no hables a nadie más de esto. Prometí mantenerlo en secreto. Gracias.
James terminó de escribir y después rápidamente selló ambas cartas y las metió
en su cartera. Esa tarde, después de su última clase, Rose y Ralph acompañaron a
James a la Lechucería. Allí, James ató las cartas a la pata de Nobby mientras Rose y
Ralph se quedaban cerca de la puerta.
—Me alegro de haber comprado un gato —dijo Rose, arrugando la nariz—. Este
lugar huele a rancio.
—Los gatos no entregan cartas —replicó James.
—Bueno, una lechuza no puede acurrucarse en tu regazo junto al fuego.
Ralph asintió.
—O vomitar una bola de pelo en tu zapato.
Rose le dio un codazo. James terminó de atar las cartas a Nobby y retrocedió.
—Lleva la carta a mamá y papá primero, Nobby. Lucy podría enviar algo en
respuesta.
Nobby ululó en acuerdo. Extendió las alas, se balanceó sobre la percha un
momento, y después remontó el vuelo. James inclinó hacia atrás la cabeza mientras
Nobby subía, pasando las filas de sus compañeras lechuzas, y desaparecía a través
de la ventana en lo alto de la Lechucería.
Mientras los tres estudiantes se abrían paso de vuelta a través del castillo para
cenar, James preguntó a Rose con mordacidad.
—¿Qué tal tu primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras?
Rose apretó los labios y alzó su mochila.
—No me dejó pasar el Gauntlet.
Ralph la miró fijamente.
—Bueno, eso está bien, ¿no?
—No, Ralph, no lo está. Todos los chicos lo habían intentado. Debellows dice
que las chicas son "demasiado delicadas" para ello. Nos hizo entrenar unas contra
otras. Además, ninguna de las otras chicas se lo toma en serio. Fue una absoluta
pérdida de tiempo.
—En realidad no lo había notado —dijo James—, pero ahora que lo mencionas,
tampoco hizo que ninguna chica corriera el Gauntlet en nuestra clase.
—O se enfrentara al ogro de poleas —añadió Ralph—. Esa cosa puede estar
acolchada, pero menudos porrazos da.
—Deberías alegrarte de ser una chica entonces, Rose —dijo James
fervientemente—. Si eso te libra de pasar por esa fábrica de moratones.
Rose sacudió la cabeza, molesta.
—¡Los dos pasáis por alto la cuestión principal! Las chicas no son menos capaces
que los chicos. Apuesto a que yo podría machacaros a la mayoría en el Gauntlet si
tuviera oportunidad.
James la miró incrédulamente.
—¿Quieres atravesar esa cosa?
—Bueno —replicó ella, aplacándose un poco—, en realidad no. Quiero decir,
parece un poco brutal. Pero es el principio de la cuestión.
Ralph sacudió la cabeza.
—Esta es la primera vez en mi vida que desearía haber nacido chica.
—Voy a escribir a mamá y papá sobre esto —declaró Rose firmemente—.
Cuando mamá oiga que...
La voz de Rose se apagó cuando una ráfaga de aire frío sacudió de repente su
túnica. James y Ralph la sintieron también. Los tres se detuvieron en el pasillo,
mirando alrededor.
James frunció el ceño.
—¿Que fue eso?
Ninguno de los otros respondió. No parecía haber ninguna fuente obvia de
brisa. No había ventanas en esta sección del castillo. Puertas cerradas se alineaban
en las paredes, iluminadas por una serie de antochas que colgaban de cadenas.
Mientras James miraba, la antorcha del final del pasillo se apagó.
—Tal vez solo sea el viento —dijo Rose insegura—. Vamos, vayamos...
Dos antorchas más se apagaron en rápida sucesión. James miró a Rose, después
a Ralph, con los ojos muy abiertos. De repente, mucho más fuerte que antes, un
viento frío crzó el pasillo, pasando a través de sus túnicas y alborotándoles el
cabello. Apagó el resto de las antorchas, dejando el pasillo en medio de una
lóbrega oscuridad.
—¡Mirad! —gritó Rose sin aliento, con la voz antinaturalmente alta. James y
Ralph siguieron lo que su temblorosa mano señalaba. Había una figura
moviéndose por el pasillo. Flotaba sobre el suelo, con la cabeza agachada,
oscureciendo su cara. Vagaba hacia ellos veloz y silenciosamente. James agarró las
mangas de Ralph y Rose, tirando de ellos en un intento de retroceder, pero sentía
las piernas congeladas. La figura se movía demasiado rápido. Casi estaba sobre
ellos. De repente, justo cuando estaba directamente frente a ellos, alzó la cabeza.
Ralph jadeó. Rose saltó un gritito. James parpadeó.
—¿Cedric? —exclamó, con el corazón palpitante—. ¡¿Qué estás haciendo?!
El fantasma de Cedric Diggory se enderezó y les sonrió.
—He estado practicando —dijo con su voz distante y fantasmal.
—¿Le c-conoces? —tartamudeó Rose, recobrándose un poco.
—Si, le conocemos —replicó Ralph—. Eso no ha estado bien, Ced. ¿De qué iba,
por cierto?
Cedric pareció tomado por sorpresa.
—Soy el "Espectro del Silencio". He estado prácticamente todo el verano,
intentando crear un poco de ambiente. ¿Qué, ha sido demasiado?
James asintió con la cabeza.
—Si, yo diría que te has pasado un poco. ¿Puedes, ya sabes, encender las luces?
El fantasma miró a las linternas apagadas.
—En realidad, es mucho más fácil apagarlas que encenderlas. Esperad.
Cedric cerró los ojos y arrugó la cara. Después de un momento, dos antorchas
titilaron hasta volver a encenderse.
—Eso está un poco mejor —dijo Rose—. Pero aún así. No lo vuelvas a hacer,
¿vale? Al menos a mí no.
Cedric sonrió.
—Tú debes ser la hija de Hermione. Tienes su cabello, aunque un poco más
pelirrojo.
—Prefiero el término "castaño rojizo" —dijo Rose—. De todo modos, si.
Encantada de conocerte, er, Cedric. Recuerdo haber oído hablar de ti. ¿Quieres
acompañarnos a cenar?
Cedric pareció pensativo.
—No creo. No es bueno para la mística, dejarse caer por el Gran Comedor con
todo el mundo allí.
—Los demás fantasmas lo hacen —comentó Ralph—. El Barón Sanguinario baja
casi todas las comidas, ondeando su espada y enseñando palabrotas a los de
primero.
—Si... —estuvo de acuerdo Cedric vacilantemente—. Eso está bien para él. Lleva
aquí desde siempre...
James entrecerró los ojos.
—¿Cuánta gente te ha visto, Cedric? Quiero decir, sin contarnos a nosotros.
El fantasma flotaba nerviosamente.
—¿Aparte de vosotros? Er... ¿cuenta el retrato de Snape?
James negó con la cabeza.
—¿Y qué hay del intruso muggle?
—No.
—Bueno —admitió Cedric—, eso ha sido todo entonces.
—Espera un minuto —dijo Rose, alzando la mano—. ¿Eres un fantasma tímido?
Cedric hizo una mueca.
—"Tímido" no. Nunca fui tímido. Solo he estado... ocupado.
—¿Ocupado aprendiendo a apagar antorchas y practicando para ser el "Espectro
del Silencio"? —aclaró James, inclinando la cabeza.
—Mira, es diferente, eso es todo —dijo el fantasma—. No he bajado a cenar al
Gran Comedor desde la noche en que morí, hace veinte años.
Ralph habló.
—¿Y? No ha cambiado mucho, supongo. Tal y como parecen las cosas ahí abajo,
han estado funcionando igual desde los tiempos de los propios fundadores.
Vamos, será divertido aunque no puedas comer exactamente.
Cedric sacudió la cabeza tristemente.
—No puedo. Aún no. —Soltó un suspiro fantasmal—. La última vez que estuve
allí, me senté con mis amigos. Estaba de camino a lo que esperaba sería una
victoria en el desafío final del Torneo de los Tres Magos. Todo el mundo brindó
por mí con zumo de calabaza y me deseó buena suerte. Les prometí contarles todas
mis aventuras al día siguiente en la cena, con o sin la copa de la victoria... —Los
ojos fantasmales de Cedric se habían tornado pensativos—. Cho Chag se encontró
conmigo en la puerta de salida del vestíbulo. Quería desearme buena suerte en el
laberinto. Yo quería besarla, pero no lo hice, no allí mismo en la entrada del Gran
Comedor con todo el mundo mirando. Me prometí a mí mismo que la besaría
después. En realidad, creo que me importaba más eso que ganar la copa. Besar a
Cho iba a ser el auténtico premio... —Cedric se detuvo, después parpadeó,
sacudiéndose a sí mismo. Miró a James, Rose y Ralph, como si recordara ahora
donde estaban—. Pero eso nunca ocurrió, por supuesto. Parece que fuera ayer.
Parece como si de ir a cenar, Cho fuera a estar allí, buscándome. Estarían Stebbins
y Cadwallader, y Muriel, todos ansiosos porque les regalara con los detalles de mi
viaje a través del laberinto. Así es como lo siento yo, pero no es real. No estarían
allí abajo. No en realidad. Han crecido y seguido adelante. Yo solo soy un recuerdo
lejano. En vez de eso, mi vieja mesa estará llena de gente a la que no conozco. Ni
siquiera me reconocerán. —Sacudió la cabeza de nuevo—. Tal vez algún día seré
capaz de bajar. Pero aún no. No puedo.
Rose alzó la mano para palmear el brazo de Cedric, pero su mano lo atravesó
directamente.
—Lo siento mucho, Cedric —dijo—. Puedes venir con nosotros siempre que
quieras. Tus viejos amigos no estarán allí, pero podrían haber nuevos amigos
esperando.
Cedric asintió y sonrió, pero James no pensó que el fantasma creyera las
palabras de Rose.
—¿Nos vemos por ahí? —le preguntó James.
—Claro —estuvo de acuerdo Cedric—. Tal vez todo el asunto del Espectro del
Silencio sea demasiado. La próxima vez bajaré el tono.
Los tres estudiantes se volvieron y recorrieron el pasillo. Cuando giraban la
esquina, James miró atrás. No había rastro del fantasma de Cedric, pero James
tenía el presentimiento de que todavía estaba allí de todos modos. Saludó con la
mano, después alcanzó a Ralph y Rose.
Cuando pasaron el gran umbral que daba al patio, James se detuvo. En la
penumbra azul de la tarde, un pequeño grupo de estudiantes se habían reunido
cerca de la verja. James notó que eran todos Slytherins, y Albus estaba de pie en el
centro de ellos. Con un sobresalto, James comprendió que era miércoles por la
noche, la noche en que Tabitha Corsica había "hecho arreglos" con Albus.
—Esperad —dijo James quedamente, deteniendo a Ralph y Rose. Tan
casualmente como pudo, se paseó hasta la puerta y se deslizó entre las sombras,
observando al grupo de Slytherins.
—¿Qué está pasando ahí? —preguntó Rose, uniéndose a James. James la
silenció.
Tabitha estaba hablando con Albus, sonriendo encantadoramente, asintiendo
con la cabeza. Philia Goyle y Tom Squallus permanecían cerca junto con algunos
otros Slytherin a los que James no conocía. No podía oír lo que estaban diciendo.
Cuando la multitud se movió, James vio que Tabitha Corsica sostenía algo largo y
fino, envuelto en una tela negra.
—Es la mayor parte del equipo de Quidditch Slytherin —exclamó Ralph en voz
baja—. Ahí está Beetlebrick. Es el guardián. Fiera y Havelock son los golpeadores.
James entrecerró los ojos.
—Es de suponer lo que Corsica tiene en esa funda negra.
De repente los Slytherins se giraron y comenzaron a salir del patio. Albus iba a
la cabeza, riendo, y gesticulando alegremente. James se deslizó a través del umbral,
siguiéndolos.
—¿Adónde vas? —preguntó Ralph.
—¿A ti que te parece? Voy a seguirlos. Corsica está planeando subir a Albus en
esa cosa maldita suya.
Ralph hizo una mueca.
—¿Y qué planeas hacer, detenerlos?
—Sé que no puedes ayudarme, Ralph —dijo James rápidamente—, ya que son
tus compañeros de casa y todo eso. Pero yo voy a ver que están planeando al
menos.
—No es eso —replicó Ralph—. Es solo que creo que es elección de Albus. Tengo
la impresión de que... no deberías involucrarte.
—Lo tendré en cuenta —masculló James. Saltando al patio que se oscurecía
rápidamente. Un momento después, oyó pisadas de alguien que le seguía.
—No tienes que venir, Rose —dijo James, deteniéndose en la verja del patio.
—¿Que clase de cosa es esa para decir? —susurró ella ásperamente—. Iba a ir a
espiarlos lo hicieras tú o no.
James le sonrió. Juntos, se agacharon y avanzaron furtivamente alrededor del
borde de la verja, observando la partida de los Slytherins. La penumbra de la
noche que se aproximaba hacía difícil ver. Un momento después, Rose señaló.
James siguió la dirección y vio a las figuras con túnica subiendo una colina a cien
metros de distancia. Se dirigían al campo de Quidditch, por supuesto.
Manteniéndose tan agachados como podían, Rose y James los siguieron.
Cuando se acercaban al campo, James indicó a Rose que le siguiera. La condujo
por un camino sinuoso que rodeaba el costado de la grada Gryffindor. Tan
silenciosamente como pudieron, se arrastraron hacia arriba por la escalera de
madera hasta el nivel más bajo. Allí, agachados bajo la barandilla se asomaron al
oscuro campo.
El grupo de Slytherins estaban de pie en la línea central. James podía oír sus
voces de manera confusa. Tabitha parecía ser la que hablaba. Había alguno en
movimiento cuando las figuras se apartaron, y James se maldijo silenciosamente a
sí mismo por haberse dejado las gafas en la mochila.
—¿Que pasa? —susurró impotentemente—. Apenas puedo ver quien es quien.
—Tabitha acaba de quitarle la funda a una escoba —susurro Rose en
respuesta—. Parece estar explicando a Albus como funciona. Él parece bastante
ansioso por probarla. Apenas puede estarse quieto. Parece que tuviera que ir al
lavabo.
James pudo ver lo que ocurría a continuación. Tabitha le ofreció la escoba a
Albus. Él la cogió con ambas manos y la miró, después volvió a mirarla a ella.
James no podía verle la cara, pero sabía que Albus estaba sonriendo con esa
contagiosa y temeraria sonrisa suya. Finalmente, los otros Slytherins se alejaron de
él, dejándole en el centro de un círculo suelto. Albus levantó la escoba con una
mano, como probando su peso y equilibrio en la palma. Después, hábilmente, la
lanzó al aire. La escoba bajó y osciló junto a él a la altura de la cadera. James luchó
contra la urgencia de gritar una advertencia a Albus. James había montado en esa
escoba una vez, y había sido un terrible desastre. Había algo extremadamente
inusual en su magia. Había luchado contra James y casi le había matado. Cuando
Tabitha la montaba durante los partidos de Quidditch, parecía ejercer una
influencia muy sospechosa sobre las escobas que la rodeaban, e incluso,
sospechaba James, sobre la propia Snitch. Rose enganchó una mano en el cuello de
James y tiró de él hacia abajo. James no había notado que había empezado a
ponerse de pie, preparándose para gritar una advertencia a su hermano. Miró a
Rose fijamente, con los ojos desorbitados.
—No —dibujó ella con la boca, sacudiendo la cabeza.
James volvió a mirar al campo. Albus había extendido la palma y envuelto la
mano alrededor del mango de la escoba que flotaba. Rápidamente, como sin
pensarlo conscientemente, pasó una pierna sobre ella, montándola a horcajadas, y
pateó. La escoba salió disparada hacia adelante, girando lentamente y llevando a
Albus bien alto en la profundidad de la noche. Alcanzó el nivel superior de las
gradas y se detuvo gentilmente. Albus era simplemente una sombra negra
recortada contra el cielo oscuro. Mientras James observaba, se agachó sobre la
escoba. Esta salió disparada hacia adelante, perfectamente controlada. En la
distancia, Albus aullaba felizmente, su voz resonaba sobre las colinas cercanas.
Rose se inclinó hacia James.
—Tuve clase de vuelo con Albus el martes —susurró—. Entonces no podía volar
así.
James apretó los labios en una fina línea. Miró furiosamente hacia la asamblea
de Slytherins en el campo pero no pudo sacar nada en claro. Si alguno de ellos
estaba influenciando directamente el vuelo de Albus con su varita, él no podía
verlo.
En el silencio de la noche descendente, James pudo oír el silbido y aullar del
vuelo inaugural de su hermano. Albus subía y bajaba sobre el campo y las colinas
cercanas, gritando de alegría. Finalmente, después de unos minutos de volar al
azar, bajó en una larga y curvada zambullida sobre las cuatro gradas de las Casas,
ganando velocidad. James y Rose se agacharon tanto como pudieron cuando Albus
pasó sobre el pasadizo Gryffindor. Él giró la escoba fácilmente y tiró de ella,
flotando sobre las cercanas banderas en la cima de la grada. James contuvo el
aliento, esperando que la sombra de los asientos fuera suficiente para ocultarlos a
él y a Rose. Albus tomó un profundo aliento, apuntó la escoba hacia el campo, y de
repente se detuvo. Parecía estar mirando directamente a James, pero en la
oscuridad, era difícil de decir. Probablemente estaba mirando más allá de James, a
los Slytherins reunidos en el centro del campo. Finalmente, Albus se inclinó hacia
adelante. La escoba emprendió una enérgica zambullida, pasando sobre las filas de
asientos. James se agachó tanto como pudo, temiendo que Albus pudiera haberle
pillado cuando pasó sobre la barandilla. La estela del paso de Albus se asentó, y
James oyó a su hermano reír.
—¡Pequeño imbécil! —jadeó James. Rose le silenció.
Albus descendió en un apretado círculo, finalmente llevando a la escoba a
aterrizar tan suavemente como una semilla de diente de león. Los Slytherins
aplaudieron y se apiñaron alrededor de Albus, felicitándole.
—Un talento natural —entonó la voz de Tabitha sobre la brisa—. Justo igual que
su padre.
—¡Y una leche natural! —siseó James por lo bajo. Rose tiraba de tu túnica,
empujándole hacia las sombras de nuevo. Juntos, observaron al grupo de
Slytherins volver a cruzar el campo, sus voces perdiéndose en el creciente viento.
Mientras observaba, James vio a Albus levantar la mirada hacia él y sonreír.
Después de un minuto, James y Rose bajaron de las gradas y desanduvieron sus
pasos de vuelta al castillo.
—Viste como manejó esa escoba —exclamó James, luchando por mantener la
voz baja—. O para ser más precisos, ¡como ella le manejó a él!
Rose respondió pensativamente.
—Admito que parece un poco sospechoso. Pero tú mismo dijiste que apenas
pudiste controlar una escoba hasta que conseguiste tu Thunderstreak. Tal vez
Albus solo necesitaba conseguir el tipo correcto de escoba para destacar.
James sacudió la cabeza, exasperado.
—No lo entiendes. Yo intenté montar esa escoba una vez. ¡Casi me mató!
—Bueno, se suponía que no debías estar montándola, ¿no? Algunas escobas
nuevas están equipadas de ese modo. Incluso la tuya tiene la opción "Realzamiento
Extragestual", ¿no? Una vez se imprime contigo, cualquier otro que intente
montarla tendrá serios problemas.
—Mira —dijo James, lanzando las manos al aire—, tendrás que confiar en mí en
esto, Rose. Esa escoba está maldita, de algún modo. Y probablemente fue Tabitha
quien la maldijo.
Rose le miró de reojo.
—¿Por qué dices eso?
James sacudió la cabeza.
—Es una larga historia. Pero te diré una cosa, hay algo especialmente malvado
en ella. Probablemente no me creerías si te lo contara. Los demás difícilmente lo
hacen.
—Bueno —replicó Rose, manteniendo la voz tan nivelada cómo fue posible—,
tal vez haya una buena razón para ello.
—¿De qué lado estás, por cierto?
—Perdón —dijo Rose, enfadándose—. ¿Quieres decir si estoy del lado de James
Potter o del de Albus Potter? Porque no sabía que tuviera que escoger.
James suspiró enormemente.
—Olvídalo. Lo siento, Rose.
Rose le miró durante un largo momento mientras se acercaban a la verja del
patio.
—El volar está en la sangre de los Potter, James. No puedes saber si Albus no es
bueno simplemente de forma natural. La razón por la que se permite hacer las
pruebas de Quidditch a los de primeros es por lo bueno que fue tu padre en su
primer año. Pero si hay algo raro en esa escoba, o en la propia Tabitha Corsica, yo
seré la primera en ayudarte a convencer de ello a Albus. ¿Vale?
James sonrió pálidamente.
—¿Lo prometes?
Rose asintió con la cabeza. Juntos, entraron en el patio y subieron a la luz del
vestíbulo principal. Ralph estaba sentado al pie de la escalera principal,
esperándolos. James sonrió.
—Voló en ella, supongo —dijo Ralph, levantándose para unirse a ellos.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Rose.
—Albus y el resto pasaron junto a mí de camino a cenar —dijo Ralph—. Albus
se acercó y me dijo que te diera un mensaje cuando llegaras. Dijo que puede que te
robe la plaza en el próximo partido familiar.
James puso los ojos en blanco y miró a Rose.
—No te rías —dijo, señalándola con un dedo.
—Yo no he dicho nada —replicó ella, cubriéndose la boca con la mano—.
Vamos. Entremos a cenar antes de que nos cierren las puertas.
domingo, septiembre 07, 2008
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